Capítulo 5 | Coincidencias.

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 Durante las últimas horas del domingo, mi vida entró a una especie de transe extraña en la que, era un muerto viviente que no quería nada más que ir a la cama y jamás despertar. O bueno, quizá exageraba —como siempre— pero no estaba de humor para nada. Y es que, camino a casa, Josh trató de alegrar lo que quedaba de noche con bromas y chistes de superhéroes y fruta que jamás hacían efecto en mí y ésta no sería la excepción.

 Máxime si, en no menos de media hora había expuesto quién era la afortunada chica que tenía una relación con el gran Marcus Fisher. Comenzaba a hartarme el pensar como adolescente boba en un chico que jamás se fijaría en mí ni por error, aunque también tenía un lado bueno: me hacía volver a creer en el amor. Aunque por lo visto, otro hombre más a mi colección de recuerdos tontos.

—Josh, sería mejor que te vayas. Caminaré hasta mi calle, mañana nos vemos, ¿vale? —hice una mueca de una sonrisa lo más creíble posible para el castaño.

—¿Seguro? Amigo...sabes que te apoyo y por eso te dije la realidad sobre él...

—¡Alto! ¿Hacemos un trato? —protesté inmediatamente.

—Seguro, mate.

—Tan sólo olvidemos que conocí a tu amigo, ¿ya?

 Él tan sólo hizo un gesto de comprensión aunque por su facción —y a pesar del poco tiempo en conocerle— sabía que había algo que ocultaba. No obstante prefería no saberlo.

 Caminé hasta mi alojamiento, donde me esperaba la a veces incómoda cama pero que echaba de menos. Rendido ante tanta información y sucesos no tan afortunados ocurridos desde el sábado, sabía que la semana entrante sería mejor. El reloj obsoleto que tenía en el pequeño cajón a un lado de mi cama tenía programada la alarma para la mañana fría que se avecinaba de forma irremediable.

 El sonido tan molesto y horrible que provocaban que mis ojos se exaltaran y se tornaran un tanto rojos, por fin hizo de las suyas. Me puse de pie y tras un baño me dirigí a la Universidad con ropa cómoda y mi mochila. Un ambiente extraño para ser la primera semana de diciembre, con el Sol que provocara que me arrepintiera de no llevar gafas oscuras. La primera clase que tenía era a las 8 y para eso aún faltaban varios minutos.

 Entré al característico edificio de la Escuela de Negocios y me dirigí a la cafetería del mismo. La agradable chica castaña que tomaba los pedidos como costumbre, sonreía.

—Hola, un sándwich con patatas, por favor.

—¡Claro, enseguida!

 Pagué las cinco libras correspondientes y tras tomar el almuerzo, volteé a ver la cafetería un tanto repleta. Chicos y chicas de todas partes del mundo y de distintas carreras yacían comiendo. Era el más nuevo de mis compañeros, así que me había costado mucho trabajo encontrarme nuevos amigos, además que por lo visto era el único chico 'diferente' de la facultad. Al fondo vi a Mei, una compañera de clase, quién alzaba su brazo, señal que me sentara junto a ella.

 Retomando un poco la historia del cómo rayos estoy en Londres...el colegio me premió con una beca por mis buenas capacidades y, después de razonarlo bien, aquí estoy. Pensé que sería simple, pero desacerté. Mi madre hizo lo posible porque no me marchara, y mi padre hacía lo opuesto...al final de todo el lío que se provocó, estoy a más de ocho mil kilómetros de casa.

—¿Cómo estuvo tu fin? —me dijo la japonesa centrada en sus alimentos.

—Digamos que tuve un desamor más —suspiré.

—Ya encontrarás a alguien digno. Sino dímelo a mí.

 Reí y me dispuse a devorar el emparedado con papas ya que en menos de cinco minutos entrábamos a Cálculo Integral. Mei y yo corríamos por los pasillos abarrotados. Aula 512. Sonó el timbre justo cuando ella abrió la puerta. Y aunque estaba al otro lado del mundo, no cambiaba la costumbre que tus compañeros de clase te miraban por llegar tarde.

 El señor Kruger también nos echó un vistazo —de reojo— e ignoró el pequeño incidente. Y entretanto, nos complicábamos la vida elaborando integrales por sustitución trigonométrica y además de dar vuelta a la pizarra con el problema matemático, por fin exhalé aliviado que había terminado una parte de la tortura por el día de hoy. Pues la siguiente clase era, Estadística Avanzada.

—Un buen día no muy lejano alucinaré con el molesto Cálculo —manifestó Mei.

 Tan sólo reí entre murmullos, pues también odiaba la asignatura. La Universidad en otro país, continente y en un distinto lugar lejos de donde era oriundo me causaban estragos. Los profesores mucho más exigentes, los compañeros extremadamente competitivos, añadiendo que no pasaba día en que no escuchara burlas sobre mí. Porque jamás puse en duda mi sexualidad. Vaya, que no andaba por ahí divulgándolo, porque si de algo estaba orgulloso, era de mí, pero todavía existen idiotas que creen vivir en el siglo antepasado. Sin olvidar que después de los estudios voy a la faena en el café se Scott por las tardes y le añado los molestos trabajos escolares, en definitiva no resistiré mucho más sin unas vacaciones como remedio.

 Dos minutos libres hasta que la Profesora Nguyen llegara. Inesperadamente, suena el móvil y lo tomo: Josh.

—¡Amigo! ¿Qué tal tu día? —le escuché decir del otro lado, feliz, como su costumbre.

—Ya sabes. Números —reí.

—¡Tengo una noticia genial, sé que te alegrará! Resulta que mañana por la noche...

 Y aparecía, como por arte de magia, la profesora. ¿A quién no le ha pasado eso?

—Vale, vale. Después me dices. Tengo que atender la clase.

—¡Bien, chico nerd!

 Terminé la llamada y me dispuse a tomar los apuntes. El resto del día se me pasó un tanto lento —ya era costumbre— hasta que el reloj digital que estaba encima del pizarrón marcó las 13 horas. Tenía poco tiempo para llegar al departamento y después aparecer en la cafetería.

 Camino a tomar el transporte, en la pequeña stop bus de los típicos autobuses color rojo, me encontré a quién menos deseaba. Él. Habiendo tantos hombres, chicos, personas e incluso robots en el mundo, ¿Por qué el destino o lo que sea que fuere me hacía malas jugadas? Me preguntaba si siempre nos encontraríamos en los colectivos. No despegó jamás su rostro del teléfono celular y juraba que podía escuchar su música. Lo irónico: sólo estábamos los dos sentados a lados opuestos de la banca. Me impacientaba cada vez más, al igual que mi respiración se aceleraba. Solamente suplicaba que el delirio pasara pronto.

 Cuando creía que mi mala suerte estaba en un punto álgido, me percaté que la voz que me llamaba era Josh...¡Deseé que la tierra me devorara!

—Hey colega, la buena noticia es que...

 Y con la mirada le supliqué que no se acercara más, pues seguramente entablaría una conversación con el de anteojos. La mente era traicionera. O simplemente era vidente y predecía el futuro sin que yo mismo lo supiera.

—¡Fisher! 

 El de cabello rubio oscuro por primera vez volteó y lo saludó, sonriendo. Ambos con su portaplanos que hacía evidente que se dedicarían a la misma profesión en un par de años. Y odié al castaño cuando formuló:

—Por cierto Fisher, él es mi amigo. Noel.

 Hice mi mayor esfuerzo por no quedar en ridículo ante el chico de pupilas color jade que me traía loco. Y a pesar que Josh y yo habíamos hecho un trato hace no más de 24 horas, lo rompió pero ya no me importaba. Por fin me veía a los ojos y no por equivocación.

—Noel, un gusto. Soy Marcus Fisher —me dio la mano en señal de saludo.

 Sí. Ya sabía su nombre y apellido. También que era compañero de clase de Josh Graham y desgraciadamente que su novia me odiaba por alguna extraña razón que desconocía. Pero el momento valía oro y me tragaría mi orgullo y rompería mis barreras. A partir de esto, sería imposible que no estuviera enamorado de él.

—Hola, Marcus —contesté con una leve timidez.



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StrayaLover 🇦🇺

Perdido en sus ojos [Gay] (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora