Capítulo 20 | Fuegos Artificiales.

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Llegamos a París un poco después de lo programado por la compañía de trenes. Kyros dormitó un poco en el camino y yo, seguía embobado con los mapas y monumentos imperdibles de París. Notaba un poco preocupado al chico de ojos grises, pero no quise presionarlo a decirme lo que le sucedía.

El reloj de mano del chico griego marcaba las 10:50p.m de aquel penúltimo día del año. La ciudad estaba muy tranquila y había ciertos policías armados en la estación de trenes de la capital francesa. En las noticias leía que habría vigilancia por la época de turistas.

—Bien, vale —el de Grecia sacó la lengua un poco en señal de estar analizando todo.

—¿Desempolvaste tu francés? —lo miré divertido.

—¿Eh? ¡Qué va! No se pizca de francés. Papá sabe un poco, pero seguro y entiendo a esto...

Estábamos en la parada de autobuses a un lado de la estación de trenes Gare du Nord, intentando leer el letrero que sólo estaba en francés para así saber si estábamos en el trayecto correcto, mientras las calles de alrededor lucían muy solitarias. Hacía un poco de viento; era muy tranquilo todo.

 Hacía un poco de viento; era muy tranquilo todo

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—¿Y si mejor llegamos en taxi? Puedo pagar uno...—intenté persuadirlo, pero de inmediato rechazó mi oferta.

—No, mi amor. Yo puedo manejar esto. No gastaremos un solo euro en un taxi. Aquí están igual de caros que en Londres.

Me quedé pensando mucho tiempo en lo que había acabado de decir. Me había hablado como si fuéramos novios de años. Me hizo sentir muy especial. No resistiría más; tenía que besarle. Pero, mi momento se fue al caño cuando un autobús se detuvo en frente de nosotros.

Bonjour, ¿Este autobús lleva al distrito 17? —le dijo Kyros al conductor del colectivo.

Oui —fue lo único que el conductor respondió.

Estaba un poco aliviado que al menos nos entendiera pues, ninguno de los dos hablábamos el francés necesario para sobrevivir un día aquí, pero ya nos las arreglaríamos.

El griego tomó incluso mi equipaje y dejó que subiese primero. Eso me provocó un gran sonrojo. Agradecía que no hubiera tanta gente en el transporte a esas horas, si no, todos hubieran observado a un chico con rostro rojo como tomate.

Estaba echando un vistazo de cómo era la ciudad soñada para muchos casi a medianoche. Tenía activado el localizador en el móvil y observé la maravillosa vida nocturna de la ciudad. En el Boulevard des Batignolles, había demasiados cafés típicos de la ciudad que aún permanecían abiertos.

 En el Boulevard des Batignolles, había demasiados cafés típicos de la ciudad que aún permanecían abiertos

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Perdido en sus ojos [Gay] (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora