Capítulo 8 | Exámenes II.

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 Cuando salía de la Universidad tras los dos molestos exámenes, iba directo al café de Scott, pero en el camino me encontré de nuevo con Marcus Fisher. Ya hasta creía que la vida se burlaba de mí de manera tan descarada.

 Como mi Facultad estaba a un lado de la de Arquitectura, era común que de vez en cuando me encontrara por los extensos pasillos a Josh y con algunos de sus compañeros de clase. Traté de mirar hacia otro lado, intentando pasar desapercibido ante todos. Aunque de la nada:

—¡Oye!, tú eres el amigo de Graham, ¿cierto? —me habló el de ojos verdes sorprendiéndome totalmente.

—Oh...esto...sí —balbuceé cual idiota hablando con su crush.

—No lo he visto por aquí así que, ¿podrías entregarle estos apuntes? —de su messenger bag sacó unas hojas que seguramente eran planos— hemos estado trabajando en un proyecto sobre renovar la biblioteca Woolwich. 

—Seguro, y-yo le entrego estos escritos.

—Bueno...me marcho. Nos vemos después en el New Age —expresó al salir corriendo después de echar un vistazo a su reloj de pulsera.

 Y me quedé de pie en ese lugar durante unos veinte segundos analizando lo que acababa de suceder y preguntándome qué habría querido decir acerca de vernos en el café de Scott. Vamos, que de vez en cuando iba, en los últimos días con mayor frecuencia pero pensé que pasaba totalmente desapercibido. De hecho, no sé cómo rayos me había reconocido hacía unos momentos, ¡¿Qué rayos?!


—Dos tazas de chocolate para la mesa cuatro —me dijo Scott, mientras me daba los recipientes.

—A la orden —le respondí, pensando que en unos minutos más por fin terminaría un día más en mi vida de estudiante y empleado al mismo tiempo.

 Mis padres me repetían cada vez que platicábamos por videollamadas que no era necesario que trabajase, que sólo me dedicara a estudiar, ¡pero vivía en Londres! ¡tenía que disfrutar de las maravillas de la ciudad!, las cuales por cierto, no había explorado del todo. Aún no subía al London Eye, por ejemplo.

—Dos chocolates con la receta de la casa... —llegué a la mesa, dejé los vasos y formulé pero me contuve de decir palabra alguna cuando me di cuenta para quién eran dichas tazas.

—Hola, de nuevo.

 El día era el más extraño del año quizás. Marcus Fisher en persona estaba posado en la mesa sentado leyendo un libro que tenía en su título algo en francés.

—H-h-hey —contesté sintiendo mi cara arder aumentada la mil potencia.

 Realmente quería salir del lugar y jamás volver, pues estaba seguro que hasta el cliente más distraído se habría dado cuenta que estaba nervioso por la presencia del chico de lentes y cabello despeinado.

—Dije que te vería de nuevo pero no pensé que se cumpliera mi predicción —soltó, tranquilo tomando una taza y bebiendo de ésta.

—D-de hecho, mi turno acaba de termi-n-nar.

—¿Conoces a mi novia Jessica? ¿La has visto por aquí? —preguntó cambiando el tema y escuché quebrarse mi corazón en miles de pedazos. 

 Jessica, ¿Cómo no conocerla? La pelirroja, la chica que por lo visto tiene como novio a alguien que hasta sabe francés, es la clienta más odiosa jamás habida y por haber de un café. O al menos lo era para mí. Sin mencionar que me caí por su culpa y me odia sin motivo obvio. 

Perdido en sus ojos [Gay] (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora