Capítulo 82

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Quería acercarse. Deseaba ir ahí y decir algo, hacer algo, con todas sus fuerzas.

¿Pero qué? ¿Qué podría hacer que solucionase el problema? Nada. No ahora, no así. Estaba borracha, sentía náuseas.

Oh mierda.

Salió corriendo. Atravesó la sala tambaleándose, en busca de la lucecita que marcaba la entrada a los aseos. Mano en boca, empujando a grupos de gente que se quejaban tras su paso.

  — ¡Shazia!— Gritó alguien, pero lo ignoró, sentía el vómito subir por su garganta.

Con un último empujón apartó a dos chicas que esperaban a que las cabinas fuesen desocupadas, optando por el lavamanos antes de que la primera arcada la invadiese. El contenido expulsado solo logró que se sintiera más nauseabunda, nudillos blancos al agarrar con fuerza los bordes de mármol. Podía sentir lágrimas rodar por sus mejillas de manera involuntaria, y en ese momento no supo decir si eran porque se sentía enferma o por la decepción que la había invadido.

¿De quién demonios había sido la fabulosa idea de organizar una fiesta?

Las arcadas no pararon por al menos tres minutos, expulsando lo que se sintió como la última gota de alcohol mezclada con a saber dios qué del estómago. Temía el reflejo del espejo que tenía en frente, ver el desastre que debía de ser su cabello o el maquillaje corrido bajo sus ojos, el rostro pálido. Simplemente un desastre.

Intentó deshacerse del amargo regusto en su boca enjuagando la boca con agua, pero su cabello seguía apestando. En ese momento se sintió miserable, ¿cómo podría ser, pasar de ser feliz, tenerlo todo, a parecer como si todo se estuviese derrumbando?

Se dejó caer contra la pared de azulejos, escondiendo la cara contra las piernas en posición fetal, sollozando. Esto era un desastre, la noche había sido un desastre y, por un momento, deseó poder volver a su antiguo hogar, a la familiaridad del olor a incienso, a poder colarse por la ventana y correr por las fincas, esconderse en los establos, mimar a los animales. A pesar de tener una familia horrible, era algo que podía controlar hasta cierto punto, comportarse de una manera y poder estar en paz por un tiempo. 

Esto no, esto se le escapaba de las manos. No se solucionaba con un "sí, padre".

— Shazia.

La voz era familiar, pero no del todo. Levantó la mirada y se encontró con alarmados ojos azules ligeramente ocultos tras mechones color miel. La alta figura de Andy haciendo sombra sobre el suyo antes de agacharse para quedar a la misma altura.

— ¿Qué haces aquí?

— Te vi venir aquí llorando... Estuve esperando fuera a que salieras para asegurarme de que te encontrabas bien, pero estabas tardando— puso una mano sobre su rodilla, expresión preocupada—  ¿te encuentras bien?

Se encogió de hombros. No quería mentir y decir que todo estaba bien, pero tampoco deseaba compartir sus problemas con una persona que no conociese lo suficiente.

— Me he pasado con las bebidas, supongo. Pero estoy bien.

No la creyó, y él sabía que lo sabía, pero no dijo nada al respecto.

— ¿Quieres que llame a Zayn? 

— ¡No!— Dijo de inmediato, abriendo demasiado los ojos.— Yo...— se mordió el labio, y Andy suspiró, poniéndose en pié antes de tenderle una mano para ayudarla en ponerse en pie. 

— Salgamos antes de que me echen de aquí, ¿sí?

 —No tienes por qué cuidar de una patética borracha.

Free me | zayn |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora