Capítulo 10

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Lo primero que se cruzó por su vista al abrir los ojos fue el gran ventanal que ocupaba media pared de la habitación. Inmediatamente los cerró, escocían y lagrimeaban levemente por la luz solar.  Giró su cuerpo, lentamente y no sin esfuerzo, hacia el otro lado y repetir la acción poco a poco, acostumbrándose a la molesta luminosidad.

Por segunda vez, se extrañó de encontrarse acostada en el lecho de un acomodado cuarto que no era el suyo. Sólo hasta que recordó todo lo que había pasado en plena madrugada unas horas atrás, y volvió a asustarse. Quisiera o no, se había metido en un lío, uno bien gordo: no podía volver a casa, pero tampoco podría quedarse aquí hasta el día de su muerte.

Prefirió no pensar mucho en ello ahora mismo. Ponerse nerviosa y desesperada no la llevaría a ningún lado. Zayn dijo que la iba a ayudar, ¿no es así? Le daría parte de su confianza, la pondría en él y en sus palabras. Él había sido realmente amable con ella. Y por alguna causa, su acento británico y aquellos ojos chocolate le aportaba de algún modo una sensación de... ¿Seguridad? Por extraño que aquello sonase. Aunque tampoco le quedase mucha más opción.

Shazia suspiró con pesadez, llevándose una mano al cabello, que caía desordenadamente sobre el rostro, y lo arrastró hacia atrás sin resultado, así que tomando una gomita elástica que siempre llevaba en la muñeca por ocasiones como estas, se hizo una despeinada e improvisada coleta. Incluso aquello causaba que sus brazos ardiesen y los músculos se le encogieran a modo de queja. Quizás los daños eran mucho más graves de lo que ella sintió en un principio...

Siseó una palabrota, y dejó caer el tronco otra vez sobre el colchón. A este paso haría vida completa ahí y... Sintió ganas de ir al baño. Dejó salir otra palabra mal sonante y largó un interminable suspiro antes contar hasta tres. Volvió a incorporarse, arrastrándose hasta el lado de la cama que más cerca quedaba de la puerta que daba al aseo. Sintió cada uno de sus músculos retorcerse, y le pareció que aquella puerta se encontraba a miles de kilómetros en vez de tres tristes metros.

Soltó un sollozo involuntario, y sin querer, al apoyar la mano en la mesita para tomar impulso y levantarse tiró con un vaso medio lleno de agua, empapando las mangas del chándal gris que vestía y sus pies descalzos. Para peor de los males, el vaso se quebró, esparciendo miles de pedazos cristal por todo el suelo.

—Genial— musitó, sintiéndose completamente inútil.

—¿Shazia? — Una extrañada, ronca y pastosa voz mañanera hizo que casi se le saltara el corazón. Giró la cabeza y se encontró con aquel chico moreno. Con el pelo incluso más desordenado que horas atrás, ojos rasgados y en pantalón chándal. Sin nada más. Este hecho la desconcertó más de lo debido, olvidándose por unos segundos del vaso que acababa de destrozar. — ¿Estás bien?

Zayn comenzó a caminar preocupación hacia ella, pero lo frenó en seco al escucharla gritar.

—¡Para! — Prácticamente chilló— he roto un vaso, hay cristales por todo el suelo.

El muchacho bajó la mirada, y en efecto, todo estaba infestado de transparentes trozos brillantes.

—Mierda. No te muevas— advirtió.

Con cuidado y en puntillas caminó hacia el armario, tomando el primer par de zapatos que cruzaron por su vista. Se calzó y tomó el teléfono del hotel para que le trajeran una escoba y recogedor. Informaron de que llegaría en un par de minutos y colgó, un poco irritado por tener que repetirle siempre lo que quería a la recepcionista dos veces para que lo entendiese.

Fulminó con la mirada el aparato por unos segundos antes de volver a prestar atención a Shazia, que seguía sentada a un lado de la cama, sin moverse un ápice.

Free me | zayn |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora