Capítulo 3 - Jessy

212 15 0
                                    

Mi pequeña Jessy


No me detendré.

Escucho nuevamente la misteriosa voz y aunque tengo temor finjo que no lo he oído y al hacerlo pienso en mis alumnos cuando les pido que pasen al pizarrón, ellos hacen como que no me oyen, me ignoran, se ponen a pintar, dibujar, cualquier cosa para que no los pase al frente. Recordarlo me hace bien que incluso una pequeña sonrisa asoma por mis labios.

Creo que el truco de mis niños da resultado porque no he escuchado la voz después de ese horrible «Eso crees». ¡Já, no soy tan cobarde! —grito en mis pensamientos porque no me atrevo a decirlo en voz alta. Bueno, en realidad creo que lo soy. Aunque también sé que no debo temer ni rendirme, no ahora que tengo un motivo por el cual luchar, por el cual salir adelante: Ella. Mi pequeña Jessy.

Tenía apenas 3 meses de embarazo cuando decidimos el nombre, en honor a mi abuelita o Llita como solíamos decirle; ella me amaba, me cuidada como ninguna y siempre que la necesité estuvo para mí.

Hace tres años que se fue y no ha dejado de doler su partida, cuando yo regresaba de trabajar, platicábamos por horas y horas, Llita era incansable para hablar, así disfrutábamos nuestras tardes, ella con su tacita de café y yo con mi chocolate; me contaba cómo conoció al abuelo, la alegría que sintieron cuando nació mamá que para ellos era su mundo porque después no pudieron tener más bebés.

Lloraba cuando hablaba del abuelo incluso recordaba uno que otra frase que él le decía como «El mundo está loco pero más loco estaría yo si no me hubiera enamorado de ti» o la frase típica que hacía que todos riéramos cuando la escuchábamos era «Ustedes los jóvenes pídanle consejo a mi mujer porque ni yo sé cómo ha hecho para aguantarme tantos años».

Se amaban de verdad, a la antigua, como todos deberíamos amar. Un amor puro, genuino y sincero.

Cuando el abuelo se fue, Llita se puso muy mal de salud y aunque se recuperó un poco, de ahí en adelante nunca volvió a ser ella misma

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Cuando el abuelo se fue, Llita se puso muy mal de salud y aunque se recuperó un poco, de ahí en adelante nunca volvió a ser ella misma. Mi mamá se encargaba de cuidarla mientras papá salía a trabajar; así estuvimos un año y varios meses hasta que Llita no pudo más y se fue a encontrar con el abuelo.

Una pérdida jamás se supera aunque lo intentes; exactamente eso pasó con Llita que su nombre verdadero era Jessy; estoy segura que si ella estuviera viva amaría a mi pequeña como me amó a mí, o más.

¡Si las abuelas son consentidoras, cuánto más las bisabuelas!

Me doy cuenta que no hay rastros de la voz, eso me alegra y hace que mi humor mejore notablemente; todavía me encuentro débil pues creo que llevo varios días de no probar bocado y no es que tenga demasiada hambre pero siento la necesidad de sostener mi estómago con algo pero en esta habitación no hay nada de comer o por lo menos yo no alcanzo a ver algo comestible. No creo que resista mucho si intento salir en este estado.

¡Agua!

Recuerdo el agua de la mesita, me apresuro a alcanzarla y no lo pienso dos veces cuando ya la tengo en mi garganta la cual arde al instante porque no sé si lo que estoy tomando es agua y si es así ni idea qué tipo de agua es; está amarguísima, tan amarga que pienso en escupirla pero recuerdo que no puedo darme el lujo de botarla si es lo único que hay aquí y que posiblemente no me ofrezcan más; aunque tenga un sabor horrible me veo obligada a beberla, pero ahora voy dando tragos cortos y entonces pasa algo de lo que me estoy acostumbrando, algo extraño, pues a medida va disminuyendo el agua en el vaso va cambiando de sabor, se torna dulce, deliciosa, exquisita que me hace querer más y más. Se convirtió en una bebida tan grata al paladar que cuando menos acuerdo se acabó, ya no hay. Lo más excepcional y raro de esta bebida no es que el sabor haya cambiado de un momento a otro, lo más excepcional es que no tengo más sed pero tampoco hambre.

Estoy llena, satisfecha y asustada. Este lugar realmente me aterra.

Recorro la habitación con mí vista nuevamente y siento que alguien me observa, en realidad desde que llegué creo que me han estado observando. Esto me hace reflexionar y pensar:

¿Y si esto en realidad es un manicomio?

1. Escucho voces donde no hay nadie más.

2. Me siento observada.

3. La habitación no tiene ventanas, es una sola caja.

4. Realmente la bebida estaba extraña o en realidad era mi medicamento.

Dicen que los locos no piensan ni creen que están locos y yo lo estoy pensando, no sé si eso me hace normal o simplemente estoy doblemente loca. Si no lo estoy pero sigo con estos pensamientos pronto lo estaré. ¿O ya lo estoy?

No, aún no, por ahora. —De nuevo la voz, creo que lo estoy.

Una indestructible mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora