Capítulo 38: Descubrimiento

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Si no fuera porque veo a Marisol al iniciar el día ya hubiera abandonado el trabajo, a veces pienso que la prisión no fue nada comparado a lo que ahora me toca hacer. Han despedido dos de las empleadas por unas joyas que desaparecieron y la nana me encargó de realizar el trabajo de ellas y el mío, sin dejar ninguna actividad pendiente.

— Llegamos —se escucha el bullicio en la entrada de la mansión—, acto seguido, Danny y Luisa ingresan a la casa; sus rostros reflejan cansancio como si no hubiesen tenido un buen día.

Sé que Luisa es doctora y es posible que algún paciente haya tenido un diagnóstico horrible y ella fue la encargada de darlo a conocer a sus familiares; sin embargo, desconozco en qué trabaja Danny, no sé si continúa en la misma empresa en la que laboraba cuando yo aún estaba embarazada o quizá ya dejó ese empleo, no estoy segura, lo que sí sé es que ignoro lo que hace todos los días al salir por esa puerta o las razones por las que a veces no regresa a dormir en la noche, esto me lo comentó mi pequeña en una ocasión.

Cada vez que él me ve, trata de evitarme y es como si vigilara donde me encuentro para no toparse conmigo por ningún lado, no hemos mantenido una conversación formal después del primer día que llegué aquí, es como si luchara incluso para saludarme.

Lo noto con actitudes extrañas, ha cambiado demasiado, es como si fuera otra persona no el mismo chico bromista y sonriente que era antes y que me incitaba a romper muebles en casa de mis padres. Es como si sentar cabeza le ha hecho perderla. Lo desconozco.

Marisol baja corriendo a abrazar a Danny y él la carga sin pensarlo y deposita un beso en la coronilla de su cabeza.

— ¿Cómo se portó la princesa de papi? —le pregunta a ella misma.

— ¡Bieeeen! —Responde Marisol— ¿Verdad que sí Melissa?

Al instante Danny se tensa y se ve obligado a observarme.

— Así es, señor.

Observo como traga saliva y sonríe falsamente, sin ganas.

— ¡Sabía que sí! —Expresa recomponiéndose y vuelve su vista a nuestra hija— Vamos, ahora saluda a mami —pide, claramente refiriéndose a Luisa, no a mí.

Si hay algo que admiro de los niños es que en ellos no puede haber ni una pizca de rencor. Muchas veces quisiera tener la capacidad de ver el mundo como ellos lo ven, sin malicia. Son criaturas que perdonan al instante, no guardan nada malo dentro de sí, lo desechan y lo olvidan sin darle tantas vueltas al asunto. Son ángeles.

Marisol, sonriente, extiende sus brazos hacia Luisa, ahora ella la carga mientras Danny se dirige hacia el segundo nivel. Tampoco es difícil notar que Luisa no está con su mente en esta sala, está distraída y su cara es el reflejo de la preocupación misma.

Algo pasó.

No llegaron sonriendo como suele suceder, no jugaron con Marisol como normalmente lo hacen cuando regresan, además de esto, Danny pidió la cena para su habitación y eso es algo que nunca había pasado, al menos no desde que ingresé a trabajar con ellos. Luisa mencionó que ya había comido, pero no fue algo creíble, puedo asegurar que hasta la nana se ha dado cuenta de su estado frágil y decaído.

Ambos están actuando de manera extraña. Lo que me causa más contradicción de su parte es que ninguno de los dos parece darse cuenta que el otro está preocupado por algo; me he dado cuenta yo, la nana y quizá hasta Marisol porque no estuvo mucho tiempo en brazos de Luisa y pidió que la depositara en el suelo, de manera automática ella lo hizo. Es tan triste que estén bajo el mismo techo e ignoren que justo ahora se están necesitando, es cierto que no están entre mis personas favoritas pero no me agrada del todo verlos así.

Una indestructible mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora