Capítulo 20 - Caminos inciertos

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He estado trabajando todo los días en la cafetería, la madre de Nora cayó enferma y no podía dejarla sola en estos momentos que más la necesitaba, no tuvo de otra que solicitarle permiso a doña Martha mientras su madre se recuperaba, quien no se hizo de rogar dada la situación y aceptó. Llegó casi implorando que le cubriera esos días que Nora no estaría, dijo que luego me lo compensaría, casi lloraba frente a mí para que le dijera que sí.

Sé muy bien que tengo el tiempo corto y muchas cosas de las cuales me gustaría salir de dudas pero doña Martha ha sido como la hermana mayor que nunca tuve, me ha dado alimento, un lugar donde vivir y dormir, me ha ofrecido un hogar y sin esperar nada a cambio, cuando traté de decirle que le daría un poco de dinero para la comida, me dio una mirada matadora que me hizo entender que por nada del mundo debía buscar problemas con ella.

No podía darle la espalda a quien me había extendido los brazos; no debía ser tan malagradecida con ella a pesar que mi tiempo aquí sigue avanzando y muy rápido.

Quizás la otra razón por la que tampoco me hice de suplicar cuando me contó lo de Nora es que tengo temor de descubrir la verdad. Tengo miedo de que todo lo que tenía planeado hacer no surja como esperaba.

En eso se resume mi vida actual, en una existencia llena de miedos que no quiero afrontar, tengo temor que al descubrirlos puedan llegar a romper mi corazón, mi vida y mi alma por completo.

Esta última semana ha sido de lo más agotadora, he llevado órdenes de una mesa a otra sin parar, lo único bueno de lo que ha pasado es que ya puedo llevar una bandeja en cada mano; o aprendía o debía caminar más, no me quedaba de otra que aprender, al final descubrí que sólo se trataba de mantener el equilibrio en ambas manos y tener confianza.

***

Veo a mi pequeña Jessy jugando, lleva un hermoso vestido rosado, puedo asegurar que mi pequeña justo ahora luce como una hermosa princesa, sus rizos amarillos están recogidos en una trenza que cae en su pequeño hombro derecho, su cabello ha crecido más, luce encantadora. La observo embelesada mientras se divierte jugando con su muñeca. Contemplo sus movimientos por un buen tiempo; jamás me cansaré de verla sonreír, me hipnotiza verla disfrutar en su mundo lleno de sinceridad, pureza e inocencia.

Ella me mira y me sonríe, veo que le faltan dos de sus dientecitos, aun así luce adorable y perfecta.

Empieza a correr hacia mí, la emoción embarga mi ser por completo y sin pensarlo también avanzo en dirección hacia ella, trae sus brazos extendidos, con la brisa algunos mechones de su dorado cabello salen de su lugar pero sigue luciendo preciosa.

En este preciso momento siento que nos pertenecemos; Jessy corre hacía mí como si de ello dependiera su vida y yo corro hacia ella, porque ella es mi vida.

Estamos a escasos pasos de abrazarnos, por primera vez. Cuando estamos a segundos de hacerlo, su cuerpecito se vuelve borroso, impalpable y como un fantasma desaparece.

Las pesadillas cada vez son más frecuentes, casi todas son similares lo único que cambia es el escenario donde nos encontramos. Cuando esto ocurre el dolor de no saber de ella no hace más que aumentar.

Nunca la he podido abrazar ni siquiera en sueños.

Ya me he levantado varias veces de madrugada gritando por no soportar estar tan cerca de tenerla en mis brazos y de un momento a otro es arrebatada, se vuelve espíritu y desaparece.

Doña Martha se despierta cuando me escucha porque unos minutos después de la atroz pesadilla, entra con un vaso de agua, me observa y como siempre, no se atreve a preguntarme qué ocurre, lo cual sinceramente agradezco porque así no me hace romper las condiciones acordadas. No se levanta de la butaca sin antes hacer una oración y observar que he logrado dormirme o eso es lo que ella cree.

***

Nora ha regresado, su madre ya se encuentra mejor, según le dijeron debe tener cuidado de mantener la presión en la normalidad para que no vuelva a recaer.

Una vez más, tengo la mañana libre. Ahora que recuerdo, mi papá no ha regresado con Luisa a la cafetería, eso de algún modo me alegra aunque no he vuelto a verlo desde ese día.

Iré a casa de mis padres, no puedo perder más tiempo.

Aunque parezca increíble, la casa de mis padres no queda muy lejos de la cafetería, queda a una distancia que en la que puedo llegar caminando perfectamente.

Son las ocho de la mañana lo que considero un tiempo prudente para averiguar algo y poder regresar a tiempo al trabajo.

Las calles son tan familiares, las personas que andan sobre ellas también me son familiares, sin embargo para ellos soy una completa desconocida.

Espero que mis padres por lo menos me reciban en la casa, estoy segura que si no lo hacen sería capaz de decirles quién soy.

Estoy casi por llegar, los nervios nuevamente me traicionan y mis manos empiezan a sudar, ¿Qué les diré? ¿Cómo me presentó?

— Hey hola, Andrés y Johanna, me llamo Leslie, seamos amigos.

No, eso definitivamente no, cerrarían la puerta en mi cara, bueno no lo harían por educación, pero me dirían que no quieren amigos.

Ya casi llego. Al doblar la esquina podré visualizar la casa, conozco muy bien cada uno de los atajos y caminos que hay en el pueblo.

Así es, ahí está la casa de mis padres, tantos momentos maravillosos que vienen a mi mente con sólo verla, recuerdo los muchos años que fuimos felices aquí, en ocasiones no teníamos todo lo necesario, pero como familia tratábamos de salir adelante, manteniéndonos unidos.

Estoy a dos casas para llegar a la de mis padres, realmente estoy muy nerviosa. Ahora no sólo mis manos sudan, transpira todo mi cuerpo.

Antes que pueda llegar al patio de la casa, veo a mamá salir de prisa, cierra con llave la puerta. Empiezo a caminar más despacio sin dejar de ver todos sus movimientos, actúo como si no la conociera pero mi corazón late al mil por hora, tenía años de no verla con mis ojos, tenía tiempo de no poder ver su rostro cara a cara.

Tiene un aspecto delgado igual que mi padre. Ella ha sufrido bastante se le nota a kilómetros cuánto le ha afectado ese desgraciado accidente.

Todavía no estaba frente a la casa, me faltaban unos pasos para llegar; mamá por fin sale a la calle, va tan de prisa que no dirige su vista hacia mí sino que sigue caminando rápido; con cuidado y para que no se percate de mi presencia la sigo desde una distancia prudente.

Va tan sumergida en sus pensamientos que no creo que sepa quién pasa a su alrededor y quién no, hemos cruzado ya tres esquinas, todavía no sé con exactitud hacia dónde se dirige.

Sus pasos cada vez son más largos, la perderé de vista si sigue avanzando así. Cruza hacia la tienda de don Fernando y me detengo de golpe, conozco muy bien hacia dónde marcha, ese camino lleva a un único lugar.

Un sitio al que no quiero ir y nunca me ha gustado visitar.

Esa calle va directo... al cementerio.


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Una indestructible mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora