Capítulo 36 - Misión

75 10 0
                                    


— ¿Duele? —pregunto y ella no responde, se limita a mirarme.

Le hago el aseo necesario y la conduzco de regreso a la habitación. Busco con rapidez un botiquín de primeros auxilios, saco una pomada para golpes y con suavidad la paso por su espalda, sé que le duele, pero no llora.

Mis lágrimas caen mientras cepillo su cabello y con toda la paciencia del mundo, hago una trenza a cada lado.

No quiero dejarla sola. Nunca más.

Escucho el grito de Sonia apresurándome por la hora, seco mis mejillas y espero unos minutos para que no se note que he llorado. Tomo a Marisol en mis brazos y la llevo cargando con cuidado hacia el primer nivel de la casa.

Otra de las empleadas es la encargada de ir a dejarla y vuelvo desconsolada e irritada a mis labores pendientes.

No pueden decirme que ella no está sufriendo, Danny y Luisa parecen ser de esas personas que viven de apariencias, dan la impresión de tenerlo todo y descuidan lo que es importante en su afán por parecer felices.

Con urgencia debo sacar a Marisol de aquí.

***

Por los siguientes días me dedico a observar el comportamiento de la "pareja perfecta". Antes de irse al trabajo y aun cuando regresan ellos tratan a Marisol de maravilla, se ve que los tres disfrutan esos momentos. Ríen, juegan, cantan y bailan hasta el cansancio. No puedo percibir maldad o que sus acciones sean fingidas.

Debo estar ignorando algo, tienen que estar sucediendo cosas extrañas que no logro captar, de lo contrario, mi pequeña no poseería esas marcas.

Veo a una de las empleadas llegar con Marisol más temprano que de costumbre. Se dirige a su cuarto y un instante después baja con una muñeca en sus brazos y sale al patio de la casa.

Aprovecho mi momento de descanso y solicito a la nana permiso para estar con la niña.

Me acomodo en una de las sillas del columpio y me balanceo despacio. Desde aquí la veo correr y dar vueltas con su muñeca.

Su rostro ahora luce rojizo por causa del sol que ha dado en su cara, parece una cerecita.

— Quiero sentarme ahí —dice agotada, la alzo y con esmero la coloco en el sentadero del columpio.

Me ubico detrás y empiezo a mecerla suavemente mientras sus manos se afianzan a las tiras del lado. Incremento poco a poco la velocidad y su risa no se hace esperar. Ríe a carcajadas como si no hubiera mañana y comienza a gritar.

— Estoy volando. ¡Puedo volar! ¡Mira Melissa, soy una mariposa!

— Sí, preciosa; la más bella mariposa.

Observo que cierra los ojos y está disfrutando mucho que el aire dé en su rostro colorado, disminuyo la velocidad para abrazarla y luego darle un pequeño beso en la mejilla, sin embargo, Sonia interrumpe el momento mágico porque debo continuar con las actividades de la agenda diaria.

La cargo y la deposito en el suelo antes de regresar a mis labores.

— Gracias Melissa —escucho su voz y giro hacia ella.

— ¿Por qué, pequeña?

— Por jugar conmigo.

Es lo que expresa y le devuelvo una sonrisa llena de ternura y alegría.

***

Algunas marcas han desaparecido de su cuerpo pero como si se tratase de una plaga se reproducen y ahora hay nuevas. Termino de vestirla y observo sus ojos cerrados y sus dientes apretados que talvez se deba al dolor provocado por sus golpes.

Una indestructible mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora