Capítulo 6 - VA y un columpio

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Voz de Ángel y un columpio


Afortunados aquellos que en vida saben apreciar lo más importante: La familia.


No me dio tiempo de reaccionar ni contradecir sus palabras. He aprendido a notar su presencia y su ausencia, lo peor es que ahora no estoy segura cuál me asusta más. Nuevamente se ha ido dejándome con muchas preguntas y dudas rondando por mi mente.

Después de esta pequeña conversación con él que desde este momento empezaré a darle un nombre porque no creo que tenga y si lo tiene no lo ha compartido conmigo. No sé si realmente lo sea pero lo estoy considerando un ángel.

Hay ángeles buenos y malos quiero confiar en que es del primer grupo. No deseo volver a equivocarme pensando lo peor y juzgarlo mal. Llita siempre me decía que éste es uno de nuestros errores más grandes, somos tan buenos para juzgar que muchas veces nos dejamos llevar por la apariencia de alguien e inmediatamente nos damos el derecho de decir si esa persona es buena o no.

Me arrepiento no haber seguido su consejo porque yo también lo hice... juzgué mal.

Recuerdo que era mi primer año de maestra y me colocaron de encargada del tercer grado, como toda comunidad había padres que tenían una buena posición económica y otros que debían esforzarse un poco más, éstos últimos enviaban a sus hijos a clases como sus recursos lo permitían pero he ahí lo importante: los enviaban.

Cierto día, uno de los niños que contaba con buena posición económica e hijo de uno de los miembros de la directiva de la escuela se me acercó furioso porque su compañerito le había robado el lápiz e insistió diciendo que no era la primer vez. Al ver a su compañerito sin su uniforme completo, desarreglado y con carita de pocos amigos, le creí. Obligué al segundo niño ir a la esquina a pararse con vista a la pared y de tarea le dejé que escribiera en su cuaderno la peor frase que un niño de 8 años puede hacer y leer: No debo tomar lo ajeno, ni robarle a mis compañeros; actué tan mal que no me conformé con una sola página le dije que debía hacer tres completas. Al día siguiente llegó la mamá del niño preocupada, enojada y casi decepcionada porque había visto la tarea que le dejé a su pequeño.

Le expliqué todo lo ocurrido, llamé al niño de clase alta y le dije que trajera el lápiz para mostrarle a la madre cuál había sido la causa de haberle dejado esa tarea a su hijo. Cuando el niño regresó con el lápiz no era el mismo que me había mostrado el día anterior, era uno distinto y nada igual que el que le había robado el niño de la señora que tenía frente a mí.

Empezaba a sentir vergüenza y a dudar de lo ocurrido, le dije al niño que ese no era el mismo lápiz que por favor volviera a buscar en su bolsón y trajera el que me había mostrado. Regresó, me entregó el lápiz correcto pero no me miró, regresó a su asiento con la cabeza cabizbaja sin decir nada.

Cuando la señora vio el lápiz, la alegría volvió a su rostro y dijo unas palabras que nunca olvidaré:

Mire señorita, nosotros somos pobres y no tenemos para comprarle las mejores cosas a nuestros hijos incluso no podemos costearnos todos los materiales que a veces necesitan; pero le puedo asegurar que ellos —tenía tres— no son ladrones, somos pobres pero con educación de esa educación que se instruye en el hogar; vienen aquí a obtener conocimientos de diferentes áreas pero puedo decirle que los valores entre mi esposo y yo nos esforzamos por enseñárselos. Ese lápiz que usted tiene en la mano fue el regalo de cumpleaños que le dimos a mi hijo hace un mes junto a un juego de reglas que él necesitaba; él no nos comentó que las ocupaba en la clase pero un vecino nuestro nos preguntó si ya se las habíamos comprado tal vez él no lo había mencionado nada para que no gastáramos en él.

Una indestructible mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora