Capítulo 11 - Milagros

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Milagros

Los milagros existen. Son reales.

No vayas hacia la luz. No la mires. ¡Ni se te ocurra mirarla! Por lo menos no hasta que puedan sacar a mi pequeña. Vamos Carol aguanta, tú puedes. —Me digo a mí misma con la mayor convicción que puedo tener en éste momento.

El dolor es espantoso, me duele todo mi cuerpo, no soporto el dolor en mi vientre, estoy sangrando. Apenas logro respirar, estoy demasiado débil para gritar.

Continúo quejándome y respirando con dificultad, escucho a los doctores decir que trate de mantener la calma, que inhale y exhale repetidamente. Empiezan a conectar cosas a mi cuerpo para mantenerme con vida pero sus caras los delatan, reflejan preocupación y resignación como si ya han pasado muchas veces por situaciones cómo éstas y saben que al final del día tendrán que dar una mala noticia a los familiares.

Trato de hablar pero sólo quejidos salen de mí, dicen que no me esfuerce que siga tomando respiraciones profundas que todo saldrá bien. ¡En sus rostros veo que ni ellos lo creen!

No soporto ésta situación. Ellos no entienden que hago lo que está a mi alcance, que si sigo respirando es para que al menos puedan sacar a mi bebé y se están tardando en hacerlo.

No me importa si éste es mi último día, deseo con todo mi corazón y con todas mis fuerzas que sea el primero para ella.

¡No puedo más! ¡Ay! ¡Dios como duele! ¡Esto es horrible! —Me retuerzo del dolor.

Como puedo tomo la mano de uno de los doctores y aunque me duele hablar le digo lo que realmente necesito, lo que es mi prioridad:

— Por... Por favor doctor —mis lágrimas caen, duele respirar— salve a mi niña, se lo suplico, no la deje morir —presiono más su mano—, por favor, realice una cesárea si es lo que se necesita pero por favor que ella viva, es todo lo que le pido, nada más.

El sólo me observa y asiente, veo sus ojos rojizos sin embargo no dice nada pero rápidamente se dirige a su enfermera y comienza a darle indicaciones que no alcanzo a escuchar y me inyectan cosas que no sé cuál es la finalidad.

Me siento cada vez más débil y sólo una súplica gobierna mi mente:

Que ella viva.

El horrible recuerdo termina y empieza uno peor.

***

Veo en la sala de espera a mamá, mi papá seguramente sigue mal y se quedó en casa, no pude conseguir sus pastillas.

Ella está sentada, llorando u orando, no sé exactamente cuál, coloca su cara entre sus manos y apoya sus codos en las piernas. La veo secar sus lágrimas y empieza a mover impacientemente sus pies.

Se ve destrozada. No quiero verla así, me cuesta verla de esta forma.

¡Si no hubiera tomado ese condenado taxi nada de esto estaría pasando!

No quiero seguir viendo la pantalla, pero no creo que tengan intenciones de apagarla y lo más probable es que dentro de unos momentos conozca la verdadera razón por la que me encuentro aquí.

Mamá se levanta desesperada de su asiento camina de un lado a otro, la recepcionista sólo la observa pero no con cara de enojo, al contrario, creo que es tristeza lo que refleja. Seguramente ella también es madre y lo entiende.

¡Daría lo que fuera por no ver sufrir a mamá así!

Lo peor es que sé exactamente cómo se siente tratar de hacer algo para salvar a tu hija y que esto se encuentre fuera de tu alcance. Entiendo su dolor, ya lo viví.

Una indestructible mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora