Capítulo 18 - Preguntas... sin respuesta

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Preguntas... sin respuesta


El amor nos vuelve ciegos. Cuánta verdad en esa frase.

Abro mis ojos y me siento rápidamente en la cama donde me encuentro, mi respiración está agitada, mi pecho sube y baja constantemente, llevo mis manos al corazón tratando de tranquilizarme, mi cuerpo está lleno de sudor. Veo hacia los lados desconociendo el lugar, todo está oscuro en la habitación, estoy encerrada en un sitio que sólo parece tener espacio para la cama y un pequeño ropero que alcanzo a ver entre tanta oscuridad.

Noto que ya no estoy usando la misma ropa, estoy vistiendo una ropa un poco más floja de lo que acostumbro. Empiezo a escuchar murmullos y pasos aproximarse, me cubro con la colcha que está tendida en la cama, solo mis ojos quedan descubiertos viendo hacia la puerta en espera de cualquier movimiento.

Me doy cuenta que sólo soy una vieja indefensa.

Los pasos cada vez se vuelven más fuertes.

Están más cerca.

Puedo escucharlos aproximarse.

Ya están aquí.

Veo la sombra frente a la puerta pero no hace nada.

Mis latidos aumentan, el cerrojo empieza a moverse de arriba hacia abajo negándose a abrir, quien quiera que sea está por entrar.

De un brusco movimiento empujan la puerta y la misma rechina al hacer contacto con el suelo, está tan oscuro que no logro visualizar quién ha entrado.

— ¡Dios mío mujer! ¡No se mueva! —Grita la que creo que es doña Martha, enciende la luz de la habitación, avanza hacia la cama demasiado rápido para su edad y por fin puedo visualizarla bien, luce realmente preocupada —no se levante, recuéstese de nuevo, derecha como la tenía. No entiendo qué le ha pasado —dice, no puedo responderle porque yo tampoco lo sé—, en un momento usted estaba bien, conversábamos tranquilamente y luego sufre un desmayo. ¡Doña Leslie, pero qué susto me ha dado!

Me recuesto tal y como ella ha indicado, ahora puedo ver que hay una butaca al lado de la cama, en la cual toma asiento.

— ¿Me desmayé? —pregunto, sinceramente nunca pero nunca en mi vida he sufrido un desmayo. Hasta ahora.

— ¡Sí mujer! No me diga que no recuerda nada. ¿Si sabe quién soy? ¿Cómo me llamo? ¿Cómo se llama usted? ¿Cuántos años tiene? ¡No me diga que perdió la memoria! —doña Martha hace demasiadas preguntas y eso hace que me duela más la cabeza.

— Tranquila doña Martha, ya estoy bien, sé muy bien quién es usted. —Con mis manos doy suaves masajes en mis sienes tratando de calmar un poco el dolor pero ella insiste en indagar más, bien podría decirse que a esto se le llama karma.

— ¿Cree que la hice trabajar mucho? Pienso que abusé de su buena voluntad y su excelente servicio. ¡Lo lamento tanto! Sigo sin comprender como en un minuto estaba bien y al otro se puso pálida y casi cae al suelo, de no ser por Nora que me ayudó a cargarla y traerla aquí no sé qué hubiera pasado. Menos mal mi casa queda junto a la cafetería, nunca había agradecido tanto saber de primeros auxilios —que guarde silencio por favor por un instante al menos, digo en mis pensamientos no me siento con demasiadas fuerzas como para hablar— este cuartito es pequeño pero si quiere puede quedarse aquí, no es del todo cómodo pero le puede servir. ¡Discúlpeme por favor! Todo ha sido culpa mía.

— Gracias doña Martha. En serio le agradezco. —Sólo quiero dormir un rato y descansar un poco, olvidarme de todo pero ella no lo entiende.

— ¡Es que usted me tenía preocupada! De nada me iba a servir llamar la ambulancia, se muere usted primero antes que ellos lleguen, tardan demasiado y aún más porque es de noche, muchísimo peor.

Me levanto de golpe y me siento en la cama, ahora recuerdo por qué me desmayé. Ella dijo que mi hija había muerto luego del accidente, no sé por qué dice eso, Jessy no ha muerto. La vi, sé que la vi. Era ella. Lo sé, estoy segura.

¿La viste con tus propios ojos? —grita una voz dentro de mí.

¿La hasta tocado con tus propias manos?

¿Cómo estás segura que el llanto que escuchaste era el de tu hija? ¿Y si te dijera que Marisol en verdad no es Jessy?

¿Qué pasaría si realmente Marisol es hija de Luisa? Vamos, piensa: Jessy es blanca, igual que Luisa. Su cabello es amarillo, ¿Recuerdas quién lo tiene así también? Creías que se parecía a ti, cuando en realidad es idéntica a ella.

Ahora, una pregunta más importante: ¿Realmente Jessy está con vida?

Ellos te han engañado.

Han estado jugando contigo.

Te han dicho mentiras porque todo esto es un experimento. —Quiero callar esa voz, no quiero escucharla. Ahora mis manos cubren mis oídos, cierro mis ojos con fuerza y me muevo inconscientemente hacia adelante y hacia atrás como una niña pequeña. Con miedo. No importa cuánto cubra mis oídos, la sigo escuchando, la voz es interna, está dentro de mí.

Te han mostrado lo que ellos querían que vieras —sigue— por qué crees que aparecían imágenes aunque no presionaras los botones. Por qué crees que se apagaba la pantalla sin que oprimieras nada y después no podías seguir viendo por más que quisieras. ¿Por qué? ¿Por qué?

¿Quieres saber por qué? Porque te han estado utilizando, están disfrutando verte buscar a alguien que ya no está, alguien que nunca estuvo. Ellos mismos te dijeron que no confiaras tan rápido. Ja, ja, ja no creíste que se referían a ellos mismos. ¿Verdad?

— Cállate, por favor, no hables más— grito con las pocas fuerzas que he recuperado, no puedo dejar de moverme de un lado a otro— calla, vete. Ella está bien, mi pequeña está viva.

¿Estás segura de lo que dices? Eres tan inocente. Te has dejado engañar tan fácil. Tú misma te cegaste por amor al pequeño ser que creció en tu vientre.

El amor nos vuelve ciegos, cuánta verdad en esa frase Carolina. ¿No crees? El amor hacia tu hija no te ha dejado ver las cosas como son en realidad. No te culpo, era predecible; los humanos son tan cerrados de mente que escuchan sólo lo que quieren, lo que creen que les conviene y aunque al final se den cuenta que están equivocados son demasiado orgullosos como para reconocerlo o admitirlo porque siempre quieren tener la razón aunque ésta sea errónea.

Una fuerza empieza a sacudirme de los hombros, pero no quiero abrir los ojos, no dejo de insistir en que se cierre la boca por lo que más quiera.

Siento unos brazos rodearme, trato de zafarme, pero de nuevo me envuelven, mis párpados comienzan a abrirse lo suficiente para darme cuenta que doña Martha me está abrazando, sus manos acarician mis brazos de arriba y abajo, tratando de tranquilizarme.

— Sshhh, Sshhh, todo estará bien doña Leslie, todo estará bien.

No recuerdo la última vez que las cosas han estado bien, me está tratando como una niña pero justo ahora así me siento. Escondo mi cabeza en su cuello y las lágrimas no tardan en salir, agradezco que no pregunte nada, sólo se limita a rodearme. Lloro desconsoladamente sobre ella y pienso en todo lo escuchado hace unos momentos. ¿Realmente sólo me han usado?

— Ella está bien, debe estarlo, yo la vi doña Martha, le juro que la vi, sé que está bien —las lágrimas continúan cayendo por mis viejas mejillas—, nunca la he visto en persona pero estoy segura que es mía.

— Sí, sí, tranquila, ella está bien, todos estamos bien. —Afirma, aunque sólo lo dice para que me tranquilice, ni sabe que estoy hablando de mi pequeña Jessy.

Jessy está viva. Mi pequeña está bien. Jessy mi amor, tú sobreviviste. No pudiste morir, no lo hiciste.




Hola, no tengo nada que decir de éste capítulo :(

¡Nos leemos pronto! :D

Una indestructible mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora