Capítulo 40

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Abro lentamente mis parpados y al instante vuelven a cerrarse por lo molesto que me resulta la claridad, una vez más lo intento sólo para darme cuenta que son muchos los ojos que están enfocados en mí. Sus caras de asombro me causan un extraño temor.

Casi de inmediato, un ambiente tenso comienza a formarse en la habitación, nadie es capaz de hablar, se limitan a observarme como si estuvieran frente monstruo, un verdadero y espeluznante monstruo.

El silencio y las miradas interrogantes se convierten en la única forma de expresión, ninguno puede salir del trance en el que se encuentran.

Veo a tres doctores en el cuarto y entre ellos está la "perfecta" doctora Luisa. Uno de ellos tenía su mano en la máquina que servía de ayuda para mantenerme viva, estaban a escasos segundos de desconectarme y al parecer su plan ha ido directo al lugar donde descansan los sueños incumplidos.

Mamá está sin habla mientras mantiene su mano sobre la mía y parece que no puede creer lo que está viendo, pues sus ojos están a punto de salirse de sus órbitas. Parpadea muchas veces mientras sus lágrimas caen de manera incesante y sin control; estoy segura que no ha dejado de llorar desde que se enteró que papá firmó los papeles, sin embargo, parece ser que en estos momentos sus lágrimas son de alegría.

Aún no logra creer que he vuelto.

Incluso para mí, es difícil asimilarlo, pensé que me seguirían engañando como ocurrió con las cosas que visualicé a través del espejo, sí, quizá hasta cierto punto eran ciertas, pero las mostraban incompletas. No puedo negar que en algún momento dudé que en verdad cumplirían con su parte del trato pero a pesar de todo, esa era la única alternativa que tenía y quizá la última que se me ofreciera.

Y ahora, de nuevo estoy aquí, pero sé que esto... aún no ha terminado.

Presiono suavemente la mano de mamá y le muestro una sonrisa ladeada. Quiero que salga de su estado de shock y que se dé cuenta que en verdad estoy aquí, que he regresado.

— ¿Carolina? ¿Hija? ¡En verdad, has vuelto! ¡Oh, por el amor de Dios, qué estoy diciendo, lo has hecho, estás aquí! Oh, mi vida, lo has logrado.

Mi cabeza duele como si la estuvieran martillando con fuerza y no sé si es porque mamá no está hablando sino que prácticamente grita y con sus nervios alterados llora sin parar o talvez me duele porque recién he despertado del coma. No estoy segura cuál de las dos pero es un dolor descomunal que siento mi cabeza a punto de estallar.

Mamá me abraza mientras llora de alegría, ignoro el dolor y correspondo con toda mi alma su abrazo. Besa toda mi cara empapándome de sus lágrimas sin embargo yo trato de reír a causa de ello.

Sé que ella deseaba ser la primera en verme despertar y así ha sido. Nunca perdió la fe, nunca se cansó de confiar y creer que sí lo lograría, ella nunca dudo... de mí.

Los doctores no comprenden lo que sucede e incluso Luisa está aturdida, su rostro refleja que no sabe qué sigue después de un caso como estos, es como si nunca hubiera ocurrido antes, al menos, no después de tantos años y ahora luce como una completa ignorante sobre cómo actuar con este acontecimiento.

Giro hacia mamá y digo lo que quizá nunca debí dejar de decir y ahora que puedo hacerlo de nuevo, me encargaré de que ella sea la que se canse de escucharlo:

— Mamá, no sabes cuánto te amo —expreso y después de seis años, éstas son mis primeras palabras. Ella está en un completo descontrol y llora aún más mientras reposa su cabeza en mi pecho, estamos casi recostadas las dos en la misma cama.

— También yo pequeña, también yo —gime—. No puedo creer que estábamos a punto de decirte adiós. No puedo creer que casi te pierdo para siempre. Lo lamento Carol, lo siento hija, todo esto fue mi culpa. ¿Te sientes bien? ¿Te duele algo? ¿Necesitas ayuda?

Una indestructible mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora