Capítulo 35 - Nueva familia

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Visualizo su figura salir con prisa del trabajo. En el trayecto se va despojando de la bata blanca y suelta su coleta dejando caer su cabello amarillo sobre su espalda; sus pasos van en dirección al parqueo que se encuentra al lado derecho del hospital. Asumo que son las ocho de la noche e imagino que por eso las calles se encuentran solitarias y oscuras.

Ahora que mi cuerpo es joven, mis pies son más ligeros y hasta creo que camino más rápido que ella, me veo en la obligación de frenar la velocidad de mis pasos para que no perciba mi presencia.

Nuevamente soy irreconocible, mi cabello ondulado está entre rojo y naranja, el cual llevo en un moño despeinado y algunos mechones caen sobre mis ojos cafés claros. Soy una chica blanca, delgada, con una estatura por encima de la normal pero aun así no aparento más de dieciocho años, lo cual me da cierta ventaja, pues aunque siendo Leslie averigüé varios datos, poseyendo menos edad sobre mi cuerpo, podré movilizarme con más rapidez.

Tengo una nueva identidad, mi nombre es Melissa.

Me escondo detrás de una arista del parqueo y puedo notar cuando su silueta sube al auto y lo enciende.

El auto no se mueve y me desespero, cambio varias veces de posición para que mis músculos no se entumezcan.

Pasan varios minutos antes que decida por fin arrancar el vehículo y ponerlo en marcha para salir.

Por más rápidos que sean mis pies, no puedo competir contra un auto. No podré seguirla así y necesito conocer dónde vive y por ende el lugar donde habita mi pequeña.

Si no pude salvar a una, de ser necesario moriré en el intento para proteger a la otra.

Las imágenes que vi en el espejo sólo mostraban la parte exterior de su hogar pero me fue imposible identificar el lugar donde estaba ubicada la casa y es por ello que necesito seguirla.

***

Cada vez que recuerdo ese día, me dan ganas de vomitar y los recuerdos más dolorosos vienen a mi mente que me es inevitable no entrar en pánico con el simple hecho de ver uno de ellos. En cambio, hoy, no me queda otra opción.

Pido nerviosa al chófer que siga el auto que acaba de salir del parqueo, aseguro que ahí viaja mi familia pero que no todos cabíamos en el vehículo y por votación unánime, ellos dispusieron que fui la elegida para viajar en taxi. Él taxista ni siquiera me atendió, al parecer lo único que le importaba es que tenía una nueva carrera.

Los nervios me consumen, no tanto por el hecho de estar siguiendo a alguien, sino por ese horrible día que viajando en un coche como éste se marcó la vida de mis padres, de mis pequeñas y la mía.

He llorado de emoción al darme cuenta que dos personitas crecieron en mi vientre y aunque una de ellas ahora es un angelito, tengo una nueva razón para seguir luchando: Marisol.

¡Dos bebés! No pude haberle pedido más a la vida. Sí, quizá, sí. Disfrutar tiempo con ellas.

Habría sido magnífico verlas jugar juntas, corriendo de un lugar a otro, vistiendo la misma ropa, calzando los mismos zapatos e incluso peinadas con el mismo estilo.

Pensar en una vida con ellas, me ha hecho olvidar que voy en un taxi y cuando menos acuerdo ya hemos llegado. El chófer se estaciona en una de las calles de la lujosa residencial, donde no sólo la casa de Luisa es enorme, todas aquí son mansiones ostentosas.

Pago el viaje con el dinero que había ahorrado trabajando en la cafetería de doña Martha. Sabía que necesitaría esas propinas en alguna ocasión.

Una indestructible mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora