Capítulo 24 - Fe

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  Sin fe... no  existe esperanza.

En éste preciso instante mi rostro embarga emociones encontradas; verla siempre causará en mí una alegría inmensa y descomunal, mis deseos por estar con ella jamás se irán; mamá es el vivo ejemplo de aquellos que aunque no parecen fuertes es indudable que lo son, es el tipo de persona que está dispuesta a caer si tú caes y si puede te ayuda a levantarte, es la clase de ser humano que aunque sólo tenga un vaso de agua lo comparte sin pensarlo dos veces y yo tengo la dicha que sea mi madre.

Y en este momento está frente a mí.

No pasan ni segundos para que una enorme sonrisa se extienda en mi rostro, siento un cosquilleo en mis manos y mi estómago, ahora sí tendré la oportunidad de hablar con ella, de intercambiar palabras y si tengo suerte, le daré un abrazo.

Sé que nuestro primer encuentro no fue el más lindo, ni tampoco el que yo hubiera preferido; nunca había visto a mi madre tan destruida y derrotada como en ese horrible día cuando descubrí la peor noticia de mi vida.

Un suceso que no he sido capaz de aceptar.

Camino con pasos lentos hacia donde se encuentra concentrada leyendo lo que parece un artículo, me siento en la silla que está a su lado derecho; está embelesada en su lectura e igual que la vez anterior no se percata de mi presencia y esto me da tiempo para examinarla.

Aunque su rostro luce cansado y sus arrugas son más visibles me alegra que sus ojeras han disminuido un poco, sigue delgada y es muy notable que ella ha descuidado un poco su salud. Veo el artículo en el que está absorta sin embargo no alcanzo a distinguir bien el título, de un momento a otro sus manos empiezan a temblar de manera incontrolable, la revista cae al suelo pero ella no parece asustarse ni inmutarse, es como si lo estaba esperando; cierra sus ojos con fuerza porque no puede hacer nada más.

Al contrario de su serenidad mis nervios se alteran, mi cerebro quiere enviarme malas noticias que no estoy dispuesta a recibir, por lo que me levanto rápidamente de la silla y me arrodillo frente a ella, con cuidado coloco mis manos sobre las suyas y al instante abre sus ojos con sorpresa y mucha inquietud. Al verme me reconoce, una pequeña sonrisa asoma en sus labios, no mueve sus brazos permite que las siga sosteniendo, vuelve a cerrar sus ojos y su cara es la viva imagen de la tranquilidad.

Cuando creo que sus manos se han calmado regreso nuevamente a mi lugar en silencio.

— Gracias. —Susurra girando su rostro hacia mí y regalándome lo que llamaría una sonrisa sincera.

— N... no hay de qué. —Mis nervios siempre me traicionan cuando estoy cerca de ella.

— Nuevamente nos vemos, parece que estamos destinadas a encontrarnos en lugares poco comunes, ¿no cree?

— Lo mismo opino, debo confesarle que son lugares que no me gustan.

— Dígame, ¿hay alguien a quién le gusten? Son sitios que uno nunca espera visitar o por lo menos no tan pronto. ¿Recuerda dónde nos vimos la primera vez? Ese es el lugar que le dice a la esperanza, ya no hay tiempo para más, hasta aquí concluyó tu fe, tu amor, tu dolor... tu vida. ¿Sabe que es lo peor?

— No...

— Lo horrible de todo, es que no importa que a quien se le termine la esperanza sea un pequeño angelito que venía con muchas ganas de vivir.

Mi pequeña.

— Lo sé...

— Si le parece dejemos ese tema porque aunque lloremos y suframos mucho es algo que no vamos a poder cambiar aunque diéramos la vida en el intento. Ahora sólo nos queda luchar por lo que todavía tiene esperanza aunque no pueda ser vista a simple vista, aun cuando hay varios que dicen que ya no hay solución y que debo darme por vencida yo sigo confiando y creyendo que aparecerá una, sé que habrá una salida. He comprobado que sin fe no veremos el resultado de lo que creemos.

Esa es mi madre, la que siempre se muestra fuerte y no importa cuánto sufra ella siempre tendrá una palabra de aliento.

— ¿Qué la trae por aquí? Usted no se ve enferma. —Interroga mamá.

— Ahora me ve bien porque ya iba de salida, tuve una pequeña recaída hace unos días pero los doctores dicen que ya estoy bien. La vi sentada y quise saludarla, espero que no le incomode.

— Al contrario, me ha agradado verla; creo que hemos vividos cosas similares pero aquí seguimos en pie, cuando quiera hablar con alguien puede confiar en mí. Si no estoy aquí, puede visitarme en mi casa.

Dos invitaciones. Éste ha sido un buen día.

— No sabe cuánto le agradezco.

Volver a mi hogar. ¡Eso sería hermoso!

— Dígame Johanna y... ¿Usted es?

— Leslie.

— Lamento el sitio pero mucho gusto Leslie. Sospecho que nos llevaremos bien.

— Eso me encantaría.

— Doña Leslie sigue todavía aquí —dice Lucy al llegar donde nos encontramos— ¡Yo la hacía descansando!

Le sonrío, ella en verdad me agrada.

— Eh, no me regañes, ya casi me marcho. —En realidad no quiero dejar a mi madre.

— Bueno pues, a lo que venía, señora Johanna ya puede pasar.

— Lo siento Leslie debo visitar a alguien...

— No, no, está bien yo... digo, eh, ya me voy.

Me levanto y me despido con la mano en el aire. Sé a quién visitará.

— Leslie —me llama mi madre cuando estoy por salir.

— ¿Si?

— ¿Me quisiera acompañar?

Hubiera esperado una nueva invitación, pero no ésta, no contaba con verme en una cama de hospital, casi muerta.

Lucy nos observa un poco confundidas como si no entendiera la situación, en realidad ni yo la comprendo. Veo en su rostro que trata de decirme algo, no puedo captarlo bien, parece decir que me niegue; pero no deduzco muy bien si se refiere a eso o tiene un tic en su cabeza.

— Lo lamento, si no puede no hay problema; será en otra ocasión —Expresa mi madre.

— Claro que la acompaño. —Anuncio sin pensarlo pues al final éste era uno de mis objetivos principales.

Veo la cara de frustración de Lucy pero sigo sin saber por qué.

— Gracias —comenta mamá acompañada de un suspiro—, vamos.

— Puedo hablarle un minuto doña Leslie, olvidé recetarle algunos medicamentos —dice Lucy, pero sé que miente— puede adelantarse señora—observa a mi madre— yo le diré a ella cómo llegar.

Mi madre sale sin poner objeción; ella no ha percibido el extraño comportamiento de Lucy.

— ¿Doña Leslie conoce a Johanna? ¿Desde cuándo? ¿Sabe a quién va a visitar?

— Tranquila muchacha, ¿a qué se debe todo esto?

— Mire, le seré sincera, llevo al menos dos años trabajando aquí pero he escuchado los secretos a voces que corren por los pasillos. Sólo le recomiendo que tenga cuidado. Por favor prométamelo.

No entiendo a qué se refiere pero asiento con mi cabeza.

— Usted no entiende lo grave y delicada que puede ser la situación de ella y su hija, la chica que visita a diario; doña Leslie, escúcheme bien porque no me refiero precisamente al estado de salud de Carolina, la hija, es algo mucho mayor, dígame por favor con su voz que se cuidará.

— Está bien Lucy, lo prometo.

— Le ruego que no rompa esa promesa. No quiero perder a nadie más, no deseo ver cómo alguien que considero especial se va de mi vida otra vez y que nuevamente me encuentre sin poder hacer algo. Créame cuando le digo que debe cuidarse; aquí se mueven intereses muchos más fuertes que el simple hecho de tener a la hija de Johanna en el hospital.



Hola... ¡Pronto el siguiente! =)

Una indestructible mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora