Capítulo 28 - Días alegres

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Días alegres


Todas mis mañanas son felices desde que mamá me permitió acompañarla a ella y a su hija. Después de verlas, regreso justo a tiempo para comenzar mi turno a las doce del mediodía en la cafetería.

Las cosas están marchando muy bien entre nosotras, he ganado su confianza aunque ella ya contaba con la mía, también en la cafetería las ventas han subido, ahora soy más ágil atendiendo a los clientes, Nora la otra chica que trabaja conmigo descansa mientras me encargo de servir, entre las dos formamos un buen equipo y doña Martha está muy agradecida con ambas. Según ella, nunca en sus tantos años de tener la cafetería le había ido tan bien y esto le genera más energía de la que ya posee.

Me alegra tanto haber conseguido que mamá saliera de ese lugar que le está consumiendo la vida aunque ella no se dé cuenta, tuve que rogarle muchas veces para que dejara el hospital y respirara aire fresco, después de obligar a Lucy para que le dijera que si Carolina despertaba ella sería la primera en enterarse y que si no lograba contactarla le haría saber a mi cuerpo que mamá había estado allí todo el tiempo, obviamente antes de aceptar ella puso algunas condiciones.

1.- No debíamos ir tan lejos.

2.- No más de dos o tres horas fuera.

3.- Primero debíamos visitar a Carol y luego salir.

4.- Si la doctora que atendía a su hija llegaba, no habría salida por ese día.

5.- Que no dejara de visitarla. Hubiera salido o no.

Sonreí cuando terminó de mencionar sus indicaciones por lo menos éstas sí me parecían justas y muy bien formuladas. Claro, es mi madre.

Me explicó que hace poco le habían entregado una tarjeta que le permitía ver a su hija varias veces al día. Una en la mañana y otras en la tarde, se me hizo raro pero no lo comenté porque eso permitía que pasáramos las mañanas juntas en diferentes lugares.

Algunas veces salíamos a caminar mientras conversábamos de todo, desde la salud de su esposo, de la falta que le hace su nieta, de mí por supuesto, hasta hablamos de lo cambiante que es el clima, mamá piensa que somos los principales culpables de eso y es algo que no pude negar ni contradecir.

Otros días, nos dirigíamos a comprar ropa a una tienda que queda cerca y aunque al principio se negaba a aceptar las prendas que le compraba terminaba amándolas porque era ropa bonita y sencilla como a ella le gusta. Había un vestido color azul, calculé que le llegaba a las rodillas, o tal vez un poco más abajo, me llamó mucho la atención porque estaba compuesto por flores pequeñas de diversos colores en todo su contorno, la parte superior era ajustada y con cuello en U, sin mangas, también tenía varios botones en la parte delantera pero sólo estaban de adorno pues el vestido se abría por medio de un zipper que estaba escondido en el costado izquierdo; la parte de abajo siempre cubierta de flores era más acampanada que le permitiría dar el paso cómodamente y sin fatigarse si el día que lo usara decide hacer calor. Para mis gustos le quedaría perfecto.

Al día siguiente de habérselo entregado dijo que lo amó, mamá amó el vestido, ahora es uno de sus favoritos; sólo sobrepasado por uno que le compró su hija.

Cada vez que puede, mi madre pasa a cenar en la noche y comemos juntas; cuando le comenté que trabajaba en esa cafetería con doña Martha, se sorprendió y dijo que iba a tratar de ir aunque le traía nostalgia comer ahí porque recordaba muchas cosas que había compartido junto a su familia en ese lugar; la cafetería era uno de nuestros sitios favoritos cuando uno de los tres cumplía años. Últimamente no lo frecuentaban por lo mismo, se les hace difícil ir a un lugar donde disfrutaron tantas alegrías que ahora sólo son recuerdos.

Una indestructible mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora