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  —  No, no lo harás... —murmuro, notando que después de la orden del director, Luisa se dirige a mí— . ¡Aléjate! —Le grito—Ni un paso más, te lo advierto.   

  — Carolina, juro que sólo es un calmante. Deja que lo haga, por favor — suplica, como no queriendo quedar mal frente al director.

  — Un calmante ni que nada, no quiero y no lo harás. No puedes hacerlo sin mi consentimiento. ¡Ni tú, ni él! — digo señalando al que creí intentaba ayudarme a salir de prisión—. Escorias de la sociedad, los dos, dan lástima, dan pena. Mentirosos, son una plaga maligna.

  — Que educada Carolina —habla por primera vez el No Robert, luego de haber exigido inyectarme—. Está bien doctora, no desperdicie el líquido. Haremos algo mejor: Conversaremos.

  — Pues tendrán que conversar entre ustedes porque yo me voy —digo levantándome, hasta las fuerzas he recuperado por la furia que atraviesa cada átomo de mi cuerpo—. No soporto seguir viéndolos. Me dan asco.

Él se atraviesa en mi camino y me obstaculiza el paso.

  —  ¿El tiempo te hizo olvidar los modales, Carolina?

Abro mi boca por sus palabras hirientes, hasta Luisa luce sorprendida por la dureza que transmite a  través de sus palabras.

  — Prefiero perder los modales y parecer una maleducada que ser una asesina y una ladrona — respondo.

  — ¿Pretendes decirme algo? 

 — Bien lo sabes, de hecho, los dos saben exactamente de lo que hablo, no se hagan los desatendidos.

  — A decir verdad, no sé a qué te has referido en las últimas horas —interviene Luisa.

¡Hipócrita!

Tomo varias respiraciones antes de decirle lo que he estado pensando.

  — Sabes qué Luisa —me giro con furia hacia ella—. Tú, eres peor que él. Aparentas ser una mujer buena, cariñosa, atenta y todo lo que la sociedad llamaría: "Una mujer perfecta", en cambio, nada está más lejos de la realidad. Engañaste a los demás, pero ahora que he vuelto voy a demostrarles a todos de lo que eres capaz. Se enterarán muchas cosas de ti y de este hombre que se hace llamar director.

  — Roberto Harman —me corrige él—.

  — No me importa tu nombre, pero sí me interesa lo que has sido capaz de hacer. Dime, ¿Cómo hiciste para desaparecer al subdirector?

  — No sé lo que dices, pero el subdirector se fue para otro país —explica Luisa.

 — ¿Y supongo que esperas que lo crea? dime, ¿a qué país?

  — No lo sé, el director no me lo dijo.

A la... ¡Con razón no sabe de qué estoy hablando!

  — ¿Y qué más te dijo? ¿Que le dieron otra plaza y se tuvo que ir de prisa, sin despedirse?

Ella empieza a ver al director con cierto temor y desconfianza; confirma con su cabeza que eso fue lo que le dijo.

— Vamos, Harman —le aliento con potencia en mi voz—, ten el valor de decirle a tú cómplice qué le sucedió al subdirector. Pensé que no había secretos entre ustedes —concluyo con ironía mis palabras.

—  ¿Qué está sucediendo? — le pregunta Luisa con desconcierto—¿Me mentiste? ¿El subdirector no está en otro país?

Veo el dolor y lo que le cuesta pronunciar frases. Parece que le causa fastidio que le haya mentido. Mejor, así se da cuenta con la clase de persona con la que ha tratado.

Una indestructible mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora