Capítulo 21 - Vidas sin vida

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Vidas sin vida


Sabía con claridad cuál era el destino de mi madre y las dudas comenzaron a llegar a mi mente al instante. Podía escuchar en mi interior: «Te lo dije, no quisiste escucharme. Yo traté de avisarte.»

Pero esta vez la ignoré.

Seguía unos pasos detrás de mamá, ella está cruzando la calle, mis pies duelen por haber caminado tanto y de manera rápida.

Me prohíbo sacar conclusiones de lo que sucede, no quiero echarme a llorar cuando posiblemente estoy a punto de descubrir algo y ese algo es muy importante para mí, es todavía más doloroso cuando ese algo es en realidad alguien, es aún más desgarrador cuando ese alguien es tu razón de existir, cuando ese alguien es tu fuerza para querer vivir un día más, cuando ese alguien es el ser que te motiva a hacer lo que sea por verla aunque sea una vez, incluso desafiar la misma naturaleza si al final puedes disfrutar tu vida con ese alguien.

A nadie le deseo estar en una situación como ésta, cuando sabes que ese alguien es el ser que más amas y es la personita por la cual no dudarías en entregar tu vida por completo con tal de verla sonreír, disfrutar y sobretodo... vivir.

Cruzo por fin la calle y entro a la floristería de don Fernando donde compro un pequeño ramo de rosas, creo que mamá también compró algo porque la vi detenerse un momento aquí. Pago el valor del ramo y salgo nuevamente a la calle. El sol cada vez está más fuerte, el calor comienza a ser sofocante mientras avanza el día.

Estoy en la puerta del cementerio.

Un extraño escalofrío recorre mi cuerpo haciéndome temblar y causando que los vellos de mis brazos se vuelvan ariscos y mi piel se convierta en una perfecta piel de gallina.

Tengo temor entrar ahí.

No quiero hacerlo.

No quiero entrar.

El cementerio siempre ha sido y será el lugar de sueños incumplidos, de metas cortadas, de vidas arrebatadas; ha sido el lugar que eternamente he querido evitar, aunque sé que es uno del que no puedo escapar.

A lo lejos alcanzo a visualizar la figura de mamá que no deja de moverse, sin darme cuenta ingreso al cementerio y de nuevo comienzo a seguir su silueta que avanza entre las tumbas frías de éste silencioso lugar.

Con cuidado de no tocar ni caminar sobre ninguna, doy meticulosos pasos sin perder de vista a mi madre, sin embargo eso sería absurdo considerando que éste lugar no es muy grande, pues el pueblo tampoco lo es.

Mi madre ha llegado a su destino. Se arrodilla frente a una de las tantas cruces que sobresalen pero todavía no alcanzo a distinguir ni leer bien la inscripción de la misma. Me quedo a tres tumbas de distancia de la que ella se encuentra y también dejo caer mis rodillas.

La pequeña tumba en la que me encuentro es la de un niño quién en vida fue Sergio García, quizás su familia se mudó hace poco aquí porque no lo recuerdo, murió de siete años de edad según lo escrito en la descripción con la siguiente dedicatoria:

Has partido a un mejor lugar; dejaste un gran vacío en casa, en cambio en nuestros corazones siempre perdurará tu amor.

—Lo siento Sergio, espero que estés descansando, no te conocí, ni supe quién eras pero tenías toda una vida por delante. Eso ha de dolerle a tu familia, estoy segura que el cielo es el que ha ganado al tener un angelito más.

Una indestructible mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora