Capítulo 39: Historia

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Al ver el estado en el que me encuentro, Lucy solicita permiso y me lleva al cuarto que alquila. Me da algunos calmantes y son los únicos que logran hacerme dormir.

— Melissa, vamos, arriba, levántate. ¡Creo que tengo algo!

— No quiero nada, no más malas noticias, en serio, por favor ya no Lucy.

— Ésta es diferente. Levántate, carajo o te levanto. No me obligues Melissa, que sabes que lo hago.

— ¿Qué hora es? Duerme Lucy, mañana lo vemos.

— Son las dos de la mañana, así que ya es mañana. ¡Holgazana! Levántate. ¡Ahora!

No hay método más efectivo para levantar a alguien que el que se ha utilizado por años y es el mismo del cual Lucy ha hecho uso. El agua helada corre por mi cuerpo y los vellos de mi piel se erizan al instante.

¡Quiero golpearla!

— Arriba, me lo agradecerás.

— Espero que sea bueno, sino te ahorco, lo hago Lucy.

Me tira una camisa holgada para que me cambie e insiste en que me dé prisa. Salgo del baño y sin darme tiempo a secar el cabello me lleva hasta la mesa donde están regados los sobres con todo el contenido que tenían dentro y me obliga a que los lea una vez más, lo hago, sin embargo no entiendo qué es lo que debo ver.

— ¿Qué quieres Lucy? Que siga viendo estas amenazas junto al acta de defunción de mi hija, quieres que continúe perdiendo la esperanza alguna vez tuve —le grito fuerte, mis ojos están hinchados de tanto llorar y me duelen pero es impresionante que las lágrimas no se agoten, siempre hay más— ¡Qué más quieres que haga! ¡Ya no hay nada que hacer Lucy! Me oyes, nada.

Dicho esto, me dirijo con furia hacia la cama, pero Lucy me toma del brazo.

— Vamos cabeza de zanahoria, mantén la calma, sé lo que te digo. Ahora, quiero que te controles, que de nuevo veas esas notas y si quieres, después te desquitas conmigo, te doy permiso pero no sin antes darle una última ojeada.

Me siento de nuevo frente a la pila de papeles y las empiezo a inspeccionar aún no convencida con lo que se supone debería encontrar.

Las leo con cuidado en el orden que fueron dejadas en casa de doña Martha. Una por una va pasando frente a mis ojos y no dejo de lado el respectivo adjunto que venía consigo.

Nada, no puedo apreciar nada.

— Vamos Melissa, fíjate en las letras. Léelas detenidamente. La zanahoria es buena para la vista, demuéstralo Melissa.

Hago un nuevo intento y esta vez lo hago de manera más persuasiva y minuciosa que inspecciono letra por letra hasta que he acabado con todas.

Cuando he acabado con todas, rio.

Veo hacia Lucy quien al verme asiente con una enorme sonrisa y entonces estallo en una risa conjugada con llantos que seguramente ha de haber despertado a los vecinos de Lucy y los del pueblo entero.

Lloro, rio, veo las notas, vuelvo a reír y por último sonrío.

— ¿Crees que es cierto? Lucy, de verdad, ¿crees que es cierto? No quiero que nos hagamos ilusiones.

— Lo creo, pero debemos averiguar más, hay que llegar hasta el fondo de todo esto. Misión reabierta —concluye con entusiasmo.

Me levanto y la abrazo con todas mis fuerzas y le agradezco infinitamente porque ella fue la primera en descubrirlo, luego de eso, descansamos las pocas horas que quedan para que el amanecer aparezca.

Una indestructible mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora