La napolitana

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Cuando yo era más joven, Buenos Aires era lúgubre, asqueroso, sucio, feo, lleno de moscas, hediondo y, todo junto, aterrador. Pero con los años, lamentablemente, la ciudad fue colina arriba. Las calles se limpiaron un poco, los alquileres subieron y de a poco todos los viejos lugares que amábamos comenzaron a desaparecer. "Frontera", el viejo boliche donde íbamos a bailar, se convirtió en una librería. "El gurí", la bicicleteria del barrio, se transformó en un Burger King. Y un viejo teatro en el centro de Buenos Aires se convirtió en un bar. Y no solo en un bar, en nuestro Bar, donde yo trabajaba.

Lo que nos lleva a una noche, cuando me acerque a ver que deseaban ordenar un grupo de personas, que resultaban ser mis mejores amigos.

—Entonces—dijo Fiorella—¿Qué vamos a pedir?

—Tenemos un nuevo cocinero—dije—Esta vez sin antecedentes de prisión por envenenamiento.

—¿Qué les parecen unas milanesas a la napolitana?—dijo Genie—Podemos pedir cinco de esas.

—Pensé que habías empezado la dieta ayer—dijo José.

—¡La termine antes! Y me estoy muriendo de hambre. Cinco milanesas.

—Ok—dije—Cinco milanesas a la napolitana.

—¿Y si pedimos pizza?—dijo Fiorella

—Comimos anoche—dijo Eva.

—¿Hamburguesas?—dijo José.

—Comimos esta mañana.

—¡Hey!—dijo Genie—Siempre hacen lo mismo. Están una hora para pedir algo de comer y después igual comemos acá. ¡No he comido en dos días! ¿Podemos simplemente pedir esas cinco milanesas maravillosas más lo que sea que ustedes quieran comer?

Una hora después.

—Genie—dije, trayendo los platos de todos—La tuya sale en cinco minutos.

—¡Muere, Juan! Soy tu exnovia, se supone que tenes que servírmela primero a mí. Pero, dale, empiecen sin mí.

—Graciaaas—gritaron los demás.

—Esta buenísima—dijo Fiorella—Es como una fiesta de carne y sabores en mi boca.

—Es como si un ángel la hubiera preparado—dijo Simón—O se hubiese caído dentro del queso.

—Ángel no creo. Moscas, por otro lado....

—¿Qué dijiste Juan?

—Que voy a felicitar a nuestro chef.

—Tampoco es para tanto—dijo José—Claro, cuando han probado las mejores milanesas a la napolitana de Buenos Aires, pierden el paladar para aguantar las terrenales.

—Y supongo que vos comiste la mejor milanesa de Buenos Aires.

—Genie no preguntes...—dije.

—Gracias por preguntar, Eugenia. Fue hace diez años, cuando volvíamos de bailar una madrugada apacible de Buenos Aires. ...

Diez años atrás.

Había perdido a Juan, creo que estaba borracho y durmiendo en el banco de alguna plaza. Solía tener miedo de volver solo y a esas horas, pero descubrí algo maravilloso: cuando la ciudad se está despertando, todo parece brillar y la gente es más amable.

Así que por ahí iba yo, caminando de regreso a casa, saludando a la gente y a todos los que se me cruzaban, incluso con un hombre que ofrecía fotos artísticas delante de una galería de arte. Y, entonces, cuando me empezó a dar un poco de hambre, doble una esquina y ahí estaba: el negocio más pequeño que jamás había visto, dulcemente acomodado entre un locutorio y una tienda de porno en VHS.

How I met your motherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora