El resto del grupo estaba alrededor de nuestra mesa, bebiendo y comiendo, al momento de mi llegada al bar. Tenía puesta una campera azul de deporte, mis pantalones cortos de Boca, un bolso que dejaba ver la circunferencia de una pelota y un par de botines colgando de mi brazo.
—¿Qué haces, José?—dije—Tenemos que entrenar.
—Oh, dios—dijo mi amigo, visiblemente desanimado.
—¡Vamos! Este tiene que ser nuestro año.
—Estos partidos no son tan importantes....
—Si el futbol da revancha, esta tiene que ser nuestra revancha. ¡Este es el año!
—Wow Juan—dijo Fiorella—No te veía tan emocionado desde que conociste a Ge...—todos la miramos. Yo alce una ceja y me lleve un dedo a los labios—Ge...Ge...¡Gepetto! Cuando eras chiquito digo. Ya saben, el carpintero.
—Tiene sentido—dijo Simón—Porque en lo que respecta al futbol sos de madera, como Pinocho.
—Juan no se pone desodorante, usa lustra muebles—dijo Genie.
Simón y Genie hicieron un highfive.
—No me importa lo que digan. Solamente necesito entrenar y calibrar la mira. Y vos también José. No te olvides, somos Riquelme y Palermo.
—Prefiero ser el Enzo. No quiero tener nada que ver con los bosteros.
—¿Por qué es tan importante esto? ¿Acaso no se juntan a jugar y listo?
—Oh, Genie—dije, sentándome en la cabecera de la mesa—Es muy importante.
El año 2012
Todos los años teníamos este partido de futbol 7. Era EL partido del año. Mucho más que cuando se enfrentaban los equipos de los supermercados surcoreano y norcoreano. Nosotros jugábamos contra nuestros peores enemigos, mucho peores y detestables que nuestros enemigos que eran compañeros del trabajo y conocidos. Por eso nos uníamos contra los sucios del Banco de enfrente: el RPNB. Odiaba a ese grupo de subsidiarios de una banca estadounidense. En ese sentido éramos igual a los norcoreanos.
Recuerdo el último partido claramente. Jugábamos dos tiempos de 35 minutos en el césped sintético de una cancha en el sur, cerca de Banfield. Yo jugaba de mediocampista izquierdo, con Guzmán por detrás y José de 9 de área, al que le tirábamos centros continuamente. El resultado se mantenía en un 8-8 igualado y cambiante. El árbitro, que era el dueño de la cancha y además tenía una zapatería, hizo sonar el silbato. Era el tiempo de los penales.
Uno a uno los remates se sucedieron. A decir verdad, era cuestión de embocarle al arco, nuestros arqueros tenían más de veinte kilos de sobrepeso y si llegaban a tirarse al piso no volverían a levantarse. Por eso, no me sorprendió que José viniera corriendo y se tirara al pasto de plástico luego de convertir el suyo, el 4-4 con un remate por lado.
—Que bien le pegaste—dije dándole una botella de agua.
—Gracias. Odio al gordo ese. Quise pegarle en la panza.
Ambos reímos, mientras escuchamos el grito de GOL de los contrarios. Ahora estábamos 4-5 abajo. Y faltaba un último penal. El mío.
Guzmán, el eterno canalla, se acercó hasta mi posición y se puso de cuclillas.
—Bueno, Juan—dijo—Hicimos un buen partido.
—No me pasaste ni una pelota—dije.
—Esas son cosas del pasado, este es el ahora.
—Déjate de joder—interrumpió José—¿No ves que tiene que concentrarse en el penal?
—De eso vengo a hablar. Juan, nada de estupideces. Asegúralo, el que ataja es un gordo que no se puede mover.
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How I met your mother
UmorismoEn el año 2035, el ex bancario Juan Del Totro decide contarles a sus hijos la historia de cómo conoció a la madre de éstos. Así, se traslada hasta 2013, año en el que sus amigos José, Fiorella y Simón, siguen solteros y en el que conoce a la periodi...