El hombre desnudo

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Cuando el ascensor se detuvo y caminé por el pasillo, me encontré a Genie hablando por celular al costado. Ella me guiño el ojo y yo levante mi pulgar, mientras me dirigía a su departamento que, desde hacía varios meses, era nuestro departamento.

En nuestro tiempo viviendo juntos, pase por muchas cosas y cada vez que abrí esa puerta encontré algo diferente, comenzando por el grupo de mochileros que trajo Wagner. O esa vez que la uruguaya estaba practicando volley en medio del living. O cuando intento hacer un asado y quemo las cortinas. O cuando nos entraron a robar y ella defendió el lugar con un palo de hockey, regalo de Las Leonas.

Pero esa noche, supero todo. Abrí la puerta y deje las llaves en el bol que teníamos al costado de la puerta. Luego alcé la vista y vi a un hombre sentado en nuestro sofá. Lo particular era que estaba completamente desnudo.

—Hola—dijo

—Hola—dije, aferrándome a la puerta e intentando no desmayarme—¿Quién sos vos?

—Soy Román, ¿todo bien?

—Bien, supongo. ¿Qué estás haciendo?

—¿Vos vivís con ella, no? Estoy en una cita con Eugenia. Salió afuera a atender su celular.

—Genial. ¿Pero qué estás haciendo?

—¿Esto? Esta es mi movida. Se llama "el hombre desnudo".

—¿"El hombre desnudo"?

—Va más o menos así: Estas en una primera cita, has bebido algunas cervezas. Inventas alguna excusa para ir al departamento de la chica. Entonces, esperas a que salga de la habitación por algún motivo y ¡pum! Te desnudas y esperas. Cuando ella vuelve, se ríe. Pero, como esta tan encantada con tu seguridad y bravuconería, se acuesta con vos.

—Dejate de joder.

—Funciona dos de cada tres veces.

—Te apuesto mi casa contra una uva a que eso no funciona.

—Dos de cada tres veces. Solamente tenes que elegir el lugar oportuno. "El hombre desnudo" funciona como último recurso, cuando sabes que no va a haber segunda cita y que la mina no te va a dar bola jamás.

—¿Y cómo sabes que no te va a dar bola?

—Juan, mírame.

—Preferiría seguir mirando al piso. Gracias.

—Eugenia está completamente fuera de mi alcance. No soy inteligente, ni divertido ni lindo. Esto es todo lo que tengo. Literalmente.

—Esto no funciona. No hay forma.

—Dos de cada tres veces. Te lo aseguro.

—Ok. ¿Sabes qué? Me voy a ir. En la cocina hay una botella de vino casi vacía.

—No creo que necesitemos alcohol.

—No, úsala para prender fuego ese sillón. Es basura ahora.

Cerré la puerta y sali corriendo por el pasillo, donde tropecé con Genie.

—Perdón—dijo, susurrando.

—No pasa nada.

Todavía asqueado, corrí de regreso al Bar, aunque era mi única noche libre. Allí estaban todos mis amigos excepto, obviamente, la rubia oriental.

—Bueno—dije, sentándome—Parece que nuestra dulce Genie ha encontrado un amante.

—¿Te réferis a su cita a ciegas?—dijo Fiorella—Es un fiasco. Me ha estado mandando mensajes toda la noche.

How I met your motherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora