Ideas, Mentiras y Planes.

661 47 15
                                        

En la casa de los Lynch. Los jóvenes opuestos se encontraban cada uno encerrado en su propia habitación, perdidos en su propio mundo, en sus problemas. Por un lado, un rubio no dejaba de pensar en su actual relación y en una chica que no abandonaba su mente. Y por el otro lado, una castaña pensaba en millones de cosas. Quería recuperar a su hermano, quería visitar a su padre a la tumba y por otro lado, se sentía impotente porque sentía la necesidad de ayudar a Martina, pero no sabía cómo poder hacerlo. Eso la irritaba de sobremanera. Aunque por alguna razón que desconocía, ahora estar cerca de Ross no le incomodaba tanto, y eso la hacía sentir extraña.

En eso, una anciana tocó ambas habitaciones. Los jóvenes se reunieron en el pasillo, en donde se encontraron también con Martina. Ross suspiraba frustrado, mientras que Laura sonrió de mala gana.

—¿Qué quieres, abuela? —preguntó él rubio cruzado de brazos. No se sentía cómodo estando al lado de la castaña, quería volver a su habitación y perderse en sus audífonos.
—Calum acaba de llamar, quiere que vayan enseguida —Martina sonrió. A pesar de no saber qué sucedía, ella era una mujer y se daba cuenta de que ahora, cuando los jóvenes se juntaban se ponían nerviosos. Lo cuál le indicaba que su plan estaba funcionado, aunque no podía estar segura de ello aún.

—Es nuestro día libre —se quejo el rubio. Él sólo quería tumbarse en su cama, de nuevo.

—Podrían ir juntos —sugirió Martina dedicándoles una última sonrisa para así poder retirarse, sintiéndose muy feliz. Si Dios estaba de su lado, su plan funcionaría y su nieto volvería a ser el mismo de antes. Ese sentimiento la lleno de una dicha que hace tiempo había deseado.

Mientras ella se retiraba, dos jóvenes se sentían incómodos. Ross quería obsevar a Laura, pero no se atrevía porque sabía que su armadura saldría a flote y debido a sus nervios, enseguida pelearía con ella para sentirse "a salvo". Y por otro lado, Laura se sintió nerviosa porque tal vez Calum se enojó por su desempeño o no le gustó el color del Restaurante. La culpa la invadió. ¿Y sí ahora tenían que pintar de nuevo? Eso sería perder tiempo y dinero, no ayudarían en lo absoluto.

—Deberíamos ir... —la voz del rubio la sacó de sus cavilaciones. Ella lo vio y él dio una sonrisa débil, incómoda.

—Claro... —respondió la muchacha quitando un mechón de cabello de su rostro. De pronto una ampolleta se prendió y recordó los volantes que hizo con tanta dedicación, tendría que llevarlos. De ese modo él jefe se daría cuenta de que ella estaba más que dispuesta a ayudar. No dejaría que piensen que es una mala empleada, demostraría que tiene ideas —, deberíamos ir a arreglarnos. O puedes ir a sacar el auto, iré a buscar algo.

La castaña comenzó a correr a su habitación mientras el rubio se quedaba desconcertado. ¿Qué había sido eso? ¿Por qué de pronto Laura se iluminó de ese modo? Eso fue extraño. Decidió dejar atrás sus inquietudes y salir para sacar el auto, el negro, su favorito.

Laura en su habitación vio su ropa y sacó un pantalón de jean color azul oscuro, era uno de sus mejores atuendos. Se puso una polera de color negro que tenía una Hello Kitty dibujada en color plateado, era una de sus mejores camisas. Peinó su cabello y sonrió a su reflejo. De su cama sacó todos los afiches que ahí tenía y los metió en una cartera, también de color negra. Se sentía segura. Daría lo mejor de sí hoy, cómo siempre había hecho en la vida.

Mientras Ross se encontraba sentado en el asiento del conductor. Golpeaba el volante con impaciencia, esperando a aquella chica que antes odiaba. Se sentía impaciente, ya que se estaba demorando bastante. ¿Acaso no entendía el significado de "rápido"? Porque eso parecía. Quizás decidió tomar un baño antes de ir, las chicas siempre se prepcupaban por su aspecto.

The True.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora