Salvando a Laura y Culpabilidad.

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Durante esa noche los jóvenes se sentían diferentes. Ross se había dado cuenta de que pasar tiempo con la castaña no era un castigo, como había pensado. De hecho, podría decirse que era una chica bastante simpática. Laura por su parte estaba decidida a dar lo mejor de sí para poder ayudar a Martina, era una mujer muy buena y merecía tener lo mejor, no podía perder algo por lo que siempre trabajó.

Amaneció.

Ambos jóvenes despertaron e hicieron la rutuna típica. Bañarse, vestirse, desayunar, lavarse los dientes y tomar papeles. Ya estaban listos. Subieron al auto de Ross y como siempre, él puso música de 5SOS ya que se había dado cuenta de que ambos amaban a ese grupo y le gustaba tener cosas en común con la castaña.

—Necesito pedirte que cuando estemos ahí, no se enteren de lo que hacemos —dijo con tono serio él rubio.

—¿Perdón? —la castaña lo miró muy confundida. Sabía que él era bipolar, pero no se imaginaba lo confuso que podía llegar a ser —. ¿Cómo podemos ayudar a tú abuela sin decir lo que queremos hacer? Eso suena realmente ridículo.

—Déjame hablar a mí —pidió como súplica. Laura sentía algo raro en el tono de Ross y se dio cuenta de que debía ser algo personal, no iba a interferir en ello.

—De acuerdo.

Ross sonrió. Tendría la oportunidad de demostrar que sí servía para algo. Toda su vida le habían dicho que era un chico mimado, un inútil, un bueno para nada. Durante toda su vida se colgó de el buen nombre de su abuela para obtener las cosas. Esto era un desafío personal. Obtendría la primera de las firmas por mérito propio, y no por su abuela. ¿Podría conseguirlo?

Llegaron al lugar, entraron y fueron recibidos por la Dueña, Sucy.

Ross fue con ella a la oficina, mientras Laura recibiría la mercadería que les iban a regalar para el Restaurante. Ingredientes comunes y también algunos exóticos.

—¿Por qué debería ayudar? —preguntó la señora mirando fijamente a Ross.

—Porque el Restaurante ha estado durante mucho tiempo y es un lugar con buena comida. Además, contamos con un excelente personal, es como trabajar con una familia. Y yo personalmente creo que la edad no debería ser un impedimento para trabajar. Es una reliquia que debe seguir funcionando —Ross había ensayado ese discurso en su mente en más de una oportunidad. Quería que todo saliera bien. Vio la sonrisa de Sucy y por un momento, pensó que había ganado.

—Con gusto firmaré.

Ross extendió los papeles y se los entregó a Sucy, ella dejó su firma. Era la primera de muchas, se sentía bien conseguir algo por mérito propio, su sonrisa era única en ese instante.

—Estoy muy feliz de que ayudes a Martina. Ella es una buena persona.

Eso rompió su corazón. Ella sabía de su abuela, conocía el buen apellido. Ahora las dudas invadían su mente: ¿firmó por su discurso o simplemente porque conocía a su abuela? Toda la felicidad se fue al carajo.

—¿Sabía que veníamos? —preguntó de modo serio Ross.

—Claro. Nos llamaron.

—Gracias por su firma.

Ross salió de el lugar con un rostro extraño. Por dentro sentía rabia y derrota, sentimientos espantosos. Laura lo vio, se sorprendió cuando él la tomó de la mano con brusquedad y la hizo caminar hasta el auto. Subieron en silencio, un silencio incómodo. Ni siquiera encendió la radio.

—¿Sabías que ella sabía que veníamos? —preguntó Ross de la nada.

—La verdad es que no tenía idea.

Laura se puso a pensar. Recordaba haberle contado a Ratliff, ¿él habría querido ayudar? Tal vez.

—Mi abuela no confía en mí. Simplemente se enteró de nuestro recorrido y quiso ayudarnos —Ross resopló. Su rabia se hacía presente —. Sencillamente no entiendo su actitud. Sé que soy un chico difícil, pero soy su familia. Se supone que debe confiar en mí.

Laura se dio cuenta de cómo se comportaba Ross. La desconfianza le dolía, estaba claro que tenía que saber la verdad de inmediato.
—Puede que yo le haya contado a Ellington. Tal vez él nos quiso ayudar, nada más.

El ceño de Ross se frunció enseguida. No había sido culpa de su abuela después de todo, quizás no debería enojarse con Laura, pero le molesto mucho el hecho de que Ellington se inmiscuyera.

—¡Claro! Él buen Ellington quería ayudar. ¡Es un santo! Y como nadie confía en el malvado Lynch, debemos contarle a otros para que se metan y ayuden. Ross es un perdedor, Ross no puede hacer nada bien...

Laura quería hablar, decirle a Ross que las cosas no eran así, que no todo el mundo desconfiaba de él. Sin embargo, él no le dio la oportunidad.

—... Prefiero confiar en una chica que conocí en la calle y lleve a mi casa sólo porque me salvó la vida y me cuidó. Una chica sin dinero, una simple...

—¡¡¡Ya basta!!!

Laura no permitiría que ese rubio la insultase en su cara. Ya había soportado muchas cosas en su vida, no aguantaría más humillaciones. Interpuso su pie y consiguió detener el vehículo. Se bajó del auto, Ross sorprendido la imitó.

—Te juro que entiendo que no soy la persona más agradable para ti. Pero antes de gritar como un loco, escucha a los demás. Sobre tú abuela te puedo decir que ella te quiere mucho, si no te quisiera, no te tendría viviendo con ella. Confía en ti y te quiere mucho —aclaró ella, sin dejar de caminar. Estaban en plena carretera —. Y yo no le dije nada a Ratliff sobre ti, simplemente le comenté lo de tú abuela porque es mi amigo, nada más. Sé que me odias, pero entiende que yo no te odio.

Ross se quedó sin palabras. La actitud de Laura siempre lo sorprendía, era una chica asombrosa, definitivamente no tenía pelos en la lengua. Eso sí que resultaba atractivo, una chica que sabe lo que quiere.

Vio como un auto se acercaba a Laura, y el terror lo consumió.

—¡Un auto! —gritó advirtiéndole a Laura. Ella se dio vuelta y vio cómo se acercaba cada vez más a ella, quería correr pero no pudo. Se quedó estática —. ¡Muévete!

Presa del pánico Laura se quedó clavada a la tierra. Ross no podía soportar ver aquella escena, por lo que corrió y empujó a Laura. Ambos cayeron en el pasto. Ross salvó a Laura justo a tiempo.

—Gracias... —Laura había recobrado el control de su cuerpo.

—¡Imbécil! ¡Eres una estúpida! ¡¿Acaso no piensas!? ¡Pudiste haber muerto!

Laura notó que Ross estaba llorando. ¿Por qué le afectaría tanto que ella muera? ¿Acaso sentía cariño por ella? Claro que no.

Comenzó a atar cabos y se dio cuenta de algo... Ross es él único que sabe cómo falleció su abuelo. Ahora todo tenía sentido para ella. De ese modo murió su padre, Mark.

—Así murió Mark... —susurró.

—Vamos a casa. Necesito dormir —dijo de modo frío Ross.

Ambos subieron al auto en silencio. Cada uno sumido en sus pensamientos. Ross se sentía culpable por cómo había tratado a Laura, por culpa de él, ella pudo haber muerto. Así como murió su padre, con tal de salvar su peluche favorito de la infancia. Hasta el día de hoy, lo invadía la culpa. Por otro lado, Laura sintió mucha culpa por lo que había ocasionado.

Ambos querían pedir disculpas, pero no se atrevían, no era el mejor momento y mucho menos el mejor lugar.

Llegan a casa en sumo silencio. Se separaron al entrar cada uno a su habitación. Laura se sentía muy intranquila, sentía ganas de llorar y culpa. Pero bien sabía que debía ayudar a salvar el restaurante. Así que iría a comprar un karaoke, ya que ya tenía el permiso de Calum.

Al salir de la casa y caminar pocas cuadras (para poder llegar al paradero) sintió que alguien la llamaba. Se dio vuelta y se encontró cara a cara con Jill. Eso le extrañó bastante, ¿Qué podía querer ella ahora? Sintió algo de desconfianza.

The True.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora