Hablando con Ross.

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—Auggie daremos un paseo que pienso que es necesario. —dije tomando su mano. Él sonrió ampliamente.

—¡Paseo. Paseo! —repitió animadamente.

—Sí, Auggie. Paseo —dije con una sonrisa. Cuando tratas con una persona que tiene Asperger, es como si estuvieras con un bebé. Ellos viven en su propio mundo, pero eso no quita que sean muy inteligentes. —Veremos a alguien que hace tiempo no vemos.

Auggie y yo tomamos un taxi juntos, aunque cuando bajamos compramos unas flores rojas, las favoritas de nuestra madre. Caminamos un poco hasta que finalmente llegamos al cementerio, subimos hasta la colina donde nuestra madre había sido enterrada poco después del nacimiento de Auggie. Ella estaba muy débil de salud, pero aún así quiso dar a luz, dio su vida para que Auggie pudiese nacer, yo valoró mucho eso.

—Mamá. ¡Mamá! —Auggie se arrodilló y lloró en su tumba. Él sabía donde estábamos, se dio cuenta solo.

—Auggie vinimos a hablar con mamá —dije mientras lo ayudaba a ponerse de pie y lo abrazaba con un amor fraternal increíble. 

—Mamá no está. Mamá no escucha.

—Mamá no está presente en nuestro mundo, pero mamá nos escucha, nos ve y nos cuida.

—Mamá... —susurro con melancolía. Se notaba que este tema lo estaba afectando.

Alargue mi brazo, y dejé las flores en su tumba mientras rezaba. Auggie me imitó. Luego nos levantamos, tome protectoramente la mano de Auggie.

—Mamá, te extrañamos mucho. No sabes cuanta falta nos haces. Quisiéramos que estés aquí, con nosotros. No hay día en el que no pensemos en ti —mis lágrimas estaban empezando a caer sin mi permiso —Auggie está tan grande. Es un pequeño especial, él tiene un futuro brillante asegurado. Mamá, él toca el piano y compuso una canción para mí, él solito.

(*)

—¡Riker! Hermano. Sabía que vendrías. 

—¿Cómo faltar? Y conmigo vienen los demás. 

—¡Maravilloso! ¡Qué comience la diversión!

(*)

—Ross lleva horas en la ciudad. Ya se cumple un día desde que regresó y aún no vuelve a casa —Martina estaba hablando con Mark, su asistente personal —¿Cree usted que eso es normal?

—No. No lo es. Debería estar aquí desde hace horas.

—Lo sé. ¡Es un malcriado! Debí poner mano dura desde el principio. 

—Señora, no se culpe. Ahora puede intentar jugar alguna carta para que él vuelva.

—Sí. La última carta que tengo bajo mi manga.

—¡Mamá! Dile a Maia que haga algo. La abuela está muy enojada.

—Lo sé Delly, pero Maia no quiere involucrarse.

—Desde un principio ha estado involucrada porque es la novia de Ross. ¡Así que tiene que hacer algo!

—Ni siquiera nos responde.

(*)

Después de un largo rato mis amigos y yo estábamos tomando muchas cervezas, también comiendo comida chatarra y comida fina. ¡Delicioso todo! Ahora estábamos haciendo karaoke. Ya faltaba poco para las once de la noche.

—¡Ross hermano, nunca me decepcionas!

—No importa cuánto tiempo pase, mis fiestas siempre serán las mejores —todos reímos. 

—¿No deberías irte a tú casa? 

—Está es mi casa.

—Me refiero a tú verdadera casa con...

—Viejo, no arruines la diversión. ¿Quieres?

(*)

Auggie y yo habíamos regresado a casa. La que nos recibió fue Jill. Maia no estaba, según dijo estaba en casa de una compañera haciendo un trabajo escolar. Y mi papá tenía asuntos pendientrs. Auggie se fue a dormir, dijo que llegó muy cansado del cementerio, caminamos mucho para él. Yo me fui a mi habitación, era hora de ordenar y acomodar mis cosas.

Tomé mi maleta, la abrí y saqué una prenda al azar. ¡Ah! Grité apenas la tomé. ¡Era un bóxer usado! ¿Por qué tenía esto?

—¿Qué se supone que pasa aquí? —Vi que la maleta decía "Ross Lynch" y al lado había un número de teléfono —¡Él debe tener mi maleta! —rápidamente corrí a buscar un lápiz y un papel para anotar el número y llamarlo.

(*)

—Ha sido mucho por hoy.

—¿Ya se van? 

—Sí, mañana hay que trabajar.

—¡Aburridos! —rode los ojos.

—Señor Lynch —una mesera se acercó a nosotros.

—¿Qué pasa? —pregunté de mala gana.

—Su tarjeta de crédito está bloqueada. ¿Cómo piensa pagar?

—Martina... —susurre indignado. ¿Tan bajo había caído esa vieja? —Espere... —abrí mi billetera y vi que estaba vacía. 

—Estas en problemas —susurro Riker, los demás vieron la situación y se fueron corriendo. Él los imito.

—¡Cobardes! —grité y la mesera me esperaba enfadada —Mire. Yo... —mi celular sonaba. Era un número desconocido.

(*)

—¿Con quién habló? 

—¿Hola? ¿Ross?

—Sí. ¿Quién eres y qué quieres?

—Soy Laura Marano. Y necesito verte, porque tengo tú maleta y... tú tienes la mía. 

—Laura... —repitió pensativo —¿Tienes mi maleta a mano?

—Sí. 

—Ven al restaurante Bahia Negra —colgó en seguida.

—¡Qué engreído! —grité soltando el teléfono y resoplando.

The True.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora