Jill y su plan.

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Al llegar al departamento me encontré con que Raini estaba en mi departamento, ella me estaba esperando y su rostro denotaba una preocupación tremenda, aunque al mismo tiempo se veía... culpable. Enseguida me preocupe, y empecé a pensar lo peor.

—¿Dónde está Auggie? —pregunté aterrada.

—Laura... —ella me tomó por los hombros— Auggie se ha ido, y no sabemos dónde está.

En ese momento me separe de Raini y salí corriendo, ignorando todos sus gritos llamándome desesperadamente.

—¡Auggie! —gritó desesperada, porque quiero a mi hermano.

Corrí por todos lados, mientras lo llamaba. Llegué corriendo hasta un parque, pero no estaba en ningún lugar. Me dolían las piernas, con suerte podía seguir corriendo. Hasta que mis piernas empezaron a tiritar, y estuve apunto de caer.

—Tranquila... no te dejaré caer —una voz aterciopelada me habló, y después todo se volvió negro.

—...—

—¡Laura...!

Laura se había ido, y la vi correr hasta un parque. No me importó estar en pijama en ese momento, lo único importante era encontrarla. A estás horas de la noche, la podían asaltar, matar, o algo peor. Cuando llegue al parque, la vi en brazos de un chico de cabello castaño.

—¿Laura? —pregunté embobada.

—¿Eres su amiga? —preguntó ese chico mirándome.

—Sí...

—¿Sabes dónde vive?

—Sí...

—Déjame llevarla, guíame. Soy su amigo.

—Vamos... —dije algo insegura. Pero por alguna razón, confiaba en ese chico de mirada encantadora y sonrisa realmente tierna, era encantador.

—...—

Maneje hasta llegar al lugar más apartado de todos, donde sabía que vivía una pareja que había pérdido a su hijo hace mucho tiempo en un accidente de tránsito. Eso era algo terrible, y realmente doloroso. Quizás ellos lo cuidarían, quizás no, no me importaba.

—Auggie, baja.

Auggie me obedeció y bajó del auto. Yo me quedé sentada, pero puse pestillo.

—Olvídame, olvida todo lo que sabes de mí y ni se te ocurra buscarme... —fue lo último que dije antes de irme lo más lejos posible. Él intentó seguirme, pero antes de que eso pudiera suceder, yo me aleje lo más rápido que pude.

—...—

Al llegar a casa, Maia me esperaba sentada en el comedor.

—¿Dónde has estado? —preguntó alterada— Te he estado esperando y no es nada fácil esperarte sin saber dónde estabas.

—Tuve que hacer algunas cosas, cobrar seguros y cosas así. Además... tuve un contratiempo.

—¿Qué pasó? —preguntó alterada— No me digas que fue algo grave.

—¿Por qué estás tan alterada?

—¡Por ti, obviamente!

—¿Ross aún no te ha llamado, cierto? —Maia se quedó muda— Tendrás que hablar con él, no querrás quedarte soltera.

—Claro que no, haré lo posible para hablar con él. Tal vez lo vaya a ver pronto. Ahora dime ¿qué hiciste?

—Me encontré con Auggie y...

—¡¿Le hiciste algo a ese pequeñín?! —Maia se levantó de un salto, enseguida.

—Maia, hice lo que tenía que hacer.

—¡Él es sólo un niño! No tienes derecho a tratarlo mal.

—Auggie sabe dónde vivimos, sabe mi celular, sabe muchas cosas. Si queremos tener una vida tranquila, debemos mantenerlos lo más alejados posible de nosotros.

—Pero...

—En vez de preocuparte por ellos, lo mejor que puedes hacer es preocuparte por Ross. ¿No querrás que se aburra de ti y te deje sola, y abandonada? Yo sé que lo necesitas, así que deja de molestar.

—...—

Había despertado con un fuerte dolor de cabeza y con recuerdos borrosos. Estaba sola en un departamento, ahora estaba sola, había pérdido a toda mi familia y eso no tenía ningún remedio. Suspiré derrotada. Me iba a dar una ducha, pero recordé que tenían noticias de la abuela a la que había encontrado, entonces me vestí lo más rápido que pude y salí para tomar una micro.

Después de estar dos horas arriba de una micro, conteniendo las lágrimas que querían salir desesperadamente de mis ojos, baje de la micro y llegué al hospital donde estaba esa abuela.

Al entrar, me encontré con la secretaria que se llamaba Camila, una rubia, realmente delgada, de sonrisa odiosa, tenía cara de ser antipática.

—Buenas tardes, vengo a ver a una abuela que encontraron ayer, de la cual no se tiene información.

—Debes hablar de la anciana que llegó anoche en estado de gravedad.

—Correcto. Me informaron que despertó, y me llamaron para hablar conmigo.

—¿Usted es familiar?

—No, yo soy quién la encontró.

—¿Tiene alguna idea de quién es?

—No.

—¿Conoce a su familia?

—No, no sé nada acerca de ella.

—Mm... tenemos problemas con ella, porque al despertar no recordaba nada, aparentemente sufre de amnesia.

—Amnesia... —repetí en un susurro. Ahora esa abuela estaba como yo, sola y abandonada en el mundo.

—No tenemos a quién llamar, no sabemos nada de ella, y no puede estar permanentemente aquí.

No la podía dejar sola. Tal vez la echarían para tener espacio para pacientes en un estado peor, quizás en estado de coma o cosas peores.

—Yo la llevaré conmigo... —respondí rápidamente, no podía permitir que la dejaran sola y sin ningún tipo de ayuda. Nadie merece estar solo, todos merecen ser ayudados.

Ella me miró enarcando perfectamente una ceja.

The True.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora