Observaciones, & la decisión de la jueza.

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La jornada de trabajo ya había acabado. Ross me llevó a casa en su auto, íbamos en completo silencio. Él sólo se dedicaba a manejar, completamente concentrado y yo no podía hablar.

¿No les ha pasado qué sienten un dolor en el pecho sin motivo aparente? A mí casi nunca me pasa, pero sabía que algo estaba por pasar, era algo que suponía y eso me abrumaba.

—¿Vas a hacer algo hoy, o te quedarás en casa? —la voz de Ross me saca de mis pensamientos, sin darme cuenta lo estoy observando fijamente y él simplemente desvía su mirada en seguida —. Agradecería que me respondas antes de que lleguemos.

—No tengo nada planeado —respondo con un hilo de voz, y es que mi garganta se encuentra seca, debido a mi falta de ánimo.

—Era lo que me imaginaba —susurró rodando los ojos. Yo lo fulminé con la mirada, pero no dije nada. No tenía ganas de comenzar con una estúpida discusión.

Él siguió manejando hasta que finalmente llegamos a casa. Bajamos del auto, él lo guardó en el garaje. Los dos entramos cuando él abrió la puerta, en el comedor sólo vimos a Stormie. Subí las escaleras después de saludarla, y me encerré, para después tirarme en la cama aún con el uniforme puesto. La verdad es que había sido una larga jornada hoy, y aún tenía un mal presentimiento, que me estaba quemando la garganta, era una sensación horrible, espantosa.

—...—

Había llegado a casa, y en el comedor me encontré con mi madre. Ella al verme sonrió, pero no dijo nada hasta que Laura se retiró.

—Hijo, Maia te está esperando en su casa —comunicó sonriendo ampliamente, con la voz cantarina —. Vino a buscarte, pero no quiso esperarte.

—Genial... —respondí sonriendo de lado, no era mi mejor sonrisa. Realmente no tenía ganas de estar con Maia, al menos no hoy —, Iré en seguida —comuniqué.

Fui a la cocina y me serví un gran vaso de jugo de naranja, lo tomé en seguida. El trabajo me tenía realmente agotado. Ahora que empiezo a esforzarme un poco más, comienzo a entender porque las personas que trabajan sólo quieren dormir.

Subí a mi habitación y me cambié de ropa. Me puse una camisa manga corta de color rojo, un jean negro y zapatillas rojas. Después bajé y me despedí de mi madre, saqué el auto de color negro, mi favorito. Así es como comencé a manejar a la casa de Maia.

La verdad es que Maia y yo somos muy diferentes, pero de todas formas, nuestra relación funciona de cierto modo. Ella me ama, y yo... Siento mucho cariño hacía ella.

Sonreí de medio lado, en ocasiones no entendía el amor.

Llegué a casa de Maia después de una hora y media, iba con la música a todo volumen, con eso me relajaba. Estacioné el auto y toqué el timbre, ella me recibió con un efusivo abrazo, y me hizo pasar a su habitación.

—¿Por qué querías verme? —pregunté sonriendo mientras me sentaba en su cama.

—¿Desde cuándo los novios no pueden verse? —preguntó Maia con una amplia sonrisa, como jugando conmigo.

—No lo sé, es que casi nunca vas a mi casa —levanté los hombros —. Supongo que me llamó la atención.

—Sólo quería verte —respondió ella sonriendo, y mirando fijamente su mesita de noche. Seguí su mirada y me encontré con una foto donde aparecemos ambos, en nuestro primer año de preparatoria.

—¿Y esa foto? —pregunté riendo.

Ella vio mi mirada y sonrió, algo tímida. Amaba verla de ese modo.

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