capitulo 8

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«Grr» mis tripas se quejan, se me han pegado al espinazo después de un día sin comer ni beber agua.
Mi cuerpo ya se ha acostumbrado a la sensación que provoca el hambre, que ni siquiera sé cuándo tengo, o al menos cuando lo escucho rugir sé que está pasando. Las sensaciones de mareo a causa de la falta de alimentos ya no me golpea como cuando era niña y duraba hasta cuatro días sin agua ni comida.

En el club nocturno vendí más pastillas que otras cosas, era lo que usaban los chicos para divertirse sin inhibiciones, aunque al día siguiente no recordaran nada de lo que había hecho.

¿Dónde están los padres?

Que no ven que sus hijos se hacen daño al consumir drogas.
¿Dónde está la autoridad que no viene hacer revisiones a los antros para que estén libres del consumo de drogas?
¿Dónde están los presidentes que prometen, prometen y no cumplen?

Negué con la cabeza al despachar al último cliente, le sonreí, recibiendo una ladeada sonrisa de parte del joven (quien por cierto me dijo se llamaba Hector), cuando cruzaba la puerta de entrada del antro.

Continúe caminando ahora por un callejón del lado lateral del antro, estaba oscuro debido a que la única lámpara que se encontraba en medio del callejón estaba fundida y no se miraba nada más que las siluetas de los cubos de basura. Cuando iba llegando a la mitad del callejón, divise tres pares de cuerpos fornidos y musculosos en el fondo. Vaho salía por sus bocas mientras platicaban de cualquier cosa.
Gire en mis talones y regresé por donde había entrado haciendo el menor ruido posible... podía escuchar el chanclear de las suelas de los zapatos de los tipos al golpear el asfalto.
Pero en mi huida no me percate del hombre que me interceptó por delante, me empujó con fuerza, mientras azotaba en el pavimento un rollo de billetes callo de la bolsa.

—He wey, ya viste. La morrilla trae lana— quise reír, el hombre tenía una voz muy graciosa; que si no estuviera en esta circunstancia me hubiese reído hasta que el estómago me doliera.

Estire la mano tomando lo más rápido que pude el rollo de billetes y lo volví a meter dentro de la bolsa, pero el hombre de gorra que estaba tras de mi fue más rápido cogiendo el fajo antes de que cayera al fondo de la bolsa. Lo observo una vez estuvo en su mano.

—Esto es mucha lana— declaro el de gorra admiraba el dinero como si nunca en su vida hubiera visto tantos billetes juntos en un solo lugar.

—wo wo— expreso otro muchacho, quien tenía la cara llena de tatuajes y miraba fijamente la bolsa en mis manos —acá trae más lana— me arrebató.
—Por favor no se lo lleven, si no lo entrego me matan y a ustedes junto conmigo— suplique casi de rodillas, teóricamente ya que aún estaba en el pavimento.

—Nel mija...— rio burlón —ahora esto será de nosotros. Córranle mens—grito echándose a correr con los otros dos pisándole los talones.

Corrí detrás de ellos lloriqueando.

¿Qué voy hacer?
Estoy segura que me mataran cuando les diga que me han robado el dinero, mis sollozos eran constantes, el cuerpo me temblaba anticipando lo que vendría después. El parque donde solían recogerme parecía siniestro aunque había una que otra pareja metiéndose mano en las sombras del arbusto cerca de una estatua.

—¡SUBE!— grito juan desde el carro detenido en la acera. Esta vez venia el solo sin Richard que siempre lo acompañaba; eran algo así como "uña y mugre".

A las 11:42p.m. Caminaba por uno de los pasillos de la casa para llegar al despacho de señor Braden, mis pasos eran pausados, retrasando un poco lo inevitable.

—Camina perra— Juan golpeo mi espalda. Alentándome a continuar caminando.
Nos detuvimos frente a la puerta de cedro que era la entrada a la oficina del señor Braden mientras Juan daba un par de toques.
—Pase— gritaron del otro lado. Juan me volvió a empujar para que entrara cuando me quede parada en la entrada sin intenciones de entrar.

Inocencia Robada. © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora