capítulo 27

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Al día siguiente muy de mañana me desperté con energías renovadas, recogí el cuarto y puse las pocas pertenencias en una de las bolsas de papel que me dieron en la tienda.

La mañana se sentía algo fresca quizá porque era muy de mañana, me vestí con el pantalón verde agua, la blusa blanca de manga larga y mis inseparables botines que estaban por pasar a mejor vida.

Lave mis dientes, y me deje el pelo suelto conforme con las locas ondas que se formaban; salí del baño entrando a la habitación, tome la bolsa de papel en la cama y me dispuse a salir del cuarto rumbo a mi nuevo empleo.

«Estoy muy nerviosa, y ansiosa este será mi primer trabajo real, sin tener que andar usando o exhibiendo mi cuerpo»

Apenas y puse un pie fuera del hotel, un violento aire hiso volar mis cabellos en todas direcciones dejándome despeinada, —¡Ahh, maldición!— trate de peinarme. Me abrace al cuerpo cuando los escalofríos me recorrieron de pies a cabeza, el aire olía riquísimo a lluvia, tierra mojada y muy a lo lejos llegaba el aroma dulce de los algodones de azúcar que vendían en el parque.
Antes de seguir avanzando saque la sudadera que había robado a Reynaldo y me la puse.

Camine hacia la estación de curchill donde esperaría el camión que me dejaría más cerca de la siguiente parada, era el primero en salir a esta hora; así que llegaría temprano y "puntual" por ser el primer día de trabajo.

«¡Qué contratiempo se puede tener si vas con tiempo suficiente!»

El camión estaba medianamente vacío, a esta hora las personas aún estaban durmiendo en sus cálidas camas, me puse de pie, apretando la bolsa en mi mano cuando llegamos a la siguiente estación donde tenía que bajar y abordar otro transporte.
El dinero que me había dado Greta fue de gran ayuda, me quedaba poco pero lo suficiente para pasar el fin de semana antes de mi primer pago en el trabajo, e ir a la embajada, para saber cómo iba mi caso... solo esperaba ese día no encontrarme con mis padres; aun no estoy preparada para verlos.

Distraída con la mirada fija a la nada no me percate cuando un par de muchachos se posicionaron a mi lado, no fue hasta que sentí algo presionarse en mi nuca que supe que ellos estaban ahí. Eran dos chicos quienes no tenían buena pinta uno con gorro y el otro de gorra, el que tenía el arma presionada en mi cien, gritaba —¡Dame todo lo que tienes!— solo fui capaz de mirarlo con ojos suplicantes y musitar que no llevaba nada de valor con migo.

El golpe en la mejilla llego del lado contrario, el chico de gorro sonreía sínicamente, ¿Por qué no pasaba nadie? De un tirón saco la bolsa de entre mis manos rompiendo una de las agarraderas, metió sus manos hurgando en ella hasta que encontró la pequeña bolsa con el dinero, su sonrisa se ensancho mientras yo me quería hacer más pequeña en el lugar; tenia vagos recuerdos de una Mirleth de escasos trece años que corría por su vida al mentirle a unos rateros sobre traer dinero en la pequeña maricones terciada en sus hombros, la paliza que había recibido ese día fue una de las más brutales que tuve, aunque después de esa vinieron más...

Las lágrimas se esparcían por mis mejillas cayendo y mojando el pantalón turquesa, cuando el de gorro se acercó a mi tirando de mi cabello dolorosamente supe que las cosas no habían terminado aún —¡por favor!— suplique mientras era llevada hacia donde los arbustos y el muro ocultaban nuestros cuerpos de las personas que escasamente llegaran a pasar.
—¡No lo hagas!— Desabrocho su pantalón aventándome como trapo viejo contra el piso, subiéndose en tiempo record encima mío.
Forceje con él, recordando como los viejos asqueroso con los que me obligaban acostarme abusaban de mí sin que yo pudiera meter las manos, los ojos me ardían, el corazón me latía como a los caballos en una carrera de encuentre a punto de llegar a la meta, la cara me ardía por el golpe el labio me sangraba al igual que la nariz a causa de los golpes propinados por el joven de gorro.

Inocencia Robada. © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora