Canadá era frío como las mañanas y las noches en México la única diferencia era que aquí hacia frio a todas horas. Este era mi tercer día en el país y nada había cambiado a lo que vivía en la casa de seguridad en México.
Era presa del encierro, las cuatro paredes de la habitación eran mis más fieles amigas, siempre escuchando mis quejas y lamentos, viendo como la luz se escapaba de mis ojos hasta quedar vacíos en la negrura de la inconciencia después de una golpiza. Agradecía que por lo menos aquí si me permitieran ver la luz aunque fuera por una de las ventanas que siempre se mantenían con las cortinas cerradas, aun así los rayos del sol se empecinaban con visitarme por las mañanas mientras me recostaba al pie de la cama con una colcha enredada al cuerpo para resistir el frio mientras le daba un poco de color a mi piel que estaba más pálida que de costumbre; eso si estaba en una de las cómodas habitaciones de la planta alta, eso tenía que ser un gran privilegio.
Estire el cuerpo borrando las arrugas de la cama, me gustaba la limpieza y el orden, aunque siempre eh vivido en un chiquero y ahí sí que no hay nada que hacer al respecto.
Camine hasta el cesto de ropa sucia dejando el par de sabanas verde musgo que había quitado de la cama, había encontrado tres pares de sabanas en el rincón del armario; aún quedaban dos pares limpias; solo esperaba que vinieran por la ropa sucia que ya se acumulaba en el cesto.
De regreso a la cama me detuve en el espejo de cuerpo entero que se encontraba clavado a la pared.
—Sí que eh adelgazado bastante— Giré en varios ángulos para tener algo más detallado de mi cuerpo. Mi cuerpo ya no es el mismo de años atrás, algunas partes han adquirido pequeñas porciones, dando volumen y curvas que antes no estaban ahí; bueno jamás había visto mi cuerpo antes así que no podía asegurar que estaban o no estaban.
Mi pelo rubio dorado, como «las doradas manzanas del sol», había dejado mi rubio cobrizo de cuando era niña hace tiempo, para ahora darle paso al dorado como el sol que me caracterizaba como mujer; tan largo como el cuello de una jirafa y sedoso gracias a los químicos que se encontraban en el baño.
Una silueta definida marcaban mi cuerpo, dejando ver que ya no era la niña de hace quince años, era tan delgada que quizá podría ser anoréxica o bulímica por la falta de nutrientes y vitaminas.
Lleve ambas manos a los pechos no tan grandes ni tan pequeños a mi ver, quizá son del tamaño promedio. Deslice las manos ahora a mi trasero del mismo modo no era grande ni pequeño, ojos grandes de un azul celeste acompañados de una extensa capa de pestañas largas y chinas muy seductoras.
En definitiva cuerpo casi perfecto de no ser por los cardenales que coloreaban parte de este.
No me podía quejar, no debía ni podía.
No conocía a nadie con quien comparar mi cuerpo, pero según los hombres a los que acompañaba a reuniones importantes mi cuerpo era "perfecto".
Baje la mirada a la pequeña escotilla cuando escuche que se abría, una charola fue empujada hasta este lado.
Deje de verme en el espejo y me dirigí hacia el diminuto plato de comida tomándolo entre mis manos. Me devolví a la cama sentándome con las piernas cruzadas, mis tripas crujieron por el hambre. Lamí mis labios decidida en destapar el plato.
«Bueg» hice una mueca al percibir el olor que salía de este. El estómago se me revolvió, la bilis subiendo por mi garganta apenas retenida.
Realmente esto era asqueroso pero no podía despreciar un bocado, la comida se había vuelto tan valiosa para mí que no me daba el lujo ni de desperdiciar ni despreciarla, ya que no sabía cuándo volvería a probar bocado.
ESTÁS LEYENDO
Inocencia Robada. © ✔️
RandomPor cada 100 personas que hay en el mundo tres o mas son secuestradas al día, siendo vendidas, prostituidas o utilizadas como mulas para transportar drogas a otros países. Esta vez le toco a Mirleth una niña inocente de tres años arrancada de los br...