capítulo 9

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—¡Sonia! Me puedes decir como es tu madre— la chica levanto una ceja, me vio raro pero acepto con un asentimiento de cabeza.

—Mi madre— sonrió. Un deje de tristeza emergió en sus rasgos femeninos. Suspiro recordándola —mi madre es la mejor del mundo. Una mujer gordita, chaparrita, ojos pequeños y cafés, tenía su cabello de un chino rebelde y mui negro. Mama se opuso rotundamente cuando le conté que vendría a trabajar a México, dijo que en Venezuela también podía encontrar un buen trabajo sin necesidad de ir a otro país donde no la tendría conmigo para protegerme— así que era venezolana e de ahí su acento; yo también tengo un acento, pero el de ella es más excéntrico. — Ella tenía mala espina, pero veme aquí desobedecí a mi madre y ahora pago mis consecuencias— escuche atenta todo lo que ella decía. A veces los hijos toman las decisiones equivocadas y tienen que pagar los errores de una u otra forma. —En fin, no quiero llorar— paso su rostro por el hombro limpiando las lágrimas consumidas en el algodón de la blusa —mi madre es la mujer más cariñosa, comprensible pero cuando la haces enojar... cuidado que es de armas tomar— rio al recordar y sonreí con ella imaginando a mi madre y como seria ella. ¿Sería cariñosa y sobreprotectora? ¿O regañona y amorosa? —tal vez era así porque fue madre soltera, siempre trabajando para darnos lo mejor a mí y mis 3 hermanos. Qué más puedo decirte... solo que es la mejor del mundo y la amo— sollozo —y que la extraño mucho. Desearía no haberla contradicho y averme quedado en Venezuela.

Como pude la abrase por un largo rato, hasta que se quedó dormitando mientras yo me acurrucaba a su costado, pasando mis dedos por las cicatrices en sus muñecas.

Otra de las chicas me conto mientras estaba sumida en las cicatrices de la chica que Sonia había intentado suicidar después de que la hicieron tener a su bebe y se lo habían arrebatado al nacer.

Había sido muy doloroso para todas el imaginar lo que había pasado con él bebe (tráfico de órganos) ellas sabían que las mujeres embarazadas eran la fuente de ventas de órganos por medio de sus bebes.

Muy de madrugada había bajado un equipo compuesto por cuatro hombres. Yo me hacia la dormida mientras ellos se movían por toda la habitación sin simular sus fuertes pizadas, quería ver que era lo que harían, un tipo alto y fornido conecto una manguera al grifo y comenzó a rosear a todas, dejándonos completamente empapadas, titiritando de frio, a muchas nos daría hipotermia si no nos daban ropa seca... cosa que no pasaría.

Mi cuerpo se estremecía como hoja que cae en el otoño, temblaba a más no poder mientras me pegaba más a la chica a mi lado. Pase una mano por detrás de su espalda tomando la de ella y apretando para darnos fuerza.


Mire directo a los ojos y después a la mano del hombre que se pavoneaba por delante de nosotras con una fusta; aunque mi acto me ocasionara el peor castigo de mi vida, lo fulmine con desaprobación. El hombre conecto su mirada conmigo y a pasos apresurados camino hacia mí, la decisión brillando en sus ojos. Se detuvo abruptamente con un rechinar del zapato en el suelo. Apuñe los ojos cuando lo vi levantar la fusta en el aire esperando un golpe que no llego pero si resonó en tela. Abrí los ojos vi la fusta al costado de su pierna. Él se había golpeado a sí mismo y ninguna mueca estaba presente en su cara.

—Que me miras— grito salpicando una que otra gota de su asquerosa saliva.
—No es necesario hacer tal cosa— dije con voz firme. Para de hacerte esto me gritaba mi subconsciente. Pero con un empujón lo volví a su lugar oscuro del cual no debía haber salido guarda silencio maldita sea. Mi osadía me había echo ganadora de un par de golpes y un chicotazo de la fusta en algún lugar que ardía como el infierno por los otros golpes.

No sé cómo fue, las cosas pasaron tan rápido, la voz en mi interior me gritaba que me matarían pero estaba decidida a morir para no sufrir más.

Las chicas lloraban fuerte y gritaban a un más que las cosas pararan. Pero no quería que esto parara no cuando mis dedos se encajaban filosos en los ojos del hombre, sangre salía de ellos y eso me satisfacía. Un descuido y mi cuerpo cayo en el piso laxo sin dolor, sus golpes ya no eran nada para mi inexistente cuerpo que yacía medio inconsciente en el suelo.

Escuche la vaga risa de los otros sujetos y las quejas del hombre que golpeaba su zapato en mi cintura y espalda. Debajo de una caja vislumbre la punta de un vidrio, lentamente estire mi mano recibiendo un pisotón que hiso crujir los huesos pero lo tome. El hombre se inclinó cuando deje de moverme. Apuñe el vidrio contra mi pecho sintiendo su aliento en mi cuello —no vales nada— dijo. Escupió a un lado —eres basura que se desecha fácilmente— suspire lento, inhale apenas llenando mis pulmones de vuelta con el aire que costaba llevar dentro. Envalentonándome me gire y clave el vidrio al costado de su cara hasta rasgar profundamente.

Las risas pararon los otros sujetos se aproximaron mientras el hombre se quejaba del dolor y vociferaba maldiciones.

—QUIERO QUE LA LLEVEN AL CUARTO— grito furioso mientras con su mano libre cubría su herida sangrante. Salió del sótano echó una furia.

Esa fue la primera y la última vez que estuve en el sótano jamás supe de las chicas que se encontraban ahí, pero de una cosa estaba segura o las habían vendido o matado.

Los cuatro sujetos que habían entrado al sótano aquel día tampoco les volví a ver. Lo último que supe fue que habían aparecido torturados, amagados y con el tiro de gracia en el barranco del diablo cerca de la sierra de Durango según un periódico matutino que me había encontrado en la calle.

No fue fácil aprender a leer ni siquiera sé cómo fue que lo hice, un día no sabía conjugar palabras y al otro empezaba a conocer letras que al unirlas con otras formaban palabras. Leía todo lo que me encontraba en las calles desde estantes hasta folletos; a veces no entendía el significado otras ni siquiera llegaba a terminar de formar la frase... pero aprendí a leer casi al mismo tiempo que aprendí el idioma por igual.

También era buenísima en las matemáticas, memorizando números y sacando cuentas instantáneas en mi cabeza.

¡Tenía un don genuino! para ser alguien que nunca fue a la escuela.



\\\ESTE ES EL ULTIMO CAPITULO DE MIRLETH RECORDANDO SU PASADO EL SIGUIENTE CAPITULO SERA DEL PRESENTE.\\\

y como son sus mamas? 

la mia es demaciado estricta y no suele mostrar su cariño  pero nos ama a su manera, o eso nos dice siempre. aun asi la amo demaciado. 

Inocencia Robada. © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora