—Joven, joven— era un ángel que con su mano cálida movía mi cuerpo. Tenía la voz más exquisita y aunque hablaba pausado no dejaba de confortarme llamándome con su acento canadiense a que volviera al mundo de los vivos.
Abrí un ojo no queriendo despertar, frente a mí se encontraba una señora de edad avanzada, pelo cano, ojos azules pequeños y arrugados, su piel era blanca aunque su rostro era bronceado y arrugado de mejillas huesudas y rojas se le notaba la preocupación.
—MMM— me queje llevándome las manos a la cabeza. —A-Aléjese mientras haiga ti-tiempo— susurre sin aliento.
¿Dónde estaba de todos modos? ¿Qué era este lugar?
—No me iré de mi casa señorita... y usted tampoco lo ara— sentencio la señora yendo a alguna parte.
No recordaba nada de momento, mi cabeza pesaba toneladas mientras todo daba vuelta a mí alrededor. Y para acabarla tenía una jaqueca de los mil demonios.—¿Qué sucedió?— cerré los ojos por el dolor de cabeza. Me frote estos y la cien dando leves apretones —¿Dónde estamos?— pregunte abriendo y cerrando los ojos.
—Estamos en mi humilde morada— siseo la mujer moviendo cosas en alguna parte— observe mejor el hogar y descubrí cuan pequeño era. El piso era de tierra con madera seca apilada en las esquinas, solo había una cama y a decir por los quejidos de esta era de cuerdas ásperas que aunque tenían miles de cobijas las podía sentir mientras estaba acostada, un televisor antiguo y una mesa con una silla eran los únicos muebles, la cabaña se miraba humilde pero acogedora y bonita. —¿Qué paso?— repitió mi pregunta la señora —no lo sé, pero a lo que deduje resbalaste con alguna piedra y caíste por la cataratas más de 5 metros— respondió. Se acomodó un delantal rojo que había atado a su espalda. Ahora que estaba sentada y podía apreciar de mejor manera a la viejecita me di cuenta de cuan cansada se le veía —quizás es por su edad— su físico era una vaga imagen de su juventud siendo bella, de complexión gruesa, una que otra mancha de la edad se expandía por sus manos y cara haciendo resaltar más sus chapetes rojos.
Llevaba un faldón verde lima bastante desgastado con un pantalón de lana con parches a cuadros y lisos, sus calcetas eran adorables color marrón con dibujos que disimulaban el agujero en el dedo gordo y meñique del pie izquierdo. En la parte superior usaba un chal negro con barbas a su alrededor rojas, algo ridículo y extravagante diría yo ante la combinación de los colores, pero fue muy amable de su parte el que me haiga traído a su humilde cabaña siendo yo "una extraña".
—¿Cataratas?— fruncí el ceño. No recordaba haber visto cataratas, aunque tampoco recordaba haber visto nada.
—Bueno, el acantilado, ese— meneo algo en una cacerola y dirigió su mirada a mí. Quizá no fue la mejor sonrisa, pero si la que más me ha gustado, su sonrisa quizá no era perfecta porque le hacían falta uno que otro diente, pero era cálida y me inspiraba confianza, nunca nadie me había sonreído así, miles de sentimientos golpearon mi pecho queriendo salir al mismo tiempo, sentimientos que oprimí instantáneamente.
—¿Dónde estoy?— pregunté viendo otra vez el lugar pero ahora más detenidamente.
—Esta es mi humilde cabaña— extendió sus brazos abarcando todo lo que pudo.
Le agradecí infinitamente a la señora por haberme salvado y traído a su cabaña, eso hablaba muy bien de su buen corazón, si algo había aprendido en esta vida era que nadie te ayudaba sin obtener nada a cambio, nadie hacia las cosas con buenas intenciones porque siempre tenían un haz bajo la manga a su favor.
—Y dime pequeña, ¿cuál es tu nombre?
—Yooo... soy Mirleth— murmure. Baje la mirada viendo las piedritas en la tierra. Se sentía raro pronunciar mi nombre de buena manera, y la sensación agradable en mi pecho me gusto. Esta vez cuando escuche sonar mi nombre en boca de alguien más no sonó grosero ni obsceno. Tampoco me causo repulsión ni ganas de retorcerme por la anticipación de un golpe.
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Inocencia Robada. © ✔️
RandomPor cada 100 personas que hay en el mundo tres o mas son secuestradas al día, siendo vendidas, prostituidas o utilizadas como mulas para transportar drogas a otros países. Esta vez le toco a Mirleth una niña inocente de tres años arrancada de los br...