—¿Quién te crees para pagar «MI» cuenta...? pude haber pagado por mi misma, no necesito tu lastima— pisando fuerte trate de alejarme de su lado, pero él parecía estar empecinado con seguirme. La bolsa crujía bajo mi agarre. Con algo tenía que desquitar el coraje, porque segura no sería con él. No podía arriesgarme a que cambiara de opinión y creyera que un correctivo sería lo mejor para ponerme en cintura. Suspirando le dije: —No debiste hacerlo— negué —Te pagaré, cada dólar gastado en mí. Y no puedes oponerte— una sonrisa ladeada afloro en sus labios.
—No quiero que me pagues nada Mirleth— me sostuvo del brazo evitando que continuara alejándome de él; lo que era imposible cuando me venía pisando los talones. Nos habíamos alejado bastante, casi llegando hasta la otra parte del Mall. La gente que nos rodeaba al pasar nos dedicaba miradas curiosas, prestando toda la atención posible bajo el griterío, tratando de entender por qué la molestia latente en nuestros rostros. Me cruce de brazos soltándome de su agarre. Nos separaban solo un par de pasos, su masculinidad estaba encantando a mi lado femenino, seduciéndolo en un hechizo de amor de una sola noche.
—No es lastima, jamás me has permitido sentirlo, no hay una razón para decir que tengo lastima por ti. Ven aquí— tiro de mi mano hasta estar lo más cerca uno del otro. —Eres hermosa Mirleth, ere joven, guapa, de buen cuerpo, y no dudo que también sea inteligente— mordí mi labios. Nunca nadie me había dicho palabras tan lindas. Y que era esa taquicardia que atacaba mi corazón, «bésame» estuve tentada a pedir pero me trague las palabras. —Me atraes física y sexualmente, pero más que eso, lo que en realidad deseo es protegerte y saber que nada te faltara mientras estés bajo mi techo— inclinándose deposito un vasto beso en mis labios, boquee en busca de más, en cambio me encontré con su pulgar siendo pasado burlonamente por mis labios ansiosos de contacto.Solo un hombre había logrado causar ese mismo efecto, el corazón me latía a mil por hora, respiraciones pausadas, manos temblorosas siendo sostenidas por manos fuertes y un cuerpo fornido como muro del cual sostenerme cuando las piernas dejaran de funcionarme.
¡Oh Bastian! Porque tuviste siquiera enseñarme lo que eran los placeres de sentir que una persona se interesa más allá del sexo.
Quería llorara. No podía solo decirle: si, vamos jodeme hasta que no pueda andar, solo si prometes seguir haciéndome sentir tal como ahora... querida, amada... No se puede confiar en un hombre; en ninguno en verdad. Todos terminan alejándote cuando más los amas.
Protegerte... son solo estupideces.
Iba a contestar a sus palabras, pero cuando abrí la boca para dar mi veredicto, Adolfo ya estaba aproximado lo suficiente como para lograr contar su six-pack con mi cuerpo.
—Mirleth— su aliento fresco golpeando mis labios. Cerré los ojos, la cara alzada al cielo en espera de su premio.
La garganta se me apretó. La respiración saliendo en cortos jadeos. Parecía que estábamos en un horno, mi cuerpo ardía en anticipación al igual que su propio cuerpo expedía ese calor en ondas magnéticas. —Te deseo...— susurro en mi oído. Tirando del lóbulo al final de la frase, ocasionando un choque eléctrico en distintas partes de mi cuerpo, no sé cómo ni cuándo paso pero cuando mi mente volvió de su estupor del deseo de tener a un hombre apuesto a mi merced me descubrí diciéndole lo que deseaba escuchar —«también te deseo»—. Me sonroje y me maldije mentalmente por haber sido tan débil.
Adolfo tiro de mi mano ansioso, guiándome entre la gente que estaba a nuestro paso. No sé a dónde nos dirigíamos, pero a donde quiera que fuera, prometía mucha diversión desenfrenada.
Mi vista curiosa vago por su cuerpo hasta llegar a la furiosa erección que se marcaba en las bermudas de Adolfo, parecía no notarla, o al menos no le molestaba que las personas supieran que estaba más que excitado: dirigiéndose a cualquier lugar. Hubo quejas de personas que hablaban de lo descarado que era ese hombre arrastrando a su hija mientras se encontraba en ese estado.
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Inocencia Robada. © ✔️
RandomPor cada 100 personas que hay en el mundo tres o mas son secuestradas al día, siendo vendidas, prostituidas o utilizadas como mulas para transportar drogas a otros países. Esta vez le toco a Mirleth una niña inocente de tres años arrancada de los br...