capítulo 20

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Al fin sabía quién era y quienes eran mis padres...
Pero «no me sentía como se supone me debería sentir» el pecho no me latía de emoción si no de miedo, jamás imagine que el descubrir quiénes eran mis madres causaría esta fea sensación. El pecho me dolía con cada contracción del corazón en su caja torácica, ¿acaso esta era la reacción que tendría tarde o temprano?

Se supone que tendría que anhelar ver a mis padres, abrazarlos, besarlos y decirles cuanto los eh extrañado y cuanto los amo, pero no... Yo no sentía ninguna de aquellas sensaciones lo único que quería era salir corriendo en ese instante y perderme de nuevo... ¡esto es miedo

Observe fijamente la calle, un par de coches estaban estacionados en la acera izquierda, una raya blanca pintada en la banqueta indicaba que el lugar era apto para estacionar los coches.

El frio helado que trae el miedo causo escalofríos en mi piel, ¿a qué le temía? Al rechazo de mis padres, yo no les conocía ni ellos a mí, así que no sabía cuál sería su reacción al verme, algo tendría que hacer para que no me encontraran, quería mi vida tal y como estaba... «Sin ellos» aunque fuera demasiado cruel el solo hecho de pensarlo. Pero si se habían resignado a mi perdida nada ganarían con ahora encontrarme; una extraña que jamás llegarían a conocer nunca después de quince años perdidos.

Mire hacia todos lados buscando un lugar en el cual ocultarme, un espacio por el cual huir, di un paso seguido de otro y otro más hasta que me encontraba casi trotando por la avenida, pero un fuerte dolor en el pie me detuvo dejándome caer al suelo.

—¡Mirleth!, te encuentras bien— Ferdinando llego a mi lado y se acuclillo.

—No entiendo porque vienen aparecer a estas alturas de mi vida, Fer— solloce. Fer pasó sus fuertes manos por debajo de mis piernas ayudándome a parar. Recargue la cabeza en su pecho mientras me llevaba en sus brazos hasta una jardinera, afuera del edificio. —Sé que mi vida es una mierda, pero no quiero verles aun... por lo menos no ahora, no estoy lista para verles— beso me cabeza, un gesto raro, y poco recibido pero aun así me conforto de alguna manera.

—Entiendo hicimos todo el papeleo, hemos avisado a tus padres que te encontramos, se han puesto muy contentos al escuchar la noticia— hice una mueca al intentar sonreír —han declarado que tomarían el primer vuelo en este instante, pero les pedimos no presentarse todavía.

—Gracias— susurre mientras me lanzaba abrazarlo.

—No fue nada fácil convencerlos cuando estaban tan, avasallados con la noticia. Entremos— pidió Fer con la vista al cielo —comenzará a llover.

Entramos a tiempo a las oficinas justo cuando las primeras gotas de lluvia descendían del cielo en torrentes chorros de agua. En la oficina de Julian me recibieron con apretones de mano y grandes sonrisas que solo causaban sentimiento de nostalgia, en la mesa que había servido para que comieran se encontraba un acta de nacimiento entre otros papeles personales, una visa estadounidense para trabajar en el país se asomaba por debajo del acta y una carta de reconocimiento del estado.

—Te llevaré por ahora a un centró de refugiados, para que te quedes por este día— informo Rebekka, entregándome los papeles en un folder de papel —esta noche no podrás tomar el autobús a Calgary.

—Rebekka muchas gracias por todo...

Salimos por la parte trasera hacia la carretera donde la mujer de tacones y falda de tubo tenia estacionado su coche o eso quise suponer, la lluvia comenzaba a arreciar y sus olas de aire eran heladas, saque la sudadera de la bolsa de plástico donde ahora también tenía mis papeles... ¡tengo mi nacionalidad! ¡Soy canadiense!

Un carro negro aparco frente a nosotros, tenía miedo Rebekka a mi lado se tensó tomando mi mano en un agarre firme; retrocedí de poco ¿y si eran ellos? Y ¿si venían por mí?

Inocencia Robada. © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora