capítulo 15

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Llevábamos veinte minutos caminando entre cabañas y personas "bobas" que dedicaban miradas de aborrecimiento a la viejecita que venía a mi lado casi arrastrando los pies. Fue un alivio que la casa de Greta no estuviera muy lejos de la ciudad.

Habíamos tomado un camión local, el cual nos llevó directo a la central camionera "MEGABUS", turistas esperaban la salida del próximo autobús con sus maletas en la sala de espera. Una pareja sentada frente a nosotros discutía sobre la siguiente parada de su travesía, a los pocos segundos la chica se puso de pie con maleta en mano y salió de la sala sin rumbo.

Greta poso sus oscuros ojos en los míos, la melancolía salía en olas de su cuerpo regordete ¿era posible tomarle cariño a una persona en tan poco tiempo?

—Me hubiese gustado saber cómo fue que te hiciste eso— apunto con su dedo la cicatriz en mi ceja —o como es que tienes tantos cardenales en tu cuerpo— susurro. Con lentitud tomo mis manos entre las suyas dando ligeros movimientos circulares —está bien. No te estoy obligando a hablar si no quieres. ¡Oh no! No llores, dios soy una vieja tonta e insensible.

—No... eres muy amable y... no es justo que te preocupes por mí. Pero es difícil contar cosas cuando te hacen mucho daño.

Un nuevo anuncio se escuchó por los altoparlantes y las personas con destino a Montana se apresuraron a salir por la puerta trasera y abordar el autobús.

Greta estaba seria a mi lado, su mano aun sostenía la mía pequeña y pálida a comparación de la suya morena y arrugadita.

Nos sonreímos cuando nuestras miradas se cruzaron. Cuanto cariño le había tomado, la extrañaría demasiado. Ella era la primer persona que me trataba bien y me regalaba un poco de su cariño incondicionalmente. Y por ello no podía quedarme con ella, ni en este país, sabiendo que los lacayos de Reynaldo me pueden encontrar en cualquier momento y hacerle daño a ella solo por haberme ofrecido su techo y comida.

Y para ser sincera no me esperaría a que eso pasara. No cuando sus hijos la han lastimado ya lo suficiente como para hacerla sentir miserable por el resto de sus días.

«Aún quedan personas en este mundo que se tientan el corazón por los demás, y se quitan el bocado de la boca solo por hacer feliz a alguien más; aunque ellos mismos se queden sin probar bocado alguno»

Greta tomo mis manos sin dejar de verme a los ojos de nuevo.

Cuando veníamos de camino a la parada de autobuses Greta me había pedido la viera a los ojos. Ya que se le hacía raro que una chica joven y educada como yo no viera a los ojos a las personas cuando hablaban.

No había comprendido en un principio pero cuando me lo explico trate de poner en práctica las costumbres que había enumerado para mí.

La libertad era nueva para mis memorias reprimidas, pero vi a los ojos a Greta cuando medio cerró los de ella.

—Tienes una manera muy extraña de ser educada— dijo con una sonrisa escapando de entre sus labios.

No sentía ese opresor miedo que solía tener al ver a los ojos a alguien, tampoco sentía asco ni odio por verlos brillantes carentes de maldad. Greta no era como ellos. Ella sería incapaz de golpear o insultar sin más.

—Hija— una lágrima rodo por sus arrugadas mejillas —sé que no tienes dinero para irte de aquí... así que me tome la libertad de juntarte esto— saco un rollo de su mandil envuelto en un trapo oscuro con manchas de tierra el cual puso en mi palma izquierda que se encontraba unida a las suyas.

Abrí los ojos enormes al darme cuenta de lo que era. Negué efusivamente llevando mi mano a la nuca y sobando por el dolor que iniciaba por los bruscos movimientos.

Inocencia Robada. © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora