capítulo 37

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Domingo 12:30 a.m.

Mi cabeza estallaría en cualquier momento, la noche de ayer se me pasaron quizá un poco más de lo habitual las copas, me enrolle en las cobijas y aplaste la cabeza con más fuerza sobre la almohada, «como la propia acción acabara con el martilleo en mi incesante» —moriré— me dije. Apuñe los ojos llevando las manos a la cabeza para masajear.

Toc-toc, toc-toc, fue golpeada con insistencia la puerta, luego escuché su voz.

—¡MIRLETH, MIRLETH!— grito Juliette sin dejar de llamar a la puerta.

El simple hecho de oír su voz me puso feliz y por un momento olvide la espantosa resaca que cargaba.

Votando las cobijas con los pies baje de la cama para abrirle la puerta a la pequeña.

—¡Oh, Mirleth!— exclamo, agarrándome desprevenida con el fuerte abrazo en tenazas.

—¡Ey! ¿Sucedió algo Juliette?— trate de alejarla un poco pero sus brazos estaban fuertemente apretados alrededor de mi cintura. La maraña de cabello le cubría la cara así que tampoco podía ver lo que su rostro mostraba.

—No— su voz amortiguada apenas fue audible. Aun con la mirada baja y el pelo cubriendo gran parte de su cara dejo de abrazarme —«eres un idiota hermano»— murmuro para sí, pero fui capaz de escucharla.

—Entonces, porque tocabas con tal desespero.

—Alaric— rodo los ojos. —Dijo que te vio irte con tus pertenencias...— lucia apenada mientras me lo confesaba. Con la mano estirada puse detrás de sus orejas el pelo que cubría su cara —y tenía que cerciorarme de que no era cierto—al instante sus brazos estaban de vuelta alrededor de mi cintura. Amaba a esta niña, mi corazón me decía que la calidez que se expandía en mi pecho era amor, y su sonrisa era lo mejor que ella me podía dar, no podía creer que ella me diera lo que tanto anhele cuando era una niña.

—No te preocupes, no me iré, por ahora, pero debes tener presente que no estaré aquí para toda la vida... pero el día que me vaya siempre mantendré contacto contigo, porque eres mi única y mejor amiga... ok— su sonrisa se amplió, y sonreí igualándola, ahora si devolviéndole el abrazo con la misma fuerza. Levantándola centímetros del suelo.

Juliette salió corriendo del cuarto al escuchar el llamado de su madre, en la distancia mientras le veía correr al igual que su cabello ondulando, se dio media vuelta, levanto su mano y la agito.

Sonreí, negué y agite mi mano en despedida antes de volverme dentro y cerrar la puerta detrás de mí.

Cuando el domingo llego, y la casa estaba medianamente vacía por ser el día de descanso de la mayoría de los empleados, estaba buscando en donde podría ir a distraerme un rato, salí del cuarto hacia el pasillo para ver si se miraba abierta la habitación que compartía Susey con su amado; para mí mala suerte esta no se encontraba abierta, incluso las cortinas se encontraban cerradas.

Hice una mueca y regrese al cuarto derrotada, ya que aún no me ponía ropa de salida, y el pijama estaba en su lugar

Entre al baño, me duche, cepille los dientes al igual que mi pelo, cuando salí con la toalla envuelta en el cuerpo, de la cajonera tome ropa interior me la puse, y la toalla que traía enredada en el cuerpo la puse en mi cabeza para que absorbiera el resto de agua.
Camine hacia el pequeño closet donde estaban mis uniformes, y la poca ropa que tenía colgada en el final del extremo izquierdo.

Opte por descolgar la blusa rosa mexicana me quedaba algo holgada y el pantalón verde agua demasiado ceñido, una explosión de colores; pero me gustaba, observe los botines al pie de la cama, me ponía algo melancólica al pensar en que ya no los podría usar más, era hora de deshacerme de ellos, por mi bien antes de quedarme a medias en la calle. Dejándolos de nuevo ahora un poco más debajo de la cama tome los zapatos del trabajo, —¡eran los únicos que tenía en buen estado!— después de las botas que en un rato más estarían en una bolsa con dirección a la basura.

Inocencia Robada. © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora