Después de dos agotadoras horas viajando en bote, habíamos llegado a una provincia llamada Alberta pareciera que no estaba habitada ya que tenía finta de ser un bosque por sus altos pinos que la rodeaban, Reynaldo había dejado el bote amarrado al pino más cercano ya que no había ningún muelle ahí.
Un par de montañas rocosas se divisaban a simple vista ya que eran inmensas y difícil de no notarlas, un rio atronador se expandía a lo largo del paraje pegado a las montañas nevadas.
Nos adentramos al bosque que era Alberta, conforme nos adentrábamos pequeñas y grandes cabañas lujosas revestían el lugar, tan bello y hermoso dándole ese aspecto rustico que parecía ser. El olor a pino inundó mis narices, era un olor familiar. Me recordaba al hogar como un de-javu que te trae vagos y borrosos recuerdos de una niñez que no existió. Admiraba todo con asombro, desde la pequeña ardilla recolectado bellotas hasta la más fina hoja que perecia con el viento.
—Deberías considerar cerrar la boca, antes que una luciérnaga lo tome como una invitación— soltó mirándome de reojo con una sonrisa burlona.
—Esto es... muy.
—Bello, hermoso, estupendo— dijo burlándose mientras seguíamos caminando por las calles rocosas, a lo lejos divise una carretera que atravesaba una pequeña montaña nevada.
—Grandioso— resople.
Podrían imaginar que caminábamos por separado; habría sido genial poder estirar las piernas y los brazos sin una correa siendo jalada cada segundo.
Pero no era así, Reynaldo venia justo detrás de mí, casi fusionado con mi espalda, abecés se adelantaba y otras volvía a posarse detrás de mí con una mano rodeando mi cintura pero jamás dejo de apuntar su arma en mi columna, para que no tuviera oportunidad de escapar.
—Hemos llegado— dijo en mi oído. Con el cañón dio un empujón a mi espalda, por un pelo me salve de caer en los escalones de la entrada.
Él se adelantó sacando las llaves del pantalón abrió la puerta y me empujo dentro de la cabaña. El olor a pino y madera fresca me embriago, me sentía mareada mientras mis pulmones se llenaban de ese olor.
Reynaldo camino directo a la chimenea y encendió un par de maderas.
Luego el calor acogedor se apodero de la casa.—Ahora quiero que hagas algo para comer, ¡Y NO INTENTES NADA QUE TE ESTARÉ VIGILANDO!— hablo fuerte.
Di un par de vueltas antes de encontrar la cocina, era toda de acero con alacenas caoba y una mini isla en el centro. ¿Pero qué prepararía? Jamás antes había preparado algo, ni siquiera sabía cómo usar una estufa,
—APURATE QUE NO TENGO TU TIEMPO— volvió a gritar desde la sala.—¿Qué hago?
Tome lo primero que vi en el frigorífico, una especie de carne que parecía un pie de animal gordo, unos espárragos y otras cosas.
Eche todo a una cazuela puse sal especies y cuanta cosa me encontré en la alacena, que creí le daría un mejor sabor.Corte la carne en rodajas delgadas una vez cocida, las puse en un plato junto a los espárragos que había sacado de la lumbre.
Puse el plato más un vaso con agua de botella en una charola y salí hacia donde Reynaldo estaba viendo tele.
En la sala deje la charola sobre una mesa de centro, al igual que el resto del lugar era de madera a excepción de la parte de arriba, esa era de vidrio.
El muy estúpido hiso una mueca al asomar la cabeza por arriba del plato.
—¿QUE ES ESTO?— pregunto gritando a todo pulmón.—Su-Su comida, señor.
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Inocencia Robada. © ✔️
RandomPor cada 100 personas que hay en el mundo tres o mas son secuestradas al día, siendo vendidas, prostituidas o utilizadas como mulas para transportar drogas a otros países. Esta vez le toco a Mirleth una niña inocente de tres años arrancada de los br...