capítulo 43

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La casa estaba silenciosa, quizá así fue la mayor parte del tiempo, las veces que vine anteriormente se respiraba una paz alarmante en el aire, era algo extraño pero gratificante, a veces mientras caminaba por alguno de los pasillos esperaba que cualquier desconocido saliera de algún escondite y me dijera que toda aquella paz era una mentira; pero nunca paso.

Desde una de las altas ventanas había observado a un par de vecinos de mis padres, solían detenerse fuera, justo al lado del árbol en forma de casa y respiraban hondamente como si el solo hecho de estar parados frente les trasmitiera toda esa buena energía y la paz interior de las almas en desgracia.

Dejando de ver a la anciana que paseaba a su pecho french, mire a la señora al pie de las escaleras me sonreía melancólica y no entendía porque motivo. Con una mueca en los labios le sonreí.

—Mi niña Mirleth, cuanto has crecido...— quien se suponía que era esta señora, ¿la abuela? Lo dudo mis padres no eran tan crueles o eso quería creer como para tenerla trabajando para ellos. Así que solo podía ser una empleada de muchos años. Asentí volviendo la mirada a la ventana, la anciana ya se había ido, quizá término el paseo nocturno de su perro.

La luna brillaba desde lo alto tan hermosa y dominante como siempre, estaba enamorada de ella, como cualquier amante de las cosas bellas.

—Seguro y no me recuerdas— moqueo la señora llevándose una servilleta a la nariz para limpiarse. —Soy Sofia, su nana, de cuando eras una cría de tres años... bueno ahora soy el ama de llaves— continuo la mujer.

—Disculpe señora, no quiero ser grosera ni mucho menos peroo, no la recuerdo— termine de bajar las escaleras deteniéndome al lado de la sollozante mujer.

—Por favor, dime Sofi... y descuida sé que no me recuerdas pero yo a ti sí— limpio más lágrimas y unos transparentes mocos que se asomaban por su nariz.
—Niña Mirleth la esperan en la mesa— dijo una vez que recupero su postura y su voz se normalizo.

Sofia me dirigió hasta la mesa donde tres campos de esta que era para doce personas estaban ocupados por Beatriz, Darell y Rhys.

—Buenas noches— salude cortesmente, ellos respondieron a mi saludo.

—Toma asiento cariño— ofreció Darell corriendo la silla a un lado de Beatriz para mí. Me deje caer y le agradecí cuando empujo la silla un poco más hacia el borde de la mesa.

Una señora Igual de mayor que Sofia y dos muchachas entraron al comedor con charolas de comida y bebidas.

La comida se veía realmente deliciosa una vez destaparon las charolas.

—¿Es jugo de mango?— pregunte al oler el agua que servía una de las muchachas. Era odioso, el reflejo nauseabundo se subió hasta mi garganta. Me cubrí la nariz.

—Si Mirleth, tu favorito— Beatriz lucia muy entusiasmada mientras se llevaba su vaso de agua y la bebía hasta la mitad. Sisee como serpiente a punto de atacar a sus nobles corazones, ellos estaban haciendo un gran esfuerzo por complacerme, hacían las comidas que me gustaban de niña, solo que yo ya no era más una niña y dudaba que alguna vez lo hubiese sido. Entonces como decirles...

Mi mueca de asco no pasó desapercibida por mi madre, ella no tenía la culpa por no saber de mi nuevo repertorio de gustos en bebidas.

—¿Sucede algo malo Mirleth?— y ahí estaba la preocupación reflejada en el rostro del hombre.

—No sé si alguna vez me gusto el mango o su pulpa o "X" cosa... pero lo que si se es que detesto el mango desde que tengo uso de razón... no es por hacerlos sentir mal, estoy segura que han sido unos buenos padres estos últimos días y han hecho un gran trabajo con Rhys. Pero hay cosas que han cambiado... y mucho— reí o lo intente.

Inocencia Robada. © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora