2. Rubia sin nombre.

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RUBIA SIN NOMBRE

Sebastian Stan.


Estabas espléndida con tu vestido, todos en la gala te elogiaron y felicitaron. Los flashes te apuntaban, te cegaban y, por algún extraño motivo, lejos de incomodarte, te gustaba. No porque fueras vanidosa, pero sí porque todo este alboroto, se había creado por la última saga de libros que escribiste y, que debido al éxito, se hizo famosísimas películas.

Finalmente, luego de las fotografías, te invitaron a pasar al salón donde sería la fiesta. Toda la producción estaba ahí, equipo de trabajo e invitados. Y el elenco, el prestigiado elenco que tú habías ayudado a elegir, todos aquellos que daban vida a tus personajes reían y festejaban. Pero hubo uno en particular que llamó acompasadamente tu atención.

Sebastian Stan.

Iba con un traje negro en su totalidad, su cabello largo iba peinado hacia atrás y lo último, pero no menos importante... tenía a una rubia colgada de su brazo. Un revoltijo te sacudió, pero te obligaste a sonreír cuando Henry Cavill, otro miembro del elenco, se acercó a ti cautelosamente.

Sonriendo, te compartió una copa de champagne.

—Te ves bellísima esta noche. —te dijo para tu deleite.

—Yo le dije lo mismo —comentó Clare, tu representante y buena amiga—. Pero sigue diciendo que preferiría estar escribiendo en casa que aquí, donde el patán de Seb...

Tapaste su boca antes de que soltara algo catastrófico.

—Ya, ya, es suficiente. No todos deben enterarse de mi horrible y penosa situación.

Henry, con su gran porte, miró tras de sí y supo de inmediato a qué se refería Clare.

—Ya todos lo saben, (t/n). No te esfuerces en ocultarlo.

Fantástico, ahora todo el equipo de trabajo sabía que seguía gustándote tu ex. Y, era fantástico, ¿por qué? Porque era tu puto trabajo. Prácticamente todo el maldito año verás sus caras, en sus ojos verás reflejada tu vergüenza y humillación, te allanará la pena y la desgracia...

¿La vida se podía poner peor?

¡Ay, por qué tuviste que iniciar una relación con Sebastian Stan!

—La rubia no es más linda que tú. —te dijo Henry con ese acento británico tan delicioso, bebiendo de su copa, mirando cualquier cosa que no fueras tú.

Lejos de estar ofendida, esas palabras te trajeron un golpe –cachetada– de realidad.

—No sabes mentir —le dijiste, cruzándote de brazos—. Aw, ya basta. Sólo estaré aquí una hora y me marcharé —miraste a Clare—. Sin excepciones.

—Pero vamos, no todo es tan malo —se adelantó Henry—. Eres guapa, llamarás la atención de cualquiera, no tienes que lamentarte porque han terminado.

—No terminamos, porque nunca tuvimos algo.

—Sí y yo no actué de Superman.

Lo miraste mal, pero él sonrió inocentemente para zafarse y te tomó de una mano para guiarte a la pista de baile. Clare te saludó de lejos, pero supiste que ese saludo correspondía al «jódete sola».

Había varias personas bailando, más del elenco que de producción, así que nadie pudo ver tus penosos pasos de baile. No obstante, te divertiste con Henry todo lo que pudiste, era con quien más pasabas tiempo en el set y giras, puesto que era uno de los protagonistas y necesitaba de más asesoramiento con la personalidad del personaje que  creaste.

Imaginas • Sebastian StanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora