32. Morticia y Pericles Addams. (II/II).

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II. MORTICIA Y PERICLES ADDAMS

Sebastian Stan.


Años más tarde...


—¡Denle la bienvenida a los actores de Capitán América: el Primer Vengador! —gritó un hombre a lo lejos—. ¡Hayley Atwell y Hugo Weaving!

Lo último que oyó Gabriela fueron los ensordecedores gritos de los fanáticos de la Comic-Con en San Diego por lo que parecía ser una película de súper héroes. No tenía idea de qué se trataba tal película, pero acompañó a Sophie, una de sus mejores amigas a tal peculiar lugar, donde todos iban vestidos como personajes de cómics.

Superman. Batman. IronMan. Spiderman. Hulk.

Y luego estaba Sophie, que se había disfrazado de una extraña chica ardilla.

—Su nombre es Doreen Green —alegó la chica a un grupo de chicos vestidos con mallas que se burlaron de ella—. ¡Es una superheroína también, no se crean! ¡A derrotado a villanos poderosos como el Doctor Doom e incluso Thanos!

Los muchachos fingieron afanar por la nariz y enseñar los dientes delanteros como una ardilla, burlándose de Sophie. Gabriela observó como ella, con su cola esponjosa y todo, se tensaba y sus ojos por poco no se cristalizaban. Sophie era unos años menor que ella, se habían conocido por temas de viviendas a lo largo de sus vidas universitarias. Y aunque fuera un tanto infantil y llorona, era inocente y la razón por la cual Gabriela no dejaba que nadie la pisoteara: no sabía insultar ni defenderse.

Y esta vez no fue la excepción.

Caminó hacia el grupo de adolescentes de no más de diecisiete años y se plantó delante de Sophie, como un escudo protector.

Maldita sea. Tanto superhéroe la estaba afectando.

—¿No tienen nada más que hacer que molestar a una niña que está simplemente manifestando su gusto por la Chica Ardilla?

—La Chica Ardilla es una broma —dijo quien estaba vestido de azul, con una estrella blanca pintada en el centro del pecho—. Nadie puede tomarla en serio y mucho menos admirarla. Tan solo es un chiste para MARVEL y nosotros, los fans.

—Supongo que ir vestido con las mallas de tu madre no es un chiste, ¿verdad?

Ellos abrieron sus bocas y algunos pusieron un rostro de ira. Uno que iba con en definitiva con las mallas de su madre, le enseñó el dedo medio.

—Bucky Barnes en los cuarenta es mucho mejor que la Chica Ardilla.

—¿Lo apuestas? —preguntó Gabriela, siendo ociosa. Miró a su alrededor con una repentina idea floreciéndole en el rincón más estúpido del cerebro. Sabía que lo había visto mientras turisteaba los puestos. Y ahí estaba, llamándola como la canción de una sirena en plena alta mar. Se giró de vuelta a los adolescentes con granos y voz de gallo y señaló del otro lado del centro—. Veamos entonces quién es el mejor en ese concurso de trajes.

—Ni de coña —dijo el de la estrella en el pecho—. Hay trajes tremendamente elaborados. Los cosplayers que participan han venido específicamente para ser el mejor vestido, ¿acaso crees que alguno de nosotros podrá ganar?

—No dije que ganaríamos, sino quien tenga mejores puntos.

Gabriela extendió una mano, aunque lo último que quería era tocar a alguno de ellos.

Imaginas • Sebastian StanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora