¿CASADOS EN LAS VEGAS?
Sebastian Stan.
Despertaste en una cama ajena. Una muy elegante cama ajena.
Te sorprendiste enormemente al notarlo, en especial porque la habitación en la que estabas tenía pinta de ser de alguien importante. Y en los más recónditos lugares de tu mente, comenzaste a buscar cómo habías llegado ahí.
Habías ido de fiesta con tus amigas. Estabas en Las Vegas. Celebrando la fiesta de soltera de tu mejor amiga. O al menos, lo estuviste haciendo anoche. Ahora estabas que te meabas de los nervios.
¿Dónde estaban Liz y Chloe? ¿Dónde demonios estabas tú?
No recordabas muy bien qué había ocurrido anoche, pero lo que sí tienes presente ahora, en este preciso momento, ¡es que estabas en la cama de un puto desconocido!
Ya más tensa de lo normal, empujaste el brazo del desconocido lejos de ti, pero él al sentir movimiento, te apretó más contra su cuerpo.
Mierda.
Cerraste los ojos con fuerzas cuando él gruñó en tu oído, causándote incontrolables temblores en tu cuerpo. ¿Y por qué tan nerviosa? Ni puta idea, pero te sentías extraña, nerviosa, ansiosa. Como si lo conocieras, pero no sabías de dónde ni cómo.
Esa calidez que irradiaba, no te expulsó lejos, pero tú no eras de las que se acostaba con cualquiera. Debiste de haber estado muy ebria. Mucho.
—¿Dónde pensabas ir? —preguntó el hombre, su voz ronca fue como un masaje luego de hacer ejercicios. Te dopó su masculinidad.
—Al baño. —dijiste en un susurro.
—¿A vomitar?
—No, pensaba escapar de ti.
Se movió, te obligó a mirarlo, pero tú aún tenías los ojos cerrados. No querías verlo. ¿Qué si te follaste al camarero? ¿Al dueño del casino? ¡¿A un stripper?!
—Hey, abre los ojos. No voy a hacerte daño.
—¿Cómo te llamas?
Vaciló.
—Si abres los ojos te diré.
Lentamente los abriste y te sorprendiste del hermoso hombre que tenías ahí. Su cabello castaño, sus ojos azules, su recta nariz y su cuadrada quijada. Era absolutamente la razón por la cual las mujeres se derretían. Definitivamente su fotografía debía estar en la definición de caliente y varonil.
Y esa belleza te pareció conocida. Entrecerraste los ojos, pensando, maquinando dónde narices lo habías visto. ¿Anoche? Nah. ¿En la calle? Tampoco. ¿En alguna película...? ¡Oh, Dios mío, sí!
Recórcholis, mierda y más mierda.
—¿Sebastian Stan? —preguntaste sin aire.
Una felina sonrisa brotó de sus labios, lentamente.
—No creí que me reconocerías, pero sí. Hola.
En un arranque de pánico, lo empujaste, logrando que cayera de la cama. Sólo oíste un golpe duro de un hueso chocando con otro y un «mierda».
Doble recórcholis, acabas de tirar a Sebastian Stan al suelo. Ay, ¿qué hacías tú ahora? Tu primer pensamiento fue violarlo, no lo ibas a negar, pero las repercusiones políticas que eso representaría no ayudarían a tu imagen.
Y ya habían follado, así que...
¡Pero no lo recuerdas! ¡Mierda por tres!
Pasaste la mano por tu pelo y, cuando te diste cuenta, chillaste con horror.
Sebastian se levantó de un salto y te miró, preocupado.
—¿Estás bien? ¿Qué tienes?
—¡Muéstrame tu mano! —él frunció el ceño, pero lo hizo—. ¡La otra, idiota, la izquierda!
Le dijiste idiota a Sebastian Stan. Chloe estará decepcionada, ella habría dicho que te le lanzaras y no lo dejaras ir. Tipo: «ese gatito no escapará de mis garras». Y, a propósito, ¡¿dónde demonios estaban tus amigas?!
Cuando levantó la mano izquierda, te querías morir.
—¿Nos... nos casamos?
Consternado, miró su mano y luego la tuya. La misma sortija. El mismo dedo. La misma inscripción de «idiotamente casados en Las Vegas». Los mismos idiotas.
—Oh, mierda... —luego de eso, él se desmayó.
Maravilloso.

ESTÁS LEYENDO
Imaginas • Sebastian Stan
FanfictionImaginas de Sebastian 'perrito rumano' Stan y tú-. → Si eres nueva, ¡bienvenida a los relatos de mi desordenada cabeza, espero que tengas buen viaje desde aquí hasta que te canses! Si ya habías pasado, pero no te has quedado y la curiosidad te mató...