50. ¿Un actor con mala vida?

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¿UN ACTOR CON MALA VIDA?

Sebastian Stan.


—¿Hora de muerte? —preguntaste, mirando el cuerpo del famoso actor desparramado en el suelo, rodeado de sangre, su sangre. Era una imagen grotesca a la que ya estabas acostumbrada, habías estado en este trabajo hace más de ocho años y jamás habías fallado un caso. Encontrabas a los responsables y los encerrabas. No te sorprendía que muchos hombres se sintieran intimidados por una mujer en un trabajo masculino como el ser detective, pero sabías cómo manejarlo.

—Seis con treinta de la mañana —respondió Reyes, levantándose de su inspección por pruebas. Él era uno de tus mejores oficiales. Era joven y alto, tremendamente entrenado y una pared de músculos. Nadie se metía con Reyes, por eso era tu oficial preferido, él no se sentía intimidado porque fueras su superior—. Todo apunta a que fue un homicidio, el tarro de carburante en el sofá. El incendio.

—No fue homicidio. ¿Por qué entonces solo se quemó la mínima parte del cuerpo? Míralo, Reyes, está totalmente ensangrentado. Alguien hizo aquello para encubrir el crimen.

Tu compañero miró a su alrededor.

—No lo sé, |t/n|. Sabes que te creo, pero Jenkins acaba de decirle a todo el departamento de policías y a la prensa que fue un homicidio. Buscó de todo para hacerlo ver como si fuera uno. Es un actor, por el amor de Dios, un actor de renombre, conocido, famoso.

—Sebastian Stan primero fue una persona, luego actor.

Reyes soltó un pesado suspiro y te tendió una muestra de sangre.

—En ese caso, me temo que estoy contigo. Fue asesinato.

Tomaste el frasquito con la sangre y lo agitaste frente a ti. La sangre estaba espesa, fresca.

—¿Qué te hizo saber que fue asesinato?

Él se encogió de hombros con despreocupación mientras limpiaba su kit.

—Sebastian Stan era amigo mío, nos conocimos cuando llegó a Estados Unidos con su madre. Nuestra amistad se mantuvo incluso cuando se mudó, hacíamos reuniones, nos tomábamos para vernos. Era... uno de mis mejores amigos —cerró su maletín, cuadrando sus hombros—. Sé por sobre todas las cosas que él nunca se suicidaría, no importaba lo mal que iba su vida.

No pudiste creértela.

—¿Un actor con una mala vida?

—Aunque no lo creas, los actores no tienen vidas perfectas.

—Tienes razón, no te creo —suspiraste cuando miraste el rostro chamuscado de lo que parecía ser Sebastian Stan, el guapo actor que tú no conocías hasta hoy—. Es simplemente que me parece tan extraño. ¿Quién lo asesinaría? ¿Tú no sabes sobre posibles enemigos, personas que quisieran hacerle daño de alguna manera?

Reyes sacudió la cabeza.

—Nada.

Volviste tu atención al cuerpo y suspiraste. Luego de un rato, comenzaste a inspeccionar la casa. El caso había empezado esta mañana, así que muchas personas se retiraron para ir a descansar. Sólo quedaron unos pocos oficiales que custodiaron la escena del crimen. Tú que quedaste ahí, inspeccionando su casa, buscando algo que diera indicios de una posible amenaza. Cartas de odio, algo que sus fans o cualquiera pudiera haberle regalado que pareciera una peligrosa advertencia. Algo.

Pasaste por cuadros familiares y adornos. Recordaste que sería Reyes quien debía comunicarse con la familia e informarle del crimen. El pobre de Reyes odiaba ser quien decía las malas noticias, pero era quien tenía más tacto y autocontrol respecto a lo que podría suceder. Uno hacía locuras cuando el dolor era mucho. Algunas familias atacaban al oficial informante o lo culpaban de lo ocurrido.

Imaginas • Sebastian StanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora