25. Soy Gordon Ramsey. (I/II).

5.3K 340 80
                                    

I. SOY GORDON RAMSEY

Sebastian Stan.


El cumpleaños de Sebastian se acercaba más rápido que Toretto, se te tiraba encima y tú no tenías idea de qué obsequiarle. Te había dicho la fecha a último minuto, dado que se conocieron en el último filme que habían hecho juntos. Su amistad surgió ahí.

Justo ahora estabas junto a uno de sus mejores amigos; Chace Crawford, en la cocina de tu casa, intentando –tratando por todos los medios– crear una mezcla heterogénea con los ingredientes que habían visto en el programa de televisión de Gordon Ramsey.

Aunque nada lindo había salido aún.

—Bien, bien, ya lo tengo —habló Chace con su tono de voz grave, leyendo atentamente la libreta en la que había escrito todos los pasos e ingredientes—. Aquí dice que tienes que echarle un huevo.

—Presta atención. El huevo lo puse hace mucho, ya estoy batiendo la mezcla.

Batiendo la mezcla, batiendo la mezcla, batiendo la mezcla —murmuró concentrado mientras buscaba en sus apuntes tal etapa de proceso. Pasó de página en página con sus tupidas cejas fruncidas, mordisqueando su labio. Cerró la libreta de golpe—. Sip, no hay nada sobre batir la mezcla. ¿Estás segura que se hace eso?

De pronto quisiste golpear tu cabeza contra la pared. Una y otra vez.

—Por supuesto, ¿acaso esperas que su pastel brote como por arte de magia en el horno? No contestes —dijiste inmediatamente cuando notaste a dónde iban sus labios—. A propósito, hablando de lo que sí va o no... ¿qué narices haz anotado ahí?

Ni siquiera te dio tiempo de tomar el cuadernillo de cuero entre tus manos cuando él la tiró del otro lado del cuarto, sin importarle donde cayera.

—¿Además de «Buenos días, soy Gordon Ramsey...», uhm, pues nada.

Bajaste tus hombros.

—Me lo imaginaba.

Por suerte tu abuela te había enseñado a hacer un pastel decente, te brindó los conocimientos necesarios como para terminar la monstruosidad que habían creado con Chace. No eran como los de Cake Boss, pero sobrevivirían en el límite de los pasable. O eso esperabas.

Si Sebastian te tiraba el pastel por la cabeza la única opción que te quedaba era recogerlo del suelo y... Y tirárselo tú por la cabeza.

Hecho con amor no significa perfección, sino dedicación.

Media hora después el temporizador que habían puesto sonó, anunciando que el pastel estaba listo.

—Está bien —susurraste mientras sacabas el circulas trozo de kuchen del horno. Chace te ayudó cuando no pudiste sostenerlo más—. Se ve bien. ¿Qué dices tú?

—Que aún hay tiempo para comprar una pizza, ponerle las miles de velas que representan su edad y decirle «oye, hey, lo siento, hermano, pero Buddy Valastro entró en huelga y no pudimos darte tu pastel moderno con forma de polla». ¿Suena bien o es muy pomposo?

—Espectacular, para nada pomposo —cortaste un pedazo del kuchen de chocolate y se lo tendiste—. Ten, pruébalo y dime cómo sabe.

Chace te apartó la mano con delicadeza y sacudió la cabeza.

—Aprecio mi vida, gracias.

—Chace —amenazaste, bajando tu tono de voz. Volviste a tenderle el pequeño trozo—, pruébalo tú o te lo daré por la fuerza.

Imaginas • Sebastian StanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora