43. Ciruelas.

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CIRUELAS

Bucky Barnes.


Puedes irte ya, Vanessa. Estaré bien, tengo a Joshua y... cuando Sofía vuelva con la bolsa de hielo para sus huevos, estará listo para ayudarme.

Le había dejado los huevos en el cuello. Vanessa intentó no sonreír. Su padre había vuelto ya, pero su trabajo como mesera les venía tan bien a ella como a él. Teniendo en cuenta de que no vivirían de las ciruelas, se vio obligada a tomar otro trabajo. Que comenzaba en cinco minutos, exactamente.

—Mierda. No había visto la hora —dijo la chica, tomando entre sus manos sus cosas. Tan rápida como la luz ordenó y besó la mejilla de su padre, despidiéndose—. Adiós, papá. Llegaré a las seis.

—¡Ten cuidado! —le gritó de vuelta, antes de que Vanessa echara a correr por el mercado.

Esquivó a unas cuantas personas y corrió el doble cuando la luz que le daba el paso parpadeó, indicando que cambiaría a rojo. Alcanzó a cruzar a tiempo, pero eso no aminoró su prisa. El restaurante quedaba a tres minutos caminando y, entre ordenas y todo, ya se había tomado un minuto y medio.

¡Karl iba a matarla!

Vanessa iba tan absorta con el tiempo que no notó que alguien iba corriendo con la misma intensidad que ella. Al doblar por la esquina del restaurante, ella chocó con el cuerpo más pesado con el que alguna vez fue golpeada. Y había chocado con un poste de luz.

Las cosas volaron de su bolso y al desconocido se le había caído su mochila.

—Lo sien... —se empezó a disculpar, recogiendo sus cosas. Su mp3, sus lápices y pertenencias femeninas. No alcanzó a tomar el tampón antes de que alguien más lo agarrara entre sus manos. Roja de la vergüenza, alzó la mirada, sorprendiéndose al encontrarse al tipo que había comprado las ciruelas hace unos momentos atrás—... to.

Aún tenía en la mano el tampón y ella lo miró tragando saliva. Estaba roja como tomate, es más, creía que debía de ser una nueva clase de fruta ya. Era imposible sentir tanta calor.

—¿Estás bien?

La pregunta la desorientó, puesto que no esperaba tal preocupación. Verlo acuclillado frente a ella, con la respiración agitada y los ojos clavados en su rostro, por poco no le causó un ataque cardiaco.

—Sí, gracias —ella continuó agarrando sus cosas, hasta que solo quedó lo que él tenía entre sus manos—. Uhm, ¿podrías...?

Alzó una ceja, mirando el objeto.

—¿Qué es esto?

Genial.

—Un arma de destrucción masiva —quiso bromear, pero él gruñó, tiró el tampón a la mierda y se giró a ella con una expresión de ira—. ¿Qué...?

—¿Tú también eres uno de ellos? —se acercó a ella y la tomó de la cintura, golpeándola contra la pared del callejón. A Vanessa se le cayeron sus cosas del asombro, el aire quedó atorado en sus pulmones mientras veía la furia en los ojos del desconocido—. ¿Qué quieren de mí? ¿Eh? Simplemente trato de pasar inadvertido, no le hago daño a nadie. Yo sólo quiero...

Se calló. Vanessa se iba a desmayar ahí mismo. Eso no sería lo ideal. El término de: te desmayarías al verme, se aplicaría y él se haría el vanidoso. Pero, claro, ahora no estaba para bromear. Estaba aterrorizada.

—Háblame —dijo él duramente—. Dime qué es lo que quieren.

Le costó hablar, sentía que no podía...

—No... no lo sé... no sé de qué me hablas.

Su gorra cayó cuando pegó sus narices, soltando un gruñido animal.

—No te creo. ¿Por qué entonces serías tan linda conmigo?

Ella no se permitió amedrantar, pero... maldita sea si él no asustaba así. Respiraba dificultosamente igual que ella, tenían sus pechos pegados junto al otro, sus labios se iban a juntar...

—¿Quién eres? —preguntó él, entrando en sí, echándose un poco hacia atrás. Por un segundo, ella se permitió coger aire, todo el aire que necesitara. Pero él volvió a acercar su rostro al suyo y tiró por la borda su intento de respirar—. ¿Qué buscas?

—El tampón. —se le escapó sin querer.

Él frunció el ceño.

—No te daré la oportunidad de sostener un arma.

Vanessa abrió la boca para decirle que no era un arma y que se dejara de estupideces. ¿Qué hombre, así de guapo, no sabía qué demonios era un tampón? ¿Quién era? ¿Era virgen?

Lamentablemente, voces se escucharon al final del callejón y el desconocido maldijo. La soltó y tan rápido como habían chocado, él tomó su mochila y, dándole una última mirada a ella, salió corriendo. Segundos más tarde, los cuales utilizó para calmar su corazón, hombres vestidos de negros pasaron a su lado, aplastando su bolso.

Incluyendo el tampón.

La vida apestaba.






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Debí haberle puesto a éste capítulo: Bucky y su tampón, habría sido un éxito

Debí haberle puesto a éste capítulo: Bucky y su tampón, habría sido un éxito

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Creo que seguiré con éste, me gustó akdhe. Comenten si sigo o no con ésto, porque no voy a seguir para reírme sola, voy a parecer enferma -más de lo habitual. xd 

Sooooooo....

Esta foto es tan yo, todo el día, toda la semana, todo el mes, TODO EL AÑO

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Esta foto es tan yo, todo el día, toda la semana, todo el mes, TODO EL AÑO... sino fuera porque no soy azul ni tengo cuernos awkdhadqwjdwe

Bye. Bye.

Imaginas • Sebastian StanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora