CIRUELAS
Bucky Barnes.
Vanessa estaba de pie junto al puesto de su padre. Vender fruta en un tiempo tan frío era algo que no le gustaba que él hiciera, en especial en su estado; pero para él, ésta era su vida y no había dinero o maquinaria alguna que lo moviera.
—Necesito entregarle estas a Petra —dijo su padre, alzando una bolsa de ciruelas—. Espérame aquí, Vanessa. Atiende si alguien viene, cualquier cosa, pregúntale a Joshua.
Ni muerta le preguntaba a Joshua. Un aluvión de patos entraría primero en Rumania antes de que Vanessa se acercara a Joshua. Primero, porque de pequeño la golpeaba y lanzaba al lodo. Y segundo, porque ahora él trataba de seducirla bruscamente y de maneras desagradables.
Pero...
—Claro, papá.
No podía decirle eso a su padre, una carga más sobre sus hombros sería mucho para él luego de haber perdido a su esposa.
Su padre se acercó a ella y depositó un beso en su cien, revisó la caja de dinero y contó mentalmente unos segundos, solo entonces se alejó corriendo por el mercado mientras ella rezaba para que a nadie le dieran repentinas ganas de ingerir ciruelas en un rango de veinte kilómetros a la redonda en los próximos cinco minutos.
—Hola —saludó un gran muchacho con una gorra, acabando con su racha—. ¿A cuánto están?
Y una mierda.
Sus manos enguantadas toquetearon alegremente las ciruelas y Vanessa reprimió un gemido de frustración cuando el desconocido se tomó su tiempo. Ella ojeó detenidamente sus brazos gruesos y su quijada cuadrada. No pasó desapercibido tampoco sus anchos hombros y sus labios cincelados.
Cuando elevó la mirada, pudo notar que sus ojos eran azules, casi tan oscuros que parecían negros. Era guapo. Mucho.
Movió los labios, pero ella solo fue capaz de captar el vaivén, no el sonido. Creía que tenía retraso repentino. Así como el sonido de los fuegos artificiales llegaban después.
—Hey.
—¿Eh? —parpadeó—. Sí, lo siento, perdón... esas... eh...
El desconocido alzó una ceja con una mueca de apuro. Vanessa quería patear algo. La única vez que veía a un chico atractivo en este lugar y ella se comportaba como un total fracaso; no se sabía ni el precio de las ciruelas que su padre vendía.
Miró a su derecha y se mordió el interior de la mejilla. Decidida a hacerlo, llamó a Joshua, quien estaba del otro lado del puesto. El gran hombre rubio en cuanto la escuchó sonrió y corrió a su encuentro.
—¿Sabes el precio del kilo de ciruelas?
El desconocido la miró a su vez, quizá preguntándose por qué Vanessa estaba ahí si no sabía el precio de las frutas.
—¿Tus ciruelas, mujer, o las que vende tu padre? —a Vanessa se le escapó el aire de los pulmones al oír a Joshua—. Porque las tuyas no están a la venta —dijo eso mirando fríamente al desconocido—. No te acerques a ella, hombre.
¿Se podía uno morir de vergüenza?
—Solo quiero el precio de las ciruelas —dijo el hombre atractivo—, pero si no quieren vender, está bien para mí, no se preocupen —las dejó ahí e hizo ademán de marcharse, pero Vanessa lo detuvo del brazo—. No es necesario...
—Lo siento, lo siento, no quiso ser grosero, lo lamento muchísimo, señor... Ambos lo sentimos, ¿verdad, Joshua?
—Quise decir exactamente eso —refunfuñó el idiota, rumiando una advertencia entre sus palabras—. No me arrepiento.
—Eh, ni que fueras Jacob Black —protestó Vanessa, entregándole al desconocido una bolsa para que pudiera guardar sus ciruelas—, serían diez lei —no tenía idea si eran diez lei o solo un leu, pero le daba igual, ella con tal de no disgustar a alguien que podría ir corriendo a decirle a su padre que fue maltratado, se lo vendería por esa cantidad—. ¿Es nuevo por aquí?
El desconocido se tensó y le tendió la bolsa para pesarla. Sus ojos, cuando se encontraron con los suyos, detonaban miedo.
—Uh, sí, pero no me quedaré —bajó la mirada, cubriendo todo su rostro con la visera de su gorra—. Quédese con el cambio.
Le entregó el dinero y le quitó la bolsa de las manos. El extraño se volteó a verla y ella le sonrió cuando sus ojos se encontraron. Él se giró nuevamente, pero la miró por sobre su hombro al menos tres veces antes de que cruzara la calle.
—Qué idiota, ¿no? —preguntó Joshua a lo que Vanessa respondió pegándole una patada en las pelotas. Se lo merecía.
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Holaaa! Lamento no haber subido un os el viernes, me confiscaron mi computador y no me lo devolvieron hasta hoy u.u
Anyway. Como a muchas, casi todas, les gustó el capítulo revelación de Bucky *pone carita de pervertida* haré otro, pero con Sebastian esta vez. Sólo para avisar que llegará el domingo y que se preparen :|
*Seb approval*
Bye. Bye.
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Imaginas • Sebastian Stan
FanfictionImaginas de Sebastian 'perrito rumano' Stan y tú-. → Si eres nueva, ¡bienvenida a los relatos de mi desordenada cabeza, espero que tengas buen viaje desde aquí hasta que te canses! Si ya habías pasado, pero no te has quedado y la curiosidad te mató...