4. Películas de Terror. (Bucky)

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PELÍCULAS DE TERROR

Bucky Barnes.



Era tarde por la noche. Todos los Vengadores, incluyéndote, estaban viendo una película de terror que había revolucionado a millones en este último tiempo. Se basaba en hechos reales, así que tanto Stark como Banner estaban fascinados con ella.

Tú te encontrabas en el sofá, justo en medio de Steve y Bucky, con tus piernas enroscadas hacia tu pecho, atreviéndote a asomar la cabeza sobre tus rodillas cuando un momento de tensión alteraba a los protagonistas.

—No quiero ver, no quiero ver, no quiero ver.

—Vamos, (t/n) —te animó Natasha, sin siquiera dignarse a mirarte. Ella solo alzó la mano y robó palomitas del cuenco enorme que Thor traía en los brazos—. Esta es la mejor parte.

Cuando el demonio saltó frente a la mujer, las palomitas volaron de los brazos de un traumatizado Thor, cayendo todas sobre ti y los dos vejestorios. Clint se echó a reír, pero tú no le veías lo gracioso. Cinco minutos más tarde, Steve se estaba comiendo las palomitas, te hacía mover tu culo para comerse algunas, incluso a Bucky.

Pasadas las dos de la mañana, seguían viendo películas, pero tú estabas cabeceando por sueño. Chocaste con un hombro que se removió lejos. Bucky.

En las últimas semanas él te había apartado lejos, te había evitado y hecho como si tu mera existencia fuera banal para él. Y tú, nerviosa, puesto que eras quien lo ayudaba a recordar y manejar su brazo –eras mecánica– no hacías otra cosa que evitarlo también.

Así que te enderezaste, pero te dejaste caer de todas formas en el sueño. Caíste sobre un hombro, pero de tanto momento grogui no pudiste diferenciar si era el de Steve o el de Bucky. Y como no te apartó, creíste que era el capi. Te enderezaste de nuevo y cabeceaste hacia adelante.

Hasta que huiste un siseo de ira y una mano metálica te tomó del cuello, tiró tu cuerpo entero hasta que tu cabeza terminó recostada en sus muslos, dejándote utilizarlos como almohadas.

Bucky miró a Steve y lo fulminó con la mirada.

—No digas nada. —amenazó.

El súpersoldado hizo un gesto de estar cerrando sus labios con un candado, luego tiró la imaginaria llave lejos y continuó disfrutando de la película.

Tú, adormilada, sólo sonreíste y te acomodaste más en Bucky.

Imaginas • Sebastian StanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora