CIRUELAS
Bucky Barnes.
Tiraron a Vanessa dentro de un cuarto.
No habló con nadie, no reconoció a nadie. Todos los hombres que pasaban por su lado la miraban tras unas máscaras negras o simplemente la ignoraban. Todos ellos eran militares, armados, no dispuestos a ser gentiles. Babosos.
Sobraban las razones para decir que estaba más que asustada. La habían arrastrado fuera de su casa, fuera de su país, ¡la habían sedado, maldita sea!
¿Ya era hora de decir que se había meado en los pantalones?
—¿Hola? —preguntó en el cuarto oscuro—. ¿Dónde estoy? ¿Alguien puede decirme qué hago aquí? Si fue por esa vez que robé el dinero de Karl, fue totalmente mío. Esos motociclistas me dieron propina extra. Era mía y, si quieren saber dónde la gasté, no me compré vestidos ni nada, sino... ayudé a mi padre a pagar la renta. ¿Eso es un crimen? ¿Por eso estoy aquí?
Silencio.
Muy bien. Aún no había que soltar tu arma secreta. Llora como una nena después.
Y una mierda. Nunca lloraría ni se mearía en los pantalones. Debía ser fuerte, más ahora, que no sabía a qué se enfrentaba. ¿El Jabberwocky?
—¿Conejot Blanco? ¿Alguien?
Suspiró.
—Así que a fin de cuentas, sí eras una buena chica. —dijo alguien, proveniente del cuarto.
Vanessa pegó un salto y se llevó la mano al pecho, con la respiración disparada. De la nada, se iluminó una caja en medio del cuarto donde... Bucky estaba amarrado. Él la miraba como si hubiera hecho algo malo y temiera una épica reprimenda de su parte.
—Oh, Dios mío —ella quitó la mano de su pecho y se acercó a Bucky sin temor—. ¿Qué te pasó a ti? ¿Dónde estamos? ¿Estás bien? ¿Hago muchas preguntas?
Bucky hizo una mueca, supuso que era su sonrisa.
—No, está bien considerando dónde nos encontramos. Lamento haberte traído.
—¿Tú me trajiste? —no pudo evitar que la pregunta sonara cargada de incredulidad—. ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Y por qué estás ahí sentado? ¿No pudiste encontrar una silla más normal?
—No es momento de entrar en pánico.
—Perdón, es que me trajeron a Berlín por la fuerza, nadie me dijo dónde iríamos, me metieron en un avión y me sedaron como lo hacen con los animales, tengo miedo y estoy metida en no sé qué lío y... se supone que debía ir a trabajar en la tarde. ¿Pánico? Oh, ya no, ¡ahora estoy furiosa! ¡Perdón por no recibirte con un beso en la mejilla o una sonrisa!
Él abrió y cerró la boca, pero al final hizo algo inteligente y la cerró. Vanessa soltó un suspiro y llevó sus manos a sus ojos, los cuales refregó con fuerza. Joder. Su padre... debería de estar frenético, se debía de estar volviendo loco. ¡Desapareció hace más de dos días! Y el estúpido de Joshua quizá le salga con cualquier cuento de que quizá se unió a un circo como la mujer barbuda o algo así. Hijo de puta.
No le llevaría su puta cerveza.
—No puedes.
Vanessa se quitó las manos de los ojos y los entornó en Bucky.
—¿Eh?
—Técnicamente no puedes darme un beso en la mejilla. Aún si yo lo quisiera —se removió en su silla-de-The-Voice y alzó la mirada hacia todos los cristales que lo rodeaban—. Aunque podrías besar el vidrio. Estaría celoso, pero se lo merece. Hace un buen trabajo conteniéndome.
—Estás jugando conmigo.
—Yo no juego.
Le creyó. No tenía pinta de Clifford el Gran Perro Rojo o alguno de esas estúpidas caricaturas que veía de pequeña, pero iba por allí.
—No me gusta esto —admitió, pero se descubrió haciendo un alto—. ¿Conteniéndote? ¿Por qué te contendrían? —en eso recordó las noticias que vio en su casa y dio un paso atrás—. Pusiste una bomba...
—No fui yo —la interrumpió—. Créeme, estaba contigo cuando eso pasó, por eso estás aquí. Necesito que digas que estuviste conmigo ayer. Compré en el mercado casi toda la semana, tú me viste.
Ella desvió la mirada disimuladamente hacia las esquinas de la habitación y vislumbró cámaras, las luces rojas delataban que estaban encendidas. O sea, los estaban grabando. Esto cada vez se ponía mejor y mejor. Bravo.
—Sí —se encogió de hombros, temblando—, estuviste en el mercado.
Sus manos se enfriaron y su barbilla tembló. Bucky lo notó.
—No temas —bajó la voz, tan solo para que ella oyera—. No dejaré que te hagan daño ni que te metas en problemas por esto. Te irás impune de aquí, ¿de acuerdo?
Vanessa asintió, aunque no dejó de temblar.
—Mi... mi padre tiene una libreta donde anota a las personas que le han compraron en el día. Joshua te anotó a ti cuando te marchaste. Creo haber... visto la hora... cuatro... ¿treinta? Por ahí. ¿Eso sirve?
Bucky apretó sus labios y asintió. En eso la puerta por donde la habían metido volvió a abrirse y más hombres entraron. Vanessa se apretó contra la caja de Bucky, mirándolo con miedo. Él sacudió la cabeza, diciéndole silenciosamente que mantuviera la calma.
—Te encontraré, Vanessa.
Esas palabras la sorprendieron y la asustaron. ¿Qué significaban realmente? ¿La encontraría y la mataría o la encontraría para ponerla a salvo?
—¿Qué? —graznó.
—No dejaré que nada malo te pase, ¿de acuerdo? —las manos alrededor de ella aparecieron y tiraron de ella hacia la salida. Cuando iba saliendo vio entrar a un hombre con gafas antiquísimas que miraba a Bucky con unos enormes ojos ensoñadores, parecía absorto en él. ¿Un psicólogo?—. ¡Te encontraré!
Lamentablemente, ella le creyó.
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Este Os seguirá, así que quizá suba más de él el domingo, quién sabe, el futuro es incierto *ah, me salió lo poeta* xd
¿Cómo están todas? ¿Cómo fue su semana? Díganme, que siento que pasó una eternidad sin saber nada de ustedes:c
Para mi Yahaira querida, (khé flaitexd), que conocí hace poco, pero le tomé mucho cariño.
Oe, me hái hecho reír caleta, hermana:3
Ti amu.
Bye. Bye.
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Imaginas • Sebastian Stan
FanfictionImaginas de Sebastian 'perrito rumano' Stan y tú-. → Si eres nueva, ¡bienvenida a los relatos de mi desordenada cabeza, espero que tengas buen viaje desde aquí hasta que te canses! Si ya habías pasado, pero no te has quedado y la curiosidad te mató...