II. UN TAL ÁNGEL LLAMADO SEBASTIAN STAN
Sebastian Stan.
Casi podías oler su vacilación.
¿Abrir o no la puerta de un golpe? ¿Invadir propiedad privada para que una chiquilla consiguiera llaves nuevas?
Después de lo que te parecieron siglos, la puerta de tu departamento fue abierta violentamente por un doctor que no sabía barriscar una propiedad. Fue adorable verlo mirar los destrozos de madera con miedo, como si hubiera pateado deliberadamente a un bebé ciego.
Oíste su maldición entre dientes antes de que disidieras levantarte y caminar por tu cuenta. Pero, si algo habías aprendido en los últimos cinco minutos, era que no podía caminar ni mantenerte dignamente de pie, así que caíste nada más diste un simple paso.
—Cielos —el ángel ahora llamado Sebastian Stan tomó tus brazos y tiró de ti hasta agravarte los pies al piso firmemente—. Te dije que no te movieras.
—Quería entrar a mí departamento. —te quejaste.
—Yo te llevaré ahí, no te esfuerces tanto. Te has dado en la cabeza por lo menos dos veces y quizá cuántas veces más de camino aquí.
Él apoyó sus manos en tu cintura y te medio cargó-arrastró hacia el interior. Tú lo dejaste hacerlo, sin la sensibilidad de la mayoría de tus extremidades. Te llevó al polvoriento sofá en el centro de la sala, donde te sentó con una ternura extrema.
Lo viste moverse hacia la entrada y encender las luces del departamento. Con una sonrisa, lo miraste ir a la puerta para intentar cerrar. Cogió entre sus manos el roto rectángulo y lo posó –o intentó hacerlo– en la grieta. Se sacudió las manos y caminó hacia ti.
—Es para más privacidad —se excusó. Se quedó unos momentos ahí de pie antes de que se acercara ti y, delicadamente, tomara tu rostro entre sus manos. Te sacudió un escalofrío—. Debo tratarla antes de que se infecte.
Posaste tus manos sobre las suyas y las apartarse.
—Estoy bien. Sólo es un rasguño.
No pareció importarle tu afirmación.
—¿Dónde tienes un botiquín de primeros auxilios? La trataré ya mismo, es lo mínimo que puedo hacer después de que... bueno, me quitaste un peso de encima.
—Hay uno en el baño de mi cuarto.
Hiciste un ademán de levantarte, pero él te indicó que te volvieras a sentar. ¿Creía que eras una inútil? Otra vez, pensaste, ebria no significaba ser estúpida. O, en este caso, inválida.
—Voy por él. —te dijo antes de perderse por el pasillo.
Pudiste oír un grito en el departamento de al lado. Jessica debía de estarlo pasando de maravilla con algún miembro del club de lectura. Ah, claro, ese club no existe. El club del cubículo dos del baño VIP. Zorra.
Sebastian volvió y se posó delante de ti, sentándose en la mesita de centro. Cuidadosamente desinfectó tus heridas, limpió el área con suma meticulosidad, tan así que te pareció que él te trataba como si temiera romperte. Ni siquiera podías sentir dolor, sólo... su cándido toque. Un tanto incómoda al sentirlo mirarte intensamente, sonreíste y te apartaste de él.
—Gracias.
Suspiró y ordenó las cosas que había conseguido del botiquín.
—Eh, sí. De nada.

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Imaginas • Sebastian Stan
FanfictionImaginas de Sebastian 'perrito rumano' Stan y tú-. → Si eres nueva, ¡bienvenida a los relatos de mi desordenada cabeza, espero que tengas buen viaje desde aquí hasta que te canses! Si ya habías pasado, pero no te has quedado y la curiosidad te mató...