I. NO SOY TU «NENA»
Sebastian Stan.
Suspiraste para soltar el aire contenido. Parpadeaste para alejar las lágrimas que se acumulaban en tus ojos. Llevaste una mano a tu pecho y frotaste con algo de rigor. Allí, justo ahí, te oprimía un dolor que no podías explicar. Tu corazón iba de prisa y tu respiración comenzó a acelerarse producto del llanto que intentaba escapar.
¿Por qué lo había hecho? ¿Por qué te lastimaba así?
Viste a lo lejos como Sebastian se despedía de otra chica. Dirías que era normal, pero no podías dar crédito a lo que tus ojos captaron. Él se despidió, sí, pero lo hizo con un largo y apasionado beso que le robó el aliento a ambos.
—¿A la misma hora mañana? —le oíste preguntar.
No querías creerlo, pero ya lo sospechabas. Él se volvió distante, ya ni siquiera te besaba cuando llegaba del trabajo, despertaba antes que tú y se acostaba temprano, no podían hablar debido a sus trabajos y habían pasado de los «te amo» a «nos vemos».
No ibas a llorar, pero, ¡por los dioses! ¡Querías hacerlo!
☼
—¿Te divertiste?
La puerta de entrada fue azotada, indicando que Sebastian había vuelto.
—¿|t/n|? —él se asomó por la entrada y te vio sentada en el sofá—. Eh, bebé, ¿qué haces despierta tan tarde? —dejó su chaqueta en el sofá—. ¿Sucede algo?
No le respondiste inmediatamente. Él se acercó notando que no iba bien e intentó besarte, pero le corriste el rostro y terminó por besar tu mejilla.
—¿Estás bien?
—Define bien, Sebastian —frunció el ceño y, cuando se hizo el desentendido, tú no lo soportaste—. Te vi allá en el restaurante con... ella.
Por un momento él te miró. Sin moverse se quedó ahí, parpadeando, solo parpadeó cuando tu corazón se partía en más pedazos que tardarías un montón en reparar.
—Yo...
—¿Tú qué? ¿No fue tu intensión hacerlo? Ahórratelo, porque te diré, que junto a ella esta tarde, lucías como si tu intensión era totalmente clara.
Sebastian aún algo conmocionado tanteó el aire hasta caer en el sofá continua al tuyo, se pasó las manos por su cabello y guardó su rostro entre ellas. Sabías que no podría mirarte después de todo lo que pasó.
—Por favor —comenzó a balbucear y, ante su tono voz quebrado, tú labio inferior comenzó a temblar con la intensión de llorar hasta quedarte seca—. Fue un error, ella...
—Cállate —lo interrumpiste y las lágrimas, una por una, comenzaron a caer—. No quiero oírlo. Nada de lo que digas. Tampoco le eches la culpa a ella, te veías feliz a su lado, como un adolescente recién enamorado. No quiero oír mentiras, Seb, ya no.
—No quise... —te miró y sus ojos estaban cargados en un tono rojizo, su mirada completamente arrepentida—. Fue porque ya no te veo. Fue un impulso. Lo siento, yo...
—¡No quiero que mientas! —apartaste sus manos ante su intento de tocarte, de estrecharte contra él. Te negaste a hacerlo—. ¡He pasado así meses! ¡Meses, Sebastian! ¡Debí haber oído cuando me dijeron que tú ya no me querías como antes, debí suponerlo con anterioridad!
—|t/n|, vamos, nena. Fue un error, uno que corregiré...
Te levantaste del sofá y caminaste a trompiscones hacia la puerta, él te siguió e intentó hacerte entrar en razón. ¿Pero por qué? ¡Fue él quien te dañó!
—No quiero oírte, ¡no quiero! —lo empujaste lejos—. ¡Vete de aquí! ¡No quiero verte!
Su shock fue palpable.
—No digas eso.
—¡No pienses volver porque no quiero volverte a ver! ¡Largo! —caminaste hacia un cuarto junto a la entrada y sacaste sus maletas—. Para que veas que hablo en serio. No quiero que vuelvas por tus cosas, las mandaré con Cindy cuando venga. Tú te irás y no volverás. Estás muerto para mí.
—Nena...
Le tiraste la maleta y sollozaste. Se te escapó otro, aunque querías darle una despedida digna, contigo sin caer ante sus trucos, no funcionó. Te destrozó.
—No soy tu «nena» ya. Al parecer otra ocupó ese lugar.
Sebastian miró las maletas, te miró a ti y la puerta. Mantuvo esa sincronía durante unos instantes que para ti fueron eternos. Su dolor estaba reflejado en su semblante, el tuyo debía ser diez mil veces peor, puesto que fuiste tú la traicionada.
No obstante, él tomó su maleta y caminó hacia afuera.
Te miró por sobre tu hombro.
—Te amo.
Caminaste hasta la puerta y, cuando él ya estuvo fuera en el porche, escupiste:
—Lo dudo. —y cerraste la puerta de todo; tu casa y tu corazón. Sebastian Stan ya no era bienvenido a tu vida.
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¿Oyen eso? No, no son sus estómago o la música; es mi kokoro, partiéndose en miles de pedacitos... Ahre no, pero sufrí escribiéndolo, porque me ha pasado u.u
Putos hombres88
Anyway. Espero les guste, mi mamá me preguntó que si estaba escribiendo para una tarea de la universidad y yo: seeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeh, por su puesto. ¿Quién crees que soy?
asdadbajehde ya no me pega con la chancla, soy una niña grande... dicen.
Ya me callo.
Bye.
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Imaginas • Sebastian Stan
FanfictionImaginas de Sebastian 'perrito rumano' Stan y tú-. → Si eres nueva, ¡bienvenida a los relatos de mi desordenada cabeza, espero que tengas buen viaje desde aquí hasta que te canses! Si ya habías pasado, pero no te has quedado y la curiosidad te mató...