29. Bow Wow.

5.5K 377 275
                                    

BOW WOW

Sebastian Stan.


Ibas por la calle principal de Nueva York, con tu bolso en mano y tus pertenencias en la otra. Tu novio había sido el más nuevo de los idiotas, te había echado de su casa y, ¿para qué? ¡Para hacerle el favor a su nueva pareja! 

—De todas se llevó una buena patada en las pelotas. Estúpido...

El semáforo te dio verde para cruzar la calle, pero sentiste un jalón en una de tus manos y de pronto tu bolso ya no estaba. Abriste la boca para gritar, pero viste de cara a tu ladrón. Un chico apuesto de ojos azules y sonrisa gatuna.

Se te secó la boca, pero la humedeciste con rapidez.

—¡Oye! —gritaste—. ¡Ladrón!

El desconocido te sonrió y te lanzó un beso antes de echarse a correr. Oh, no. Ni muerta perdías todas tus cosas ahora que no tenías hogar ni novio. ¡No ibas a perder nada!

Y así como así, echaste a correr tras el ladrón. Empujaron personas, gritaste que lo detuvieran, pero nadie hizo nada. Él seguía corriendo y tú tampoco te quedabas atrás, en la escuela eras atleta, corrías desde que tenías memoria y prontamente estuviste pisándole los talones.

No obstante, además de tener tu bolso, el idiota reía. ¡Estaba riendo por tus gritos!

Corriendo llegaron a una zona de la ciudad donde niños jugaban en las calles y abuelas estaban afuera, en los jardines, admirando el vecindario. El ladrón dobló en una esquina y un grupo de chicos le silbaron con ánimos, saludándole.

En cuanto ellos te vieron, gritaron, alentando al ladrón.

—Mierda, mierda —gritó uno, comenzando a correr detrás de ti. No permitiste que el pánico te carcomiera. ¿Qué haría?—. ¡La lindura te alcanza, Sebastian! ¡Corre como nunca, hermano!

—¡Apreta el trasero y déjate llevar, amigo!

—¡No vayas por ahí! ¡Da la vuelta, gilipollas, devuélvete ya! ¡En círculos no, zigzaguea! 

—¡Te alcanza!

—¡Ya sé tu nombre, Sebastian! —gritaste para que te oyera—. ¡Iré con la policía te alcance o no y llevaré a tus amigos contigo!

Caíste de culo cuando él se detuvo abruptamente. Chocaste con su dura espalda, más parecía una pared que una espalda. Su cuerpo se giró y te encaró con una expresión de ira, no tenía intenciones de ser amable, al parecer.

—Uh...

—¿Qué has dicho? —te bramó, dando zancadas hacia ti—. ¿Qué has dicho de la policía y mis amigos?

Todo el grupo de hombres llegó y se posaron alrededor, como guardaespaldas. Eran todos atemorizantes y grandes. Unas repentinas ganas de vomitar te albergaron y aferraste tu otro bolso con tus pertenencias al pecho.

—Te dije que zigzaguearas, hombre. —dijo uno.

—¿Ésta de aquí planea echarnos a la policía? —dijo otro, acercándose demasiado a ti, con las intenciones de intimidarte.

Sacudiste tu cabeza y ante la mirada de Sebastian te pusiste de pie. Su grupo de amigos parecían feroces, listos para atacarte y estabas bastante segura que más de alguna iba armado.

—Yo solo me iré si me entregas bolso, no hay necesidad de llamar a la policía si eres bueno y me lo devuelves.

—Ajá —se pasó una mano por el rostro y te examinó, de pies a cabeza. Sus ojos se oscurecieron y sin mirarte a los ojos, sino a tus pechos—. ¿Y qué darías tú para que te lo devolviera?

Imaginas • Sebastian StanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora